ALFREDO CASTELLANOS UN HOMBRE DE ACCIÓN POR LA CIENCIA Y LA CULTURA Eduardo Pedro Tonni Silvia Elena Cornero ALFREDO CASTELLANOS UN HOMBRE DE ACCIÓN POR LA CIENCIA Y LA CULTURA Eduardo Pedro Tonni Silvia Elena Cornero Fundación de Historia Natural Félix de Azara Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas Universidad Maimónides Hidalgo 775 P. 7º - Ciudad Autónoma de Buenos Aires (54) 11-4905-1100 int. 1228 / www.fundacionazara.org.ar 2023 Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723. No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446. El contenido de este libro es responsabilidad de sus autores Fecha de catalogación: Octubre de 2023 Diseño gráfico: Mariano Masariche ALFREDO CASTELLANOS UN HOMBRE DE ACCIÓN POR LA CIENCIA Y LA CULTURA Cornero, Silvia Elena Alfredo Castellanos un hombre de acción por la ciencias y la cultura / Silvia Elena Cornero ; Eduardo Pedro Tonni. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación de Historia Natural Félix de Azara, 2023. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-8989-31-0 1. Biografías. I. Tonni, Eduardo Pedro. II. Título. CDD 508.092 ALFREDO CASTELLANOS Eduardo Pedro Tonni División Paleontología Vertebrados, Museo de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. UN HOMBRE DE ACCIÓN POR LA CIENCIA Y LA CULTURA Silvia Elena Cornero Museo Universitario Florentino y Carlos Ameghino, Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura, Universidad Nacional de Rosario. 1 Al lector. 3 Introducción. 5 1893 - Nacimiento en Buenos Aires y los primeros años. 6 Su familia. 7 La vida en el valle de Los Reartes (1899-1906). 8 Un pupilo rebelde en el colegio Santo Tomás de Aquino. 10 El colegio de Montserrat y los estudios secundarios. 11 Expulsión del Monserrat. 11 Ingreso a la Facultad de Medicina y las primeras excursiones paleontológicas. 11 Un estudiante activo. 12 Su amistad con los hermanos Carlos y Juan Ameghino. 18 Juan Ameghino comenta a Castellanos sobre el lugar de nacimiento de Florentino. 21 Juan le escribe a Castellanos sobre la salud de Carlos Ameghino. 23 1917 - Castellanos, Vignati y las réplicas al padre Blanco. 28 1918 - Castellanos y la Reforma Universitaria. 29 La década de 1920. 31 Contextos históricos de la formación de museos y sociedades de ciencias. 32 Los museos universitarios. 34 El Museo de Geología y Paleontología Florentino Ameghino de la Universidad del Litoral en Rosario. ÍNDICE 38 Castellanos en el Museo Nacional de Historia Natural. 39 Castellanos y Ángel Cabrera 42 1930 - Los acontecimientos en el entonces Museo Nacional de Historia Natural. 45 1936 - Creación del Instituto de Fisiografía y Geología de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales Aplicadas a la Industria de la Universidad Nacional del Litoral. Los viajes de campaña. 51 Castellanos versus Frenguelli: la mediación de Adolfo Doering. 61 La década de 1940. 61 La “Gruta de Candonga” y la antigüedad del hombre en Córdoba. 67 La década de 1950. 67 Derrotero al Continente Blanco. 67 Castellanos y el “Uquiense”. 71 Una década con malos ratos para Castellanos. 72 Después de Castellanos 74 Castellanos, sus aportes a la paleontología de los vertebrados y sus colaboradores y amigos. 75 Principales aportes sobre xenartros (en orden cronológico). 84 Otros aportes. 88 Epílogo. 89 Agradecimientos. 90 Bibliografía. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 1 Al lector De alguna manera nos excede abordar la historia de Alfredo Castellanos, simplemente porque en un libro no cabe tanta vida. Un hombre de vocación, como pocos conocemos, que debió enfrentar las implacables vicisitudes de la mediocridad académica, la persecución política, la discriminación ideológica y los embates epistémicos, como sucede con aquellos que se destacan por brillar con propia luz. Alfredo Castellanos fue sin dudas un hombre de acción, combativo, re- formista, que desde muy joven llevó adelante su pensamiento con firmeza y convicción. Su inquietud por el conocimiento lo llevó a incursionar por diversas disciplinas que supo integrar. Su legado es inconmensurable. Toda una vida dedicada al estudio, a la docencia y a la investigación; fue funda- dor de museos universitarios y bibliotecas. Algunas de sus hipótesis fueron demostradas muchos años después, como el caso del “niño de Candonga”. Desafortunadamente ni la universidad, ni la facultad estuvieron a su altura. Las colecciones que integran el Museo Florentino y Carlos Ameghino se alojan en las dependencias de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) de Avenida Pe- llegrini 250, Rosario. El archivo de correspondencia de Alfredo Castellanos (archivo AC) y el inventario original del museo fueron fotografiados y digitalizados mediante el desarrollo de varios proyectos de preservación, curaduría e investigación, acreditados en la Secretaria de Ciencia y Tecnología de la UNR; bajo la direc- ción de Silvia Cornero desde el año 1992 (Secretaria de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Rosario: Investigación y Revalorización de Colec- ciones del Museo Universitario Florentino y Carlos Ameghino. SECYT, Universi- dad Nacional de Rosario, Cod. ING 611). Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 3 Introducción La vida de Alfredo Castellanos, según hemos podido explorar a través de registros, testimonios, fotografías y correspondencias, nos ha posibilitado di- mensionar y valorar su extenso legado. Una vocación marcada desde muy pequeño, que se constituyó con el tiem- po y con la vida de campo, en una pasión por el conocimiento, sin límites dis- ciplinarios, que convertirían a Castellanos más allá de un hombre de ciencia, en un hombre sabio. Castellanos ha sido en los embates teóricos provocativo y audaz, potente en sus convicciones, comprometido con la educación, y con la construcción institucional. Se enfrentó, desde muy joven, con la iglesia católica y sus dogmas crea- cionistas, participando de los debates contra las “sotanas infames, el peligro negro y la bestia humana” (La Piqueta, 1918). Demostró una pluma hábil, sa- gaz y literaria en el juego de la ironía contra los contrincantes de Florentino Ameghino, a quien defendió a capa y espada. Los debates demostraron una calidad argumentativa y una destreza en el combate que pocos han logrado con altura, sutil inteligencia, trazo digno y contundencia, convirtiendo sus denuncias en textos graciosos, como por ejemplo la nota en el diario La Voz del Interior: Dos Cráneos Singulares: el Diprothomo platensis y el señor José Blan- co! (septiembre de 1917). Traicionado por amigos, fue destituido por el golpe de José Félix Uriburu del que luego vendrán para él malos tiempos en los que la política interfiere en su carrera, en su vida económica y en la pasión por el conocimiento. De- safió a decanos interventores, fue cesanteado de sus cátedras y los museos de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) que él había creado, fueron clausurados. Fue un fiel discípulo y defensor de los hermanos Ameghino, aun cuando todo se derrumbaba y las doctrinas del hombre americano se hacían trizas frente a los nuevos cambios de paradigmas. Padeció difamaciones y boicots estudiantiles en su cátedra del Colegio Na- cional debido a la influencia de profesores de marcada tendencia católica (La Voz del Interior, marzo de 1919). Fue cesanteado y se enfrentó al gobierno peronista de los años 50s. ALFREDO CASTELLANOS 4 Veneró y distinguió a sus colegas, destacados hombres de ciencia, como Lucas Kraglievich y Adolfo Doering y destacó a científicos alemanes en una contrición (1970). Estudió primatología comparada y su sistemática con fósiles de África y Patagonia, con anticipación a otras universidades del mundo, planteando modelos de inmigración y poblamiento. Sus investigaciones plasman nuevos aportes al conocimiento de varias regiones del país como la Antártida, la Patagonia, el NOA, región central (Córdoba y Santiago del Estero), Buenos Aires y Santa Fe. Hoy, a 130 años de su nacimiento cumplimos en recordarlo a través de este aporte, en el que la correspondencia que mantuvo con sus contempo- ráneos, revela objetivamente las actitudes y pensamiento de un hombre. Un hombre cuyo legado antecede a trabajos contemporáneos en geología, paleontología, arqueología y antropología y sus colecciones de fósiles si- guen constituyendo objetivos de investigación. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 5 1893 - Nacimiento en Buenos Aires y los primeros años Alfredo, el hijo mayor de cuatro hermanos, nació en la ciudad de Buenos Aires el 25 de julio de 1893, hijo de Isolina Rosa Cámara y de Julián Caste- llanos quienes se unieron en matrimonio el 25 de abril de 1892 en la estancia Puerto Alegre, ubicada Potrero de Garay, en el valle de Los Reartes, Córdoba, propiedad de los padres de la esposa: Francisco Cámara y Venusta Cámara. Julián era oriundo de Buenos Aires, donde nació el 6 de enero de 1864. Lle- gó a capitán del ejército argentino, integrando las líneas de frontera, como su hermano mayor, también militar y participando de la Guerra contra el Paraguay con el grado de Teniente Primero. Por su parte, Isolina había nacido el 30 de agosto de 1863 en Calamuchita, Córdoba el día de Santa Rosa de Lima, como recuerdan sus cartas. Su familia Alfredo fue bautizado en octubre de 1893 en la iglesia de Balvanera. Cuando el sacerdote que oficiaba el acto dejó caer el agua bautismal en Alfredo Castellanos ALFREDO CASTELLANOS 6 la cabeza del niño y se inclinó para recitar los versos de rigor, recibió de Alfredo un puntapié en la cara como reacción instintiva. “El sacerdote, le- vantando la cara y mirando a la madre, una ferviente católica, expresó: ‘será un rebelde y un ateo’…Veinticinco años después ella misma recordaba este hecho a su hijo Alfredo, cuando en 1918 luchaba por la Reforma Universi- taria formando parte de la Federación Universitaria Argentina de Córdoba” (Castellanos - Inédito: 1 - Archivos Museo FCEIA). Poco después la familia viajó a Córdoba y Alfredo, con sus hermanos, pa- saba los meses de verano en el valle de Los Reartes en la estancia Puerto Alegre, junto a su abuela Venusta Cámara de Cámara. Pasados los meses del verano, la familia regresa con Isolina a la ciudad de Córdoba. El capitán Castellanos finalizó su licencia y regresó a Buenos Aires, lle- vando poco después a su esposa. En septiembre de 1894 nació en Buenos Aires una hija llamada Celmira, quien falleció en octubre de 1895 a causa de tuberculosis; esta enfermedad causó también la muerte, años después, de otra hija, María Helena. Sólo los varones de la familia escaparon de la enfermedad. En 1895 el padre Julián es ascendido a mayor y designado instructor de la Guardia Nacional en la localidad bonaerense de Mercedes. La familia, para ese entonces, residía en Buenos Aires. En octubre de ese año, Julián Castella- nos es asignado a la oficina de reclutamiento de Córdoba, trasladándose con su familia a esa ciudad. Durante todo 1896, la familia vivió en Córdoba, donde nació ese año el tercer hijo, Alberto, quien, graduado en Buenos Aires, se destacó como ex- plorador, botánico especialista en paleobotánica y destacado especialista en cactus. Luego de una productiva carrera, y tras el golpe de estado de 1955, Alberto se traslada con su familia a Brasil, donde fallece en 1968 a los 72 años, en Rio de Janeiro. A través de sus cartas con Alfredo podría suponerse una relación distante. El padre fue asignado a la División Artillería con asiento en Villa Merce- des, San Luis, cargo que recién ocupó el 1897. Los diferentes destinos milita- res del padre hicieron que la familia cambiara frecuentemente de residencia. Entre ellas se alojaron con frecuencia en Rosario en el hotel, frente a la Esta- ción Rosario Central, de calles Wheelwright y Jujuy Figura 7. Lorenzo y Lorenzo Julio Parodi en los médanos de Miramar (Archivo LJP). Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 7 A partir de 1898 y cuando Alfredo contaba con 5 años, su padre Julián se encargó de enseñarle a leer y a escribir y lo introdujo en la lectura de libros clásicos, de historia y de Ciencias, procedentes de su biblioteca particular. Algunos de estos libros pasaron a formar parte de la Biblioteca del Museo F. y C. Ameghino. La vida en el valle de Los Reartes (1899-1906) En 1899 encontramos a la familia nuevamente en Córdoba, esta vez en tie- rras que por herencia paterna pertenecían a la madre, Isolina. En estas tie- rras, ubicadas en el valle de Los Reartes, se alzaba un conjunto de casas de adobe que constituían el “Puesto del Potrerillo”, sobre la margen derecha del río de Los Molinos. El lugar recibiría más tarde el nombre de La Isolina y en ellas construyó su vivienda definitiva la familia Castellanos. Este mismo año Julián es ascendido a Teniente Coronel, y con ello se provoca un nuevo traslado a Buenos Aires. Por prescripción médica, debido a una enfermedad respiratoria del padre, en 1900 se trasladan nuevamente al valle de Los Re- artes. Según comenta en su autobiografía el propio Alfredo, vivieron en los ranchos del “Puesto del Potrerillo” y ese año “dejó su carrera para conver- tirse en el maestro de Alfredo, a quien debía instruirlo, educarlo, enseñarle Figura 1. Hotel frente a la Estación Central donde paraba la familia Castellanos en Rosario. ALFREDO CASTELLANOS 8 a trabajar y forjar su espíritu de autodidacto, fuerte y luchador, tal como se templara él en las márgenes del río Colorado, en los pasos Alsina y Pacheco, luego en Carhué, General Acha, etc., en plena juventud, cuando en espantosa miseria realizaba la Campaña del Desierto, en los años 1881 a 1883, forman- do parte de la Línea de Reserva”. En 1902 Julián intensifica la preparación de Alfredo con el fin de ingresar- lo, al año próximo, como pupilo en el colegio Santo Tomás de Aquino en la ciudad de Córdoba. Un pupilo rebelde en el Colegio Santo Tomás de Aquino En marzo de 1903, y cuando Alfredo estaba próximo a cumplir los 10 años, ingresa como pupilo al colegio Santo Tomás de Aquino en la ciudad de Cór- doba. Dice sobre él mismo: “Alfredo era de carácter tímido, huraño y sin trato con otras personas que no fueran las del hogar y los peones…Cuando llegó al colegio…alejado de sus padres hasta mediados de diciembre, separación que se realizaba por primera vez, sintió verdadero pavor…Este momento de verse por primera vez encerrado entre altos muros y privado de la libertad… dejó hondas raíces en su espíritu que gravitaron en toda su vida en la lucha por ser libre en su acción y en su pensamiento, guiado sólo por su conciencia que le enseñaba el camino del bien”. La vida en el colegio estuvo signada por esa primera impresión de encie- rro al que no estaba dispuesto a tolerar. Tuvo numerosos incidentes con los sacerdotes y no dudó en mencionar hechos poco edificantes en su autobio- grafía, Así señala: “Cada vez que mi padre me visitaba (cada dos meses) cuando venía a pagar las cuentas del colegio, el sacerdote encargado de la administración le presentaba largas listas de gastos que el hijo no había efec- tuado, especialmente de libros, útiles y adquisición de números de rifas y donaciones a vírgenes y santos. El padre me recriminó los excesivos gastos… Le expresé que esas cuentas eran falsas y que los números de las rifas y las dádivas eran armadas por los curas a mis espaldas; que jamás la suerte lo había acompañado, nunca sus números salieron premiados, no así los del Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 9 hijo del gobernador… Creado en un hogar eminentemente católico, porque así lo era mi madre, se me había enseñado que los sacerdotes eran personas virtuosas, buenas y sabias…En el colegio tuve otra decepción, aprendí que todo lo que me había enseñado mi madre era un mito”. En otra parte de su autobiografía señala con respecto al colegio: “Había aprendido a no preguntar y así trataba de vivir lo mejor posible adaptándo- me a la vida del colegio… Posiblemente si estos señores sacerdotes hubieren procedido con otros métodos los resultados habrían sido distintos”…Del Colegio Santo Tomás de Aquino surgieron los ‘come frailes’ de la Reforma Universitaria”. Cuando Alfredo ingresó al colegio, el padre se abocó a la educación de su otro hijo, Alberto. Esta tarea educadora y formadora es destacada por Alfre- do en repetidas oportunidades, por ejemplo cuando dice: “En mis reflexio- nes con mi padre le hacía notar el contraste que existía entre las dos escuelas, la usada por él a base de razonamiento y la del colegio completamente mne- mónica. Estas expresiones le halagaban pués careciendo de título habilitante le prestaba mayor utilidad a su hijo”. Como sea, estas reflexiones surtieron efecto y 1905 fue el último año en que Alfredo concurrió al Colegio de Santo Tomás de Aquino. Esos años en el colegio lo llevan a la siguiente conclusión: “Debo al Colegio de Santo Tomás de Aquino el haber conocido el mundo desde mi niñez; el haberme despertado el desprecio por los farsantes, comprobando que la fe es producto de la ignorancia, la religión una urdimbre de preceptos destina- dos a destruir lo más noble que tiene el espíritu humano, la conciencia; me enseñó a buscar la verdad que siempre me la ocultaron, a no ser memorista porque el que así lo era se transformaba en un estulto sin inteligencia. Cole- gio de Santo Tomás de Aquino, sin quererlo prestaste un gran servicio a mi espíritu y a mi educación. para ti mi eterna gratitud”. El Colegio de Montserrat y los estudios secundarios En 1906 y en concordancia con sus deseos planteados al padre, se preparó para el ingreso al colegio nacional en una escuela particular, el Ettone College ALFREDO CASTELLANOS 10 de la ciudad de Córdoba, dirigido por el ingeniero Víctor Rée y el profesor Enrique Bouilly; a este último le reconoce una marcada influencia en su for- mación e instrucción. En 1907 ingresó al Colegio Nacional de Montserrat de la ciudad de Córdo- ba, pero al poco tiempo debió abandonar los estudios debido a problemas de salud. Entre 1908 y 1912 cursó sus estudios secundarios en el mencionado colegio, período durante el cual se despertó su vocación por la geografía física y las ciencias naturales. Comenzó entonces como autodidacta con el estudio de la botánica y de la geología. El quinto año lo cursó como libre y fue esta la ocasión en la que teniendo que estudiar mineralogía y geología, se decidió por esta ciencia. En ese últi- mo año, 1912, fundó y dirigió el Centro Mariano Moreno, donde congregó a destacados estudiantes universitarios con el fin de difundir la cultura supe- rior científica y artística. Concluido el bachillerato, les planteó a los padres trasladarse a la ciudad de Buenos Aires para estudiar ciencias naturales, pero debido a los escasos recursos familiares accedió a seguir en Córdoba los estudios de medicina y cirugía -la carrera predilecta de su madre- y que a su entender era la que más se relacionaba con las ciencias naturales. Figura 2. Colegio Nacional de Monserrat, alumnos de 2do año en 1909. Castellanos el primero de abajo del lado izquierdo. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 11 Expulsión del Monserrat Cursando el último año, en 1912, fue expulsado por sus incipientes ideas evolucionistas. “Mi expul- sión no se debía únicamente al grito proferido sino por mis ideas ‘anarquistas y ateas’. Con ese ró- tulo resultaba para la sociedad cordobesa, un ser despreciable.” (Castellanos -Inédito: 3- Archivos Museo Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura (FCEIA). Ingreso a la Facultad de Medicina y las primeras excursiones paleontológicas Siguiendo la voluntad de su padre en 1913 ingresa a la Facultad de Cien- cias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Inició así sus estudios en medicina, carrera que, si bien nunca ejerció, le otorgó conocimientos en anatomía, normal, patológica y comparativa, que fueron la base fundacio- nal de sus investigaciones paleontológicas y antropológicas. Adicionalmen- te, continuó como autodidacta sus estudios de zoología, geología y mine- ralogía. Un estudiante activo En 1917, funda el Centro Estudiantil Florentino Ameghino. Participa de la Federación Universitaria de Córdoba, como estudiante activista en la Re- forma de 1918, fue colaborador en el diseño de programas de carrera y de contenidos de cátedras. Integra el Centro de Estudiantes de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba y escribe notas para el Boletín. Figura 3. Alfredo Castellanos en el centro, Colegio Monserrat, 1909 ALFREDO CASTELLANOS 12 Su amistad con los hermanos Carlos y Juan Ameghino A comienzos de 1914 realiza sus primeras excursiones paleontológicas en las orillas del río Los Reartes, excursiones motivadas por haber recibido información de un lugareño que le comentó haber hallado “huesos de gi- gantes”. En ese año, por indicación del profesor Víctor Mercante (1870-1934), esta- blece comunicación epistolar con Juan Ameghino (1916-1933), hermano de Florentino (1853-1911) y de Carlos Ciriaco (1863-1936), lo que lo introduce de lleno en los estudios paleontológicos. A esta relación se suma también la de Adolfo Doering (1848-1925), a través de su hermano Oscar quien había sido profesor en el Colegio de Montserrat. Sin dudas, 1914 representa el hito que marcará el futuro científico de Alfredo y en ello tendrá un papel fundamen- tal Adolfo Doering, una de los pocos representantes de la geología argentina -sino el único-, que siendo contemporáneo de Florentino Ameghino recibió los respetos de éste. Justamente, una carta de Juan Ameghino dirigida a Castellanos el 11 de enero de 1916, evidencia el reconocimiento familiar al geólogo alemán: “Veo también que Ud. dice que el Sr. Adolfo Doering va a publicar un trabajo sobre la formación pampeana, en el cual corregirá algunos errores de Florentino: bienvenida sea la crítica de un hombre tan competente en la materia como lo es el Dr. Doering; precisamente es lo que Florentino quería, que hubiera muchas personas competentes que se ocuparan de geología argentina y que corrigieran los errores que él hubiera cometido, los que siempre reconoció de plano, pues su único punto de mira fue siempre que se pudiera llegar á la perfección en el conocimiento de las capas geológicas de nuestro suelo; y eso ya lo había previsto desde que publicó “La antigüedad del Hombre en el Pla- ta”, en cuyo prólogo decía: “futuras observaciones, nuevos descubrimientos, hechos hasta ahora desconocidos echarán más tarde por tierra gran parte de nuestro trabajo, etc., etc.”. Con Juan Ameghino, Castellanos mantiene un extenso contacto epistolar. La colección de correspondencia manuscrita integra 37 cartas fechadas entre el 31 de marzo de 1914 y el 19 de junio del año 1919. Las cartas denotan una amistad creciente y una confianza mutua que revela comentarios persona- Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 13 les, académicos, políticos y anécdotas familiares; además Castellanos como médico se preocupa por el estado de salud de Carlos y de Juan, atendiendo las consultas médicas a través de las cartas. Los primeros contactos están referidos casi exclusivamente a pedidos para adquirir las publicaciones de Florentino que su hermano tenía a la venta. Así se desprende claramente de una carta de Juan fechada en La Plata el 1 de septiembre de 1914 donde ex- presa: “Sr. Alfredo Castellanos - Córdoba. Muy Sr. mío: A causa del tiempo excesivamente lluvioso y otros inconvenientes, recién hoy me ha sido posi- ble mandar al Correo para remitirle el pedido de su atenta de Agosto; como el paquete resultó que pesaba más de lo reglamentario, ha habido que man- darlo por encomienda postal habiéndome obligado el correo a hacerlo lacrar; como el folleto de los toxodontes es el doble del formato de los otros, ha habido necesidad de doblarlo, y para que el paquete abultara un poco más, á fin de no estropear tanto dicho folleto, le he agregado dos folletos más, en calidad de regalo: una conferencia del Sr. Holmberg sobre Darwin, y el funeral civil del Dr. Ameghino. También le incluyo el boleto a quien que ha entregado el Correo: Nº 32880. fecha de hoy. Esperando me de aviso cuando haya recibido el paquete. Lo saluda atentamente S.S.S. Juan Ameghino…PD: Como Ud. me pide le comunique si tengo otras obras del Dr. Ameghino, he renovado los folletos que tengo disponibles para la venta y resulta que son los siguientes: Revista Argentina de Hist. Natural (6 entregas). $ M/N 10,00. Liage des formats sédimentaires de Patagonia. B. Aires, 1903. 232 páginas $ M/N 2,50. Sur l’evolution des dentis des mammiferés. B. Aires, 1896. 140 páginas. $ M/N 1, 50. El arco escapular de los dentados y monotremas y el Figura 4. Firma de Juan Ameghino. ALFREDO CASTELLANOS 14 origen reptiloide de estos dos grupos de mamíferos. Enumeración de los Im- pennes fósiles de Patagonia y Seymour. 1905. 70 páginas con láminas. $ M/N 2,00. L’avant premiere dentition dans le Tapir (con láminas) Bs. A. 1909. 32 pág. $ M/N 1,50. Una nueva especie de Tapir (con láminas). Bs. A. 1909. 10 pág. $ M/N 0,80”. Y sigue la lista. Para esa fecha -y posteriores- Juan utiliza el papel membretado de la Libre- ría y Papelería ‘Rivadavia’. En el membrete, la palabra que antecede al nom- bre de Ameghino está minuciosamente tachada a tinta de pluma. Esto había llamado la atención de uno de nosotros (S. Cornero), quien trabajaba en la puesta en valor de la colección Castellanos (proyecto de SECYT, UNR/1995). Por tal motivo con un bisturí se removió lentamente la tinta seca que se descascaraba, hasta descubrir la palabra Leontina, la esposa de Florentino, a cuyo nombre se encontraba la librería. A la muerte de Leontina y de Flo- rentino, Juan queda a cargo exclusivo de la librería de calle 60 esquina 11, de la ciudad de La Plata y continúa utilizando la resma de papel membretado tachando el nombre de Leontina. Sin lugar a dudas, la obra de Florentino Ameghino calará profundamente en el futuro de Castellanos como cultor de la disciplina paleontológica. Tem- Figura 5. Membrete de la librería de Florentino Ameghino. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 15 pranamente, en 1916, publica en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba un artículo titulado “Florentino Ameghino”, donde analiza su obra y concluye “Este es el esbozo de la gigantesca obra paleontológica del sabio que ha honrado tanto a su patria, que ha revolucionado por completo una ciencia, que ha fundado leyes, principios y doctrinas, que pueden colocarse entre las concepciones más grandes del pensamiento humano. Este bosque- jo, somero por demás, ha de permitir, sin embargo, apreciar la magnitud del soberbio monumento dejado por Ameghino a los siglos venideros” (Caste- llanos, 1916: 337). Entre 1915 y 1916 continúa sus estudios de medicina que intercala con los geológicos y paleontológicos. También desempeña dos cargos transitorios, el de jefe de Laboratorio de Análisis Químicos en la Casa Cuna y el de Ayudan- te del Museo Provincial de Córdoba. Durante 1917 mantuvo una excepcional actividad en el campo de la pa- leontología y la geología. Realizó prospecciones en las orillas de la laguna Mar Chiquita y por invitación de Carlos Ameghino visitó la costa atlántica en los alrededores de Miramar, provincia de Buenos Aires, en compañía de personalidades de la geología como Guido Bonarelli (1871-1951), Juan José Nágera (1887-1966) y Augusto Tapia (1893-1966). En julio de 1919, se graduó en Córdoba como Doctor en Medicina y Ciru- gía. De la excursión a Miramar en febrero de 1920 no hay referencias en cartas o escritos, pero dos fotografías del archivo de Castellanos, dan cuenta de este evento. Figura 6. Sobre de fotos y fotografía de una excursión a Miramar en 1920 (archivo AC). ALFREDO CASTELLANOS 16 Concluye el año con una excursión a las márgenes del río Segundo, en las proximidades de Despeñadero, en la provincia de Córdoba. En julio de este mismo año fundó la Sociedad de Ciencias Naturales de Córdoba, en la que agru- pó a investigadores y jóvenes aficionados. Entre los primeros se encontra- ban científicos de la talla de Adolfo Doering, Guillermo Bodenbender (1857- 1941), Federico Kurtz (1854-1921) y Eberhard Rimann (1882-1945). Participó en las expediciones del Museo de Historia Natural de Buenos Aires dirigido por Carlos Ameghino y poco tiempo después fue designado Jefe de la Sección de Antropología de dicha institución. “En el mismo año de 1920, un compañero luchas universitarias que tenía gran estima por mis actividades científicas, me propuso ante el Ing. Gorbea, organizador de la Facultad de Cs. Matemáticas de la Universidad del Litoral, que se creaba en esos momentos, para ocupar la cátedra de Mineralogía y Geología. Las gestiones culminaron en mi nombramiento y en Julio me tras- ladé a Rosario”. (Castellanos - Inédito: 15; Manuscrito s/f. Archivo Museo F. y C. Ameghino, FCEIA, UNR) Cuando se inauguró la Universidad del Litoral, en agosto de 1920, Caste- llanos, se hace cargo de la cátedra Geología y tomando el modelo de dicha cátedra en la Universidad de Córdoba, gestiona la creación del Museo. En octubre de 1920, contrae nupcias con María Bertha Wyler de 26 años, hija del suizo Pablo Wyler y de la francesa María Marta Girardet. De esta unión, el 2 de julio nace un hijo varón que fallece en octubre del año siguien- te. De acuerdo a los registros epistolares Bertha no recobró su salud hasta más de dos años después. Bertha acompañó toda su vida a Alfredo, asistién- dolo en su carrera y en las excursiones paleontológicas. No tuvieron más hijos. Bertha falleció en Rosario a los 84 años de edad. En el año 1921 Alfredo ingresó como docente en la Escuela de Farmacolo- gía de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario. Ese mismo año es nom- brado miembro de Comisión Nacional de Antropología en el Museo Social de Buenos Aires. Para este período sus excursiones científicas se extienden al Noroeste y Litoral argentino. Ese año, y a través de sus gestiones, el antiguo Museo Politécnico de la ciudad de Córdoba es dividido en Museo Colonial, Museo de Bellas Artes y Museo de Historia Natural que queda bajo su di- rección. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 17 Castellanos fue un precursor en educación pues promovió ex- cursiones con alumnos y salidas al terreno e integró el trabajo de campo con el aula, en ciencia como vanguardia de teorías que luego fueron aceptadas y en cul- tura como pionero de la transfe- rencia del conocimiento. El nombramiento como di- rector, recibe los beneplácitos de su amigo Lucas Kraglievich (1886-1932), quien en carta del 23 de mayo de 1919 le expresa: “Sr. Dr. Alfredo Castellanos. Mi distinguido amigo… Lo felicito especialmente por su nombra- miento de Director del Museo de H. Natural de Córdoba y es- pero que esta situación le dará Figura 7. Alfredo Castellanos y su esposa, María Bertha Wyler. Figura 8. Alfredo Castellanos recientemente graduado en medicina, 1921. ALFREDO CASTELLANOS 18 oportunidad para desplegar toda su actividad intelectual en beneficio de la ciencia argentina y de la cultura general del país, que requiere hoy más que nunca el contingente de hombres talentosos y enérgicos para contrarrestar la acción siempre insidiosa de los elementos retrógrados que pueblan por doquier ávidos de desplegar su influencia para retardar la difusión de la ciencia”. Juan Ameghino comenta a Castellanos sobre el lugar de nacimiento de Florentino El 27 de julio de 1915, ante la requisitoria de Alfredo Castellanos sobre una publicación referida a la fe de bautismo de Florentino -que ponía en du- das su nacionalidad y año de nacimiento-, Juan le responde en una extensa carta donde expresa: “Ya la vez pasada, en seguida de fallecer Florentino, á esos curas se les había metido entre ceja y ceja de que Florentino no había nacido en Lujan, porque revisando los libros parroquiales de dicho pueblo no encontraron anotada en ellos su partida de bautismo; pero dicha supo- sición no transcendió fuera de los periódicos clericales o clericaloides; y los órganos de la prensa seria de la República no les hicieron absolutamente ningún caso como se merecían y como no se lo harán tampoco ahora, con la nueva tentativa con que han salido; y lo mejor y lo que yo aconsejo es de no hacerles realmente ningún caso, y no hacer tampoco ninguna publicación en ese sentido, porque no vale la pena y así quedarán ahogados en el silencio y pataleando; porque ningún diario serio se ocupará para nada del asunto ó no les llevarán el apunte, como se dicen en criollo. Pero para poder con- testar verbalmente a ciertos importunos, trataré de darle a la ligera algunas ideas que me vienen á los puntos de la pluma. Yo no veo porque motivo sí Florentino hubiera sido bautizado (lo cual se puede también poner en duda) la partida de bautismo de él debiera encontrarse precisamente en Luján por- que allí nació; * dicho bautismo sí realmente hubiera tenido lugar puede también haberse efectuado en cualquier otra localidad del país y vaya uno a saber donde? - donde se les haya antojado á los padres llevarlo a bautizar; a más puede ser también que á mis padres vaya uno a saber porque moti- Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 19 vos, se les haya antojado no hacerlo bautizar, y no por eso habría dejado de nacer en Luján; ó puede también haberlo bautizado mi padre mismo, si así se le hubiera antojado; cosa que hasta lo permite la mismísima Santa Madre Iglesia en su letrina… -ó quiero decir doctrina cristiana…Yo y Carlos her- manos supervivientes de Florentino, somos argentinos; y nuestro hermano Florentino también lo era, pues que como nosotros nación en Lujan cinco años antes que yo el 18 de Septiembre de 1854, año en que llegaron a este país desde Génova, nuestros padres genoveses; y sí es cierto, de que por su talento y sus trabajos científicos haya sido una gloria para su patria, esa pa- tria: mal que pese a ciertos elementos italianos y clericales muy interesados en que no sea así, es la República Argentina. Esto lo sabían y les constaba á todos los antiguos vecinos de Lujan de aquel tiempo que nos conocían ó que estaban relacionados con nosotros, la mayor parte de ellos criollos, porque en aquel tiempo eran muy raros los extranjeros que existían en dicho pueblo; y no sería extraño buscándolos, que aún existan algunos viejos de aquella época en Luján, que lo conocieron a Florentino mamando la leche materna. Cuantas veces cuando residíamos en Buenos Aires con mi buena madre, le oí recordar á ella con cariño a la vieja casita de nosotros de la calle “Las Heras” en Luján, porque decía que allí habíamos nacido todos nosotros; refiriéndo- se a Florentino, yo y Carlos que éramos los tres hermanos vivientes! Pero la prueba más concluyente de que Florentino era argentino es de que sí no lo hubiera sido y habiendo desempeñado varios puestos nacionales para los cuales la ley exige ser argentino, ó sí se es extranjero, nacionalizarse toman- do carta de ciudadanía argentina, así se hubiera visto obligado a hacerlo, y de ese modo hubiera sido considerado como argentino ciudadano legal, sin ninguna objeción que hacerle, como tantos extranjeros que una vez nacio- nalizados figuran como argentinos en primera fila y dieron honra y lustre á su patria adoptiva; pero Florentino nó; nunca sacó carta de ciudadanía argentina porque no la necesitaba… era argentino. Ahora vengamos a la par- tida de bautismo que los frailes como buenos: hurgadores de sacristía, pues para ello están en su elemento, han encontrado en una parroquia genovesa. A todos nosotros nos sucede lo mismo: podemos haber visto nacer o tener noticias en el momento del nacimiento de un hermano nuestro, si somos ma- yores que él, pero si somos menores entonces nó, porque aún no existíamos. ALFREDO CASTELLANOS 20 Cuando nació mi hermano Carlos en Lujan, yo ya tenía 6 años, y aunque no lo vi nacer es natural que me daría cuenta de ello á causa de la confusión ó el alboroto que reinaría en la casa en aquellos momentos, ó porque yo vería durante los días subsiguientes, a mi hermano mamando el pecho de nuestra madre; del mismo modo, mi hermano Florentino que era 5 años mayor que yo, pudo por lo menos sino me vio nacer, haberse apercibido de ello por los mismos motivos de que yo me apercibí del nacimiento de mi hermano me- nor Carlos; pero yo no puedo haberlo visto nacer ó haber tenido noticias en aquellos momentos del nacimiento de Florentino, puesto que yo nací 5 años después que él. Todo esto es tan lógico y tan elemental, que casi ni valdría la pena el explicarlo. Entonces, como esos señores frailes quieren imponer que la partida de bautismo que han encontrado en Italia, sea la de mi hermano Florentino, yo también a mi vez, con más razón y con más derecho que ellos, me permito también entrar al terreno de las suposiciones, y razonando con lo que sea lógico saco las siguientes consecuencias; dejando aparte la cues- tión de que en Génova hay numerosas familias de nuestros mismos apellidos paterno y materno, y que bien pudiera haber coincidencia en los nombres de dicha partida con los de otras personas, quiero admitir y realmente parece verosímil, de que dicha partida de bautismo pertenezca á un hijo de nuestros padres nacido allá el 19 de septiembre de 1853; y los nombres de nuestros padres Antonio Ameghino y María Dina Armanino, así parecen realmente revelarlo. Entonces, en este caso, dicho hijo vendría á ser realmente el pri- mero que tuvieron nuestros padres nacido en Italia en esta fecha (1853) pero dicho hijo del cual nunca hubo noticias, probablemente habrá fallecido á los pocos meses de su nacimiento, como sucedió con varios otros hermanos na- cidos después; y al llegar nuestros padres en 1854 á la República argentina les nació el 18 de septiembre de dicho año en Luján, el hijo que bautizaron ó á quien dieron el único nombre de Florentino, probablemente siguiendo la costumbre (aunque ellos eran extranjeros) que tenían los antiguos criollos de aquel tiempo, de bautizar ó nombrar con el mismo nombre del hijo fallecido al nuevo hijo que les nacía inmediatamente después, como para perpetuar su recuerdo. Esto es tanto más lógico y verosímil cuanto que el hijo que fi- gura en dicha partida de bautismo de los frailes nacido en Italia, se llamaba Juan Bautista Fiorino ó Florentino en castellano y como á mí me pusieron el Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 21 nombre de Juan Bautista, es muy natural que no me iban a poner el mismo nombre repetido de mi hermano mayor viviente, lo que está fuera de la cos- tumbre y de la lógica sino que me dieron uno de los nombres del primer hijo fallecido en Italia, es decir Juan Bautista ó explicándolo más claro, los dos nombres del hijo fallecido, los repartieron poniendo uno á Florentino nacido en Luján, y el otro á mí: Juan. Por lo demás Florentino desde pequeño nun- ca tuvo en Luján otro nombre más que ese, pronunciado en castellano. De manera que en este caso se comprende que no fue el hijo primogénito como dijo Leopoldo Lugones, cuyo dato se lo dimos nosotros en la ignorancia de que nuestros padres hubieran tenido en Italia otro hijo anteriormente, y no- sotros siempre hemos llamado á Florentino el hermano mayor, porque lo era realmente de nosotros los 3 que vivíamos y ahora casi casi hasta cierto punto habría que darles las gracias a los frailecitos, buenos hurgadores de cosas de sacristía, por el descubrimiento de este nuevo dato que ignorábamos”. Evidencias recientes (Boscaini et al., 2021) revelan que Florentino Ameghi- no sin duda nació en Moneglia (Liguria, noroeste Italia) el 19 de septiembre de 1853. Paoli (1960) había realizado una excelente compilación acerca de la nacionalidad italiana de Florentino, pero su trabajo quedó en el olvido. Juan le escribe a Castellanos sobre la salud de Carlos Ameghino En 1911 Carlos Ameghino es designado jefe de la Sección Paleontología del entonces Museo de Historia Natural de Buenos Aires, y desde 1917 a 1923 ocupó la dirección del mismo. Su quebrantada salud lo obligó a dejar el cargo en repetidas oportunidades, ocasiones en que fue reemplazado por Lucas Kraglievich lo que seguramente generó en éste un sentimiento de per- tenencia (ver más adelante). El 31 de mayo de 1915, Juan le escribe a Castellanos: “También le pido disculpa por contestar recién ahora á su atenta de mayo 9, debido á diver- sas causas entre las cuales la principal proviene á causa de hallarme con mi hermano Carlos desde hace un par de meses, enfermo de Neurastenia; esa enfermedad nebulosa é incomprensible que ya lo ha atacado cuatro veces en ALFREDO CASTELLANOS 22 el espacio de 12 años y siempre de una manera agudísima. Á una persona in- teligente como lo es Ud. no se le escapará de considerar el estado de ánimo y lo ocupado y preocupado que estaré casi continuamente debido á dicha cir- cunstancia, de tal manera que casi me falta el tiempo necesario entre diversas cosas, para contestar á un cúmulo de cartas que se me van aglomerando”. La preocupación por la enfermedad de su hermano la reitera en varias oportunidades. Así el 12 de julio de 1915 expresa: “Recibí sus dos cartas pero como estoy sumamente ocupado en parte por la enfermedad de mi hermano el cual va algo mejor, por ahora no tengo tiempo para contestarlas y lo haré próximamente cuando pueda”. El 16 de octubre de ese mismo año se explaya sobre el tema: “Por lo que respecta a mi hermano Carlos, hay que tener en cuenta que por el momento es inútil toda tentativa al respecto, á causa de la enfermedad que lo aqueja, pues tal vez Ud. inducido en error habrá creído que ya estaría restablecido, al leer Ud. en la portada de la nueva edición de “Filogenia”, que la corrección de dicha obra ha sido hecha bajo la direc- ción de él; pero hay que tener en cuenta que dicha corrección, él ya la había preparado algún tiempo antes de enfermarse, así como también ya había preparado los originales de su trabajo “El fémur de Miramar”. Pero desgra- ciadamente, la realidad es muy distinta, pues Carlos siempre sigue enfermo de la Neurastenia, la cual lo agarra durante un cierto espacio de tiempo de una manera feroz, que lo anula é imposibilita completamente par cualquier Figura 9. Carlos Ameghino y Juan Ameghino. Fotografías de la revista Para Ti, 1954. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 23 trabajo tanto manual como intelectual, y es inútil todo esfuerzo para hablarle de ninguna cosa pues lo único que puede hacer, es razonar continuamente sobre su enfermedad, no pudiendo substraerse un minuto á dicho pensa- miento lo cual repite continuamente como un fatídico disco de fonógrafo, y todo ello mezclado casi continuamente con un perpetuo llanto plañidero desde hace 6 meses, lo cual á mí me afecta de tal manera, que algunas veces tengo la cabeza tan revuelta, que sinó tuviera el cerebro tan bien asentado como lo tengo, herencia de mi buena madre que así era también ella, temería volverme loco; y esto lleva miras de prolongarse todavía quien sabe cuántos meses más, á pesar de que ahora está mucho mejor; pero los neurasténicos son así, nunca dan su brazo á torcer, y es inútil decirles que están algo mejor, pues ellos continuamente dicen que están cada vez peor”. El 11 de enero de 1916 escribe: “Recibí sus cuartillas del día 5 fechadas en Córdoba y le agra- dezco infinito las instrucciones que me ha dado respecto á la enfermedad de mi hermano, así como también le pido disculpa por las molestias que esto le habrá causado”. 1917 - Castellanos, Vignati y las réplicas al padre Blanco El sacerdote español José María Blanco (1878-1957) llegó a Buenos Aires cuando era niño. Estudio en Buenos Aires en el Seminario Conciliar, ingre- sando luego a la Compañía de Jesús; concluido el noviciado en la ciudad de Córdoba regresó a España para estudiar filosofía. Ya ordenado, Blanco re- gresó al Río de La Plata en 1913, primero en Montevideo y tres años después en el Seminario Pontificio de Villa Devoto en Buenos Aires (Asúa, 2009). A partir de 1916 comenzó a publicar artículos sobre paleoantropología en la revista católica Estudios. Sobre Blanco expresa Asúa: “Convencido enemigo de la teoría de la evolu- ción en cualquiera de sus versiones, Blanco desplegó y guio desde las pági- nas de la revista Estudios una campaña en contra de las ideas evolucionistas que se extendió por casi una década (1916-1925). La culminación de este es- fuerzo, concentrado en refutar la teoría de Ameghino acerca del origen del ser humano en América durante el periodo Terciario, fue la denuncia de uno ALFREDO CASTELLANOS 24 de los fraudes científicos más notables que tuvieran lugar en la Argentina” (Asúa, 2009: 313). El último párrafo mencionado se refiere a la cuestión del “hombre de Miramar” (véase Tonni et al., 2001; Bonomo, 2002). Cabe señalar que la revista Estudios apareció en julio de 1911 y fue publica- da por la Academia Literaria del Plata, que había sido fundada en 1870 por el sacerdote jesuita Vicente Gambón, un destacado gestor de actividades cul- turales católicas. La revista tuvo como primer director a Gustavo Martínez Zubiría (1883-1962), siendo uno de sus más activos colaboradores Atilio Va- lentín Dell’Oro Maini (1895-1974), líder del sector estudiantil que se opuso a la Reforma Universitaria de 1918, impulsor del Partido Demócrata Cristiano y Ministro de Educación de la Argentina durante la Revolución Libertadora. Como ferviente ameghiniano, Castellanos no podía permanecer ajeno ante las críticas que Blanco propinaba a su mentor desde la revista Estudios. A la reacción de Castellanos se plegaron otros defensores de las ideas antropo- génicas de Florentino Ameghino, entre ellos Carlos Ameghino y Milcíades Alejo Vignati (1895-1978). Este último se doctoró en Ciencias Naturales en la Universidad de Buenos Aires y desarrolló una extensa carrera docente en el entonces Instituto del Museo de la Universidad Nacional de La Plata, donde fue profesor de arqueología, etnología y antropología; fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias. En una carta fechada en Buenos Aires el 1 de diciembre de 1916, Carlos Ameghino expresa: “Estimado amigo Sr. Alfredo Castellanos - Córdoba. Re- cibí sus cartas de Noviembre 9 y 12. También recibí las del 19, 23, y 26 de Noviembre; acompañadas de los respectivos recortes de periódicos con los desahogos de la clerigalla; yo creo que no vale la pena hacerles tanto caso a esos individuos, pues ningún diario serio les lleva el apunte y mejor es dejarlos como perros que ladran á la Luna, en vez de hacerles el honor de contestarles, pues que el mismo Florentino, en vida, así lo haría, según se desprende de lo que dice en el prólogo de “La antigüedad del Hombre en el Plata”; de que: á los frailes y á las personas ligadas por artículos de fe, no hay que tomarlas absolutamente en cuenta, ni hacerles caso ninguno. Los folletos del Chancho Blanco (*) no los tengo ni se tampoco donde conseguirlos; lo mismo sucede con otras publicaciones en el mismo sentido, que han hecho los frailungos en algunos de sus periódicos; pues yo no he leído más que lo Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 25 que publicó ‘La Nación’ (*) Espe- ro me disculpará, pues quise de- cir Padre Banco; y por efecto de un lapsus…me resultó Chancho Blanco”. Como veremos, en las cartas que Vignati le dirige a Caste- llanos, el rechazo que provoca la posición antiameghiniana de Blanco es muy fuerte y trascien- de a los artículos publicados por ambos. En una fechada en Bue- nos Aires el 19 de octubre de 1917, Vignati expresa: “Señor Al- fredo Castellanos. Distinguido Señor: En conocimiento de que Ud. acaba de publicar un folle- to criticando al insidioso del P. Blanco sobre la orientación fron- toglabelar, me permito solicitar- le un ejemplar. No solo mi afán de coleccionar todo lo que se relaciones con la vida y labor de nuestro sabio Ameghino, me impulsan a ello, sino también por ser los trabajos del P. Blanco los que constituyen en la actualidad mi ma- yor preocupación”. Días después, el 4 de noviembre del mismo año, señala: “Señor Alfredo Castellanos…En su artículo refutación al P. Blanco, ha sabido aprovechar muchos de los errores e incongruencias de que está plagado el texto de aquel, para contestarlos como corresponde. No me puedo explicar que han podido decir Manuel Samperio sobre esto. Más adelante, cuando más tiempo disponible, seguramente, podré darle un juicio más completo, e insinuarle una serie nueva de argumentos que Ud. a dejado de lado y que según creo, serían incontestables”. Más adelante refiere: “En cuanto a mi crí- tica a las conferencias del P. Blanco, se ha retrasado su publicación, porque don Carlos Ameghino desea que esta se haga en la Revista de Filosofía del Dr. Ingenieros, con quien se ha puesto al habla”. Figura 10. Milcíades Alejo Vignati (fuente: https:// issuu.com/elguionediciones/docs/medicos_medicina- n_22/s/10575882). https://issuu.com/elguionediciones/docs/medicos_medicina-n_22/s/10575882 https://issuu.com/elguionediciones/docs/medicos_medicina-n_22/s/10575882 https://issuu.com/elguionediciones/docs/medicos_medicina-n_22/s/10575882 ALFREDO CASTELLANOS 26 El “folleto criticando al insidioso del P. Blanco” al que se refiere Vignati es el titulado Sobre la orientación fronto-glabelar de Ameghino, publicado por Castellanos en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba en 1917. Allí expresa “El señor José M. Blanco acaba de publicar ·en la revista ‘Estudios’ de Buenos Aires un artículo titulado ‘Dos cráneos singulares y la orientación fronto-glabelar. Contribución al estudio de la calota ensenadense’. Aunque el referido trabajo carece en absoluto de valor científico, la 1atmófera forjada a su alrededor por elementos interesados en ello, hace necesario que nos de- tengamos a considerarlo en breves palabras” (Castellanos, 1917: 188). La “ca- lota ensenadense” no es otra que la descripta por Ameghino (1909) como Di- prothomo platensis, hallada durante las excavaciones para la construcción del puerto de Buenos Aires, y que suscitó tanto críticas a favor como en contra de las interpretaciones ofrecidas por su descriptor. Ciertamente, Castellanos fue uno de los que avalaron las conclusiones de Ameghino de manera que en el artículo que mencionamos, se dedica fundamentalmente a desacreditar las observaciones de Blanco que relacionan a la calota con cráneos modernos. Concluye Castellanos “Como adversarios leales tengamos la gentileza de de- cir que ni el propio señor Blanco puede tomar en serio su mentado procedi- miento. Digamos compasivamente y a manera de conclusión, que el señor Blanco estaba con el sistema nervioso alterado cuando publicó su trabajo y declarémosle irresponsable del delito que se le imputa . . . a condición de que no reincida” (Castellanos, 1917: 195). Claro está que Blanco no iba a callar ante los embates de Castellanos, y es así que, en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba de noviembre de 1917, le dedica una extensa réplica. Comienza diciendo: “Hace mucho tiem- po que desde las columnas de ciertos periódicos y en las páginas ·de algunas revistas estudiantiles, vienen algunos apasionados de Ameghino atacando mis trabajos sobre las teorías de este naturalista… Un artículo de1 Sr. Al- fredo Castellanos, aparecido en uno de los periódicos de Córdoba, llamó no poco mi atención, no solo por la falta de cultura con que estaba escrito, sino también por el cúmulo de falsedades manifiestas con que aparecía bajo una firma que yo había creído honorable. Calléme entonces también, pues revestía carácter de impugnación personal y a los ataques personales estoy decidido a no contestar. Pero, he aquí, que en la ‘Revista de la Universidad Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 27 Nacional de Córdoba’ apareció dicho artículo en una nota del número de agosto de 1917, algo más acicalado en lo que a la cultura se refiere es verdad, pero con no pocos errores y falsías…” (Blanco, 1917: 306-307). Y concluye de manera similar a como lo había hecho Castellanos: “Como adversarios leales tengamos la gentileza de decir que el mismo señor Caste- llanos no puede tomar en serio crítica tan falta de verdad y desprovista de ciencia a sabiendas. El haberla escrito de buena fe, le hubiera colocado a un nivel intelectual deplorable. Digamos, pues, compasivamente y a manera de Conclusión, que el señor Castellanos ·estaba con el sistema nervioso alte- rado, talvez por compromisos contraídos o por la fiebre del ameghinismo, cuando rompiendo todas las trabas de la cultura, de la verdad y de la probi- dad científica publicó en los periódicos una crítica como la que motiva esta réplica. ¡Ameghino le perdone el mal que le ha hecho!” (Blanco, 1917: 340). La calota del Diprothomo fue asignada por Ameghino a la base del Plioce- no, e identificó en ella “rasgos evolutivamente muy antiguos, tales como un achatamiento de la frente (mayor a la de Homo neanderthalensis King) y una pequeña capacidad craneana (menos de 1100 cm3). Expresó que “La calo- ta del Diprothomo es, por el momento, el más antiguo resto que se conozca proveniente del cráneo de un verdadero homínido” (Politis y Bonomo, 2011: 109). Recientemente se dató por radiocarbono un fragmento de la calota -que presenta un alto contenido de colágeno-, obteniéndose una edad de 230 ± 40 14C años AP (Politis y Bonomo, 2011); esto demuestra que se trata de un cráneo reciente donde los supuestos caracteres primitivos resultan funda- mentalmente de una incorrecta orientación. Retornando a la carta del 4 de noviembre de 1917, Vignati refiere a su críti- ca a Blanco, que por deseo de Carlos Ameghino debía publicar en la Revista de Filosofía dirigida por José Ingenieros (1877-1925). En una carta del 6 de di- ciembre de 1917 le comenta a Castellanos “Su proposición de hacer publicar mi crítica la P. Blanco me pareció muy buena, pero como los originales de ella han sido entregados al Dr. Ingenieros para su Revista de Filosofía, no me pareció propio el remitirle copia sin antes inquirir como tomaría este, el reti- ro del artículo. Consulté el caso con Don Carlos Ameghino, al que también le pareció muy buena idea, pero chocó con el obstáculo ya citado: la necesidad de retirar el artículo de la Revista de Filosofía para que fuese original su pu- ALFREDO CASTELLANOS 28 blicación en la de la Universidad. El Señor Ameghino me prometió ponerse al habla con Ingenieros para ver si se puede hacer algo. La imposibilidad de esta edición simultánea me priva de poder acceder a su pedido”. En defini- tiva, la crítica a Blanco que menciona Vignati no fue publicada en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba; recién en 1920 en una edición particular y dentro de la temática vinculada con la paleoantropología en la Argentina, aparecen algunas citas críticas (Vignati, 1920). En suma, como bien señala Daino (1979) “… debemos de aclarar que la figura del Padre Blanco, más teólogo que científico, aparece en escena como un descalificador de la obra de Ameghino pero la realidad es otra; es un oponente a la teoría del evolucionismo” (Daino, 1979: 75). Daino cita textual- mente a Vignati (1920) cuando dice “Entremos a estudiar las dos primeras conferencias [se refiere a las de Blanco] que versan exclusivamente sobre las teorías darwinistas, transformistas y seriaciones de Ameghino. Apenas las comentamos por cuanto el conferencista, desde el comienzo niega la posibili- dad de la evolución, solidarizándose con quienes han afirmado que tal teoría es simplemente una ‘excéntrica osadía’” (Daino, 1979: 75). Ciertamente, en el “mundo ameghiniano” la descalificación de Blanco y sus opiniones fue tal que cuando éste pone en evidencia el fraude del “hombre de Miramar”, no es tomado en cuenta dentro de ambiente científico de la época y pasó mucho tiempo hasta que la situación fue aceptada (Tonni et al., 2001; Tonni, 2016; véase también Asúa, 2009) 1918. Castellanos y la Reforma Universitaria En 1918 Castellanos es electo por el Centro de Estudiantes de Medicina como delegado ante la comisión directiva de la Federación Universitaria de Córdoba, creada en mayo de ese año. Junto a Enrique F. Barros (1893-1961) y a Manuel Gumersindo Sayago (1893-1959), tuvo una destacada actuación en la reforma universitaria. Su acción se centró en colocar en las cátedras a profe- sores competentes, a la implementación de centros de investigación científica en las facultades, y a la modernización de los métodos de enseñanza (Torello, 1919). Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 29 Tauber et al. (2013) consideran a Castellanos un gran pensador latinoameri- cano, uno de los principales ideólogos de la Reforma Universitaria y autor del Manifiesto Liminar, el principal documento de ese movimiento, que fue firma- do por Alfredo Castellanos, entre otros reformistas. La década de 1920 La llegada de los gobiernos radicales al poder, a partir de 1916, y el proceso conocido como Revolución Rusa --que culminó en la creación de la Repúbli- ca Socialista Federativa Soviética de Rusia--, tuvieron influencia en el movi- miento conocido como Reforma Universitaria de 1918. Este movimiento tuvo su epicentro en la Universidad Nacional de Córdoba, e implicó la modificación de los estatutos universitarios. El movimiento reformista generó un nuevo tipo de universidad basada en la participación estudiantil en el gobierno, la periodicidad en el ejercicio de la cátedra, los concursos para la elección de profesores, la asistencia libre a clases y la extensión universitaria. La Reforma Universitaria implicó en su momento el desarrollo de las universidades como núcleos educacionales y de formación científico-tecnológica. La década de 1920 es un período en el que los elementos relacionados con la producción cultural local se modifican. No sólo se trata de una época de intensa producción sino de un momento clave para la conformación del cam- po artístico. El regreso al país de las nuevas generaciones que estudiaron en Francia marca un avance de los nuevos lenguajes y la aparición de propuestas relacionadas con las vanguardias históricas europeas (véase Artundo, https:// www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v03/Artundo.html). Desde el punto de vista económico, el período de gobiernos radicales que culminó con el golpe cívico-militar de septiembre de 1930, tuvo gran impor- tancia ya que los presidentes tuvieron que afrontar el grave evento histórico que significó la primera guerra mundial. La Argentina, país agroexportador, debía adecuarse rápidamente bajo el riesgo de no poder colocar su produc- ción. Comenzó entonces un proceso de sustitución de las importaciones y una lenta industrialización, que dio lugar a varios conflictos sociales. Durante la década que comentamos, la paleontología, especialmente la de ALFREDO CASTELLANOS 30 los vertebrados, se desarrolló en principalmente en dos ámbitos: el Museo Nacional y el Museo de La Plata. Mientras que en el Museo Nacional (actual Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia), el cultivo de la disciplina recayó en autodidactas -continuando con la tradición ameghinia- na-, en el museo platense, incorporado a la Universidad Nacional de La Plata en 1906, la paleontología se desarrolló bajo una fuerte formación académica. En 1917 Carlos Ameghino asumió como jefe de la Sección de Paleontología del Museo Nacional, y de 1919 a 1923 fue director de la institución. Bajo su protección crecerán las cuatro figuras continuadoras de la obra de Florentino Ameghino, que con sus propias características imprimieron un fuerte desarro- llo a la paleontología de los vertebrados. Estos cuatro personajes fueron Lucas Kraglievich, Carlos Rusconi, Alfredo Castellanos y Lorenzo Julio Parodi, cuya labor se vio interrumpida por los hechos del año 1930, a los que haremos refe- rencia en otro apartado. En 1895, el suizo Santiago (Jakob) Roth (1850-1924) se incorporó al Museo de La Plata como jefe de la Sección Paleontología, y desde la nacionalización del museo se desempeñó también como profesor de Paleontología. A la muerte de Roth, el cargo de jefe le es propuesto a Lucas Kraglievich, quien no lo acepta. En 1925, Ángel Cabrera y Latorre (1879-1960), destacado mastozoólogo espa- ñol de dilatada carrera y cultura, asumió como jefe de la entonces División de Paleontología, ocupando además el cargo de profesor de Paleontología. Con referencia a la labor de Cabrera, el destacado biólogo y paleontólogo Osvaldo Reig (1929-1992) señaló: “Con igualdad de méritos trabajó con reptiles, anfi- bios, aves y peces fósiles. Sus propios trabajos de campo… lo pusieron ante la novedad de que nuestro país alberga importantes faunas de vertebrados terrestres y acuáticos del Mesozoico, cuyo estudio y descripción aborda con prolijo método y atinada interpretación…Pero la labor de Cabrera tiene su elevada calificación tanto en lo cuantitativo como en lo que hay en su obra de contenido teórico y de orientación doctrinaria. A través de ella se da el más lúcido antecedente de una actitud racional hacia nuestros estudios, desde el momento en que ejemplifica las virtudes del rompimiento de las fronteras entre la temática paleontológica y la neontológica en la investigación de los vertebrados” (Osvaldo Reig, 1961: 88). Cabe destacar que la actividad de Ca- brera fue secundada desde 1926 por Mathilde Dolgopol de Sáez (1901-1957) Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 31 --doctorada bajo su dirección--, quien se desempeñó como Jefe de Laboratorio y Jefe de Trabajos Prácticos de paleontología. Fuera de Buenos Aires y La Plata, la paleontología tuvo escaso desarrollo institucional. Merecen citarse dos casos que, durante la década, culminan en la formación de museos que actualmente siguen contribuyendo al conoci- miento paleontológico. En la ciudad de Mar del Plata, alrededor de 1920 se instala el naturalista y paleontólogo autodidacta italiano Lorenzo Scaglia (1877-1954). Comenzó allí a recolectar restos paleontológicos en los niveles pliocenos y pleistocenos de los acantilados costeros de la provincia de Buenos Aires. Por sus descubri- mientos, se convirtió en una personalidad que alcanzó un importante reco- nocimiento en el campo científico. Sobre la base de su colección, en 1938 se creó el Museo Regional, Histórico y Tradicional de Mar del Plata “Florentino Ameghino” (actualmente, Museo Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia). En la ciudad de Paraná, Entre Ríos, el actual Museo Provincial de Ciencias Naturales y Antropológicas “Prof. Antonio Serrano”, fue creado en 1917 por un grupo de jóvenes estudiantes de la Escuela Normal y el Colegio Nacional de Paraná, nucleados en la “Asociación Estudiantil Pro Museo Popular”. La comisión organizadora estuvo encabezada por Antonio Serrano (1899-1982), uno de los iniciadores de la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918, quien se dedicó especialmente a la antropología y arqueología. El impulso de estos jóvenes los llevó a integrar colecciones de geología, paleontología, arqueo- logía y zoología, además de una biblioteca científica y a editar la Revista del Museo Popular. El museo fue dirigido por Serrano, desde los primeros años -cuando se denominaba Museo Escolar Central-, hasta su muerte. Contextos históricos de la formación de museos y sociedades de ciencias A instancias de las políticas de Sarmiento y de Mitre se favoreció la llegada al país de destacados catedráticos naturalistas, viajeros curiosos y coleccionis- tas del viejo mundo. Sus comunicaciones abrieron el interés de Europa por ALFREDO CASTELLANOS 32 los objetos raros y antiguos, y por el conocimiento de las ciencias del pasado. Impulsado por este contexto a mediados del siglo XIX comienza un proceso de consolidación de la actividad científica argentina que se va institucionali- zando con la fundación de diferentes entidades académicas. Mitre, Burmeister y Mantagazza formaron la Sociedad Anticuaria del Plata y la Sociedad Amigos de la Historia Natural, que en 1866 dio origen a la Sociedad Paleontológica de Buenos Aires (Fernández, 1980). En 1869 se forma la Academia de Ciencias de Córdoba, la Sociedad Científica Argentina en 1872, y la Academia Nacional de Ciencias en 1888 (Carnese, Cocilovo y Goicoechea, 1991-92). Con el auspicio de estos organismos se llevan a cabo importantes expedicio- nes que posibilitaron la formación de grandes colecciones biológicas, antropo- lógicas, arqueológicas y paleontológicas, y una valiosa producción cognitiva, resultado de investigaciones que se plasmaron en las revistas de ciencia patro- cinadas por éstos mismos organismos. En este marco de afianzamiento académico, los museos concretan su proyec- to de formación. El Museo de la Confederación que había fundado Urquiza en 1854 participaba de las Exposiciones Universales de Paris (Podgorny, 1997), donde los países americanos exhibían en Europa sus productos naturales y recursos, despertando interés en los hombres de ciencia y más especialmente en los inversionistas. En 1884 se crea el Museo Provincial de Entre Ríos y ese mismo año el Museo de La Plata, por iniciativa de Francisco Pascasio Moreno (Cornero 2007). En 1823, a instancias de Bernardino Rivadavia se había creado el Museo Público de Buenos Aires, que comenzó a reactivarse a partir de 1852. A lo largo del tiempo, este museo recibió variados nombres: Museo Nacional, Museo Nacional de Historia Natural, Instituto Nacional de Investigaciones de las Ciencias Naturales y Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, y por último Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (MACN) e Instituto Nacional de Investigación de las Ciencias Naturales. Los museos universitarios Las primeras universidades argentinas, acompañando este proceso, or- ganizan sus colecciones en museos, cuyo objetivo específico era el uso de Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 33 elementos museológicos con fines didácticos para la formación estudiantil. Estos museos eran dependientes de cátedras, escuelas y facultades. Así se crea el museo de la cátedra de Mineralogía en 1879, el Museo de Antropología y Paleontología en 1883 y el Museo de Botánica en 1884, to- dos dependientes de la Universidad Nacional de Córdoba. (Informe sobre la marcha del Museo Mineralógico de la Universidad Nacional existente en Córdoba. 1879. Bol. Academia Nacional de Ciencias de Córdoba. Tomo III. Nro. 2 y 3.) Como ya señalamos, en 1884 se crea el Museo de La Plata, en parte con las colecciones particulares de Francisco P. Moreno, pasando a dependencia de la Universidad Nacional de La Plata en 1906. Previamente (1904) se había creado el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires en 1904. La Universidad de Buenos Aires ya contaba con su museo de patología desde el año 1887 cuando se creó la cátedra de Anatomía Patológica cons- tituida con piezas anatómicas originadas en las autopsias del Hospital de Clínicas (Reeves, 1993). La flamante Universidad Nacional del Litoral, aprueba en los años 20s la formación de sus primeros museos: el Museo de Anatomía y Fisiología Pa- tológicas se constituye en el año 1921 el Museo de Anatomía Normal y el Museo de Odontología en el año 1927 y ese mismo año también el Museo de Antropología y Anatomía Comparada, en la Facultad de Ciencias Médicas (Boletín del Museo de Antropología y Anatomía Comparada. 1928. Vol. I. Facultad de Cs. Médicas. Universidad Nacional del Litoral. o Inédito. Recto- rado, Universidad Nacional de Rosario). En 1922, Alfredo Castellanos funda el Museo Florentino Ameghino de Geología y Paleontología, en la entonces Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales, hoy Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario. En 1927 Alfredo Castellanos creaba también el Museo de Antropología y Anatomía Comparada en la Facultad de Ciencias Médicas. Estos dos últimos museos comparten su origen en la figura de Castellanos, quien además de docente de ambas facultades fue colector, curador y gestor de colecciones. ALFREDO CASTELLANOS 34 El Museo de Geología y Paleontología Florentino Ameghino de la Universidad Nacional del Litoral, en Rosario El entonces Museo Florentino Ameghino nace con la Universidad Nacio- nal del Litoral, adosado a la entonces cátedra de Mineralogía y Geología, por iniciativa de Alfredo Castellanos cuyo espíritu emprendedor por formar un museo de la Facultad se lee en la Memoria de la Facultad de Ciencias Mate- máticas: “practicar excursiones con los alumnos a las sierras de las provincias, costas de los ríos, etc. los que coleccionarán minerales, fósiles, maderas, que servirán de base al Museo de Ciencias Naturales (...)”, (1920 y 1921, pág. 72) En marzo de 1920 Castellanos envía una carta al Delegado Organizador de la Facultad, que da cuenta de la existencia y funcionamiento del museo, pre- viamente a su reconocimiento institucional que se dará recién en 1922: “En mi carácter de Profesor y Encargado del Museo de Mineralogía y Geología de la Facultad de Cs. Matemáticas Físico Químicas y Naturales de la Universidad del Litoral, con el fin de proveer a la Biblioteca (…)” (Castellanos, 1920 Archi- vo Epistolar: 047). “La creación de este Museo adosado a la cátedra respectiva fue in líteres pues jamás se le dotó de recursos necesarios para la adquisición de elementos. Fue formado con algunas colecciones donadas y materiales que yo recogía en excursiones geológicas no costeadas por la Facultad”. (Castellanos, 1938 :9). El museo comenzó a consolidar sus colecciones con compras de materiales en Buenos Aires. Los fósiles ingresados en el Inventario Oficial del museo datan del año 1917. Posteriormente se incrementó con costosas colecciones de fósiles que llegaban al puerto de Rosario procedentes de Europa y materiales fósiles, arqueológi- cos y osteológicos colectados en las expediciones científicas de quien fuera su propulsor y director, y por intercambio interinstitucional. Julio S. Gorbea había sido interventor en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Córdoba en 1918, y en su nuevo puesto deseaba llevar a la práctica las ideas reformistas, sobre la base de las cuales dispuso una regla- mentación referente a la constitución y organización que fue aprobada por Resolución de Ministerio de Justicia e Instrucción Pública del 22 de julio de 1920. (Delfino Galles, 1990) Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 35 A pedido del estudiante delegado Rómulo Bonaudi, el C.D. resolvió de- nominar originalmente al museo con el nombre de Florentino Ameghino: En la sesión del C.D. del 21 de junio de 1922 (acta nº 6) “se lee un proyecto de la Comisión de Enseñanza aceptando... el nombre de Florentino Ame- ghino al Museo de la Facultad. Es aprobado” (Castellanos, 1938: 9). En el año 1920 el museo comenzó a funcionar en la planta baja de un local alquilado por la Facultad de Ciencias Matemáticas, en calle Córdoba 625 de Rosario (Boletín de la Universidad Nacional del Litoral, 1929:318) donde históricamente funcionó, en 1888 el “Hotel France et d´ Angleterre”, luego pasó a ser el Grand Hotel y actualmente funciona el establecimiento edu- cativo Liceo Nicolás Avellaneda. En 1922 el museo se reconocía como institución recibiendo su nombre en el Consejo Directivo: “Al organizarse la Facultad de Ciencias Matemáticas, el Delegado Ing. Julio Gorbea, fundó adosado a la cátedra un Museo de Mineralogía y Geología (...) Fue formado con algunas colecciones que yo recogía en excursiones geológicas” (archivo AC). En la figura 12 pueden observarse fósiles sobre la mesa, colecciones de rocas en los exhibidores y en la parte inferior de la imagen las colecciones entomológicas compradas en Córdoba al Prof. Carlos Reed, en el año 1919 (Archivo Epistolar Museo F. y C. Ameghino. Tomo I, 1919). “Por falta de partida destinada a excursiones y gastos para la adquisición de materiales para el Museo que debe formarse en la Facultad me ha sido imposi- Figura 11. Hotel France et d´Angleterre que luego se llamó The Grand Hotel. ALFREDO CASTELLANOS 36 ble cumplir con el plan de vacaciones a que hace referencia el Plan de Estudio (...) A pesar de ello, con nuestros recursos particulares (...) hemos coleccionado materiales que una vez clasificados servirán de base a la formación del Museo, cuyo cargo de Conservador Honorario me encomendó el Sr. Ministro”. (Cas- tellanos, 1920-21, pág. 76) Castellanos inicia su colección de fósiles en 1917, producto de excursiones en los alrededores de su casa de campo familiar La Isolina. Posteriormente suma colecciones por donación y por recolección en los yacimientos que es- tudia acompañado por sus alumnos y colegas, pudiéndose estimar una serie de más de 2000 fósiles. La colección se conformó con donaciones que recibiera de Carlos Ameghi- no, entonces director del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires, y con la compra de colecciones europeas, como la colección de inver- tebrados a Francia y Alemania, y de reconocidos colectores. El inventario original exhibe compras y donaciones de Lelong Thevenet (1886, 1917 y 1925 M.N.H.N.B.A), Museo Provincial de Historia Natural de Figura 12. Salón de planta baja asignado al Museo Florentino Ameghino en sus inicios. En Boletín UNL, 1929: 318. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 37 Córdoba (s/f), Alejandro Berro (1937-1939), Felipe López Méndez (1940-43), Emilio Wagner (1932-33), Federico Henning (1937-41), Ricardo Chaminaud (1937-41), Garibaldi Devincenzi, J. (1930), Alberto Cazeneuve (1938), Fernan- do Corbella (1944), Corbella Rhon (1945), Granito Rhon (1947), Héctor Paro- di (s/f) y E. Rhon (1934-52), entre otros. En sus investigaciones sobre la historia de la Facultad de Ciencias Mate- máticas, Delfino Galles (1990) dice que “los profesores, entre cuya nómina en el año 1922 figuran algunos de los ya nombrados como profesores y el Dr. Alfredo Castellanos en Geología y encargado del Museo” (Delfino Galles, 1990). En octubre de 1928, Irigoyen reasume la presidencia del país. Al mes si- guiente se intervienen las Universidades Nacionales y se reclama la renuncia de sus autoridades. En la Universidad Nacional del Litoral la medida queda a cargo del Interventor Roque A. Izzo. Transcurre el año 1929 entre toma de facultades y manifestaciones estudiantiles. Figura 13. Museo Florentino y Carlos Ameghino anexado al Instituto de Fisiografía y Geología, 1940. ALFREDO CASTELLANOS 38 Por decreto del Decano Interventor Hernán González, Alfredo Castellanos es destituido de sus cargos en ambas facultades y en el Museo de Antropolo- gía y Anatomía, por considerarlo “innecesario” (sic). (Boletín de la Universi- dad Nacional del Litoral. 1929. Año III. Tomo III. Nos. 1/8: 317-319). Una semana después -el 30 de abril de 1929-, el delegado Interventor de Ciencias Matemáticas, M. Belloni, decreta la supresión del Museo Florentino Ameghino. Así sus dos museos fueron eliminados y las colecciones destina- das con rumbo incierto a otras instituciones y depósitos. Castellanos en el Museo Nacional de Historia Natural En 1925 Alfredo Castellanos se incorpora como adscripto a las secciones de Antropología, Paleontología y Geología del entonces Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires (actualmente Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”). Ese mismo año, la dirección del museo lo comisiona, junto a Lucas Kraglievich, para realizar tareas de prospección paleontológica en las barrancas del río Carcarañá, entre Las Surgentes y Ca- silda. La incorporación de Castellanos se realizó bajo la gestión como director del Museo de Martín Doello Jurado (1884-1948) quien fue designado en el cargo en 1923. Además de Castellanos, durante la dirección de Doello Jurado fueron incorporados a la sección paleontología del museo Carlos Rusconi (1898-1969) y Lorenzo Julio Parodi (1890-1969) que se sumaron a Lucas Kra- glievich, incorporado previamente por gestión de Carlos Ameghino. Por ese entonces y a través de estas personalidades, el Museo Nacional se convirtió en el principal centro paleontológico del país, al menos en lo que se refiere a la paleontología de los vertebrados. Es importante señalar que el director Doello Jurado contaba entonces con un buen respaldo académico; en la Fa- cultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales --que funcionaba en el edifi- cio de la calle Perú al 200 en la Manzana de las Luces--, fue profesor suplente de Geología y Paleontología desde 1921, y a partir de 1925 quedó al frente del dictado exclusivo de Paleontología. Aguirre Urreta y Camacho (2011) señalan que “Con Doello Jurado la paleontología comenzó a ser estudiada Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 39 en forma integral pues hasta entonces había constituido un apéndice al pro- grama de Geología. En sus clases daba gran importancia al aspecto evolutivo y la sistemática de los moluscos y mamíferos. Especialmente se ocupó de nuestra fauna cuaternaria y la difusión de los temas ameghinianos” (Aguirre Urreta y Camacho, 2011: 331). Pero este auge paleontológico no duró mucho. Castellanos y Ángel Cabrera El 2 de octubre de 1929, Ángel Cabrera le escribe a Castellanos en hoja membretada del Museo de la Plata correspondiente a la jefatura del Depar- tamento de Paleontología. Dice allí: “Mi estimado amigo. Conforme en un todo con el programa tal como Ud. lo modificaba en su carta, el próximo sábado al mediodía tendré mucho gusto en saludarlo de nuevo, siéndome también muy grato encontrarme ahí con Greslebin. Ya hemos hecho aquí la Figura 14. Carlos Rusconi (a la izquierda) junto a Alfredo Castellanos (AGN). ALFREDO CASTELLANOS 40 gestión del barco de O.P. Nosotros como le dije, somos solo tres, que en el hotel podemos ocupar una pieza de tres camas o una de una y otra de dos. No telegrafiaré a no ser en el caso de que, por algún impedimento impre- visto, tuviéramos que aplazar la excursión. Hasta el sábado, pues, y con mis respetos para su esposa, lo saluda afectuosamente. A. Cabrera” Suponemos que la excursión de referencia es al río Paraná, dado que en el curriculum de Castellanos referido al año 1929, señala: “Excursiones perió- dicas de los domingos y días feriados a las barrancas del río Paraná, ribera derecha, desde la desembocadura del río Carcarañá hasta Rosario, en procu- ra de restos fósiles y perfiles geológicos”. La referencia de Cabrera al “barco de O.P.” es concordante con esta suposición. El naturalista Ángel Cabrera y Latorre nació en la ciudad de Madrid (Es- paña) el 19 de febrero de 1879. En 1925, Luis maría Torres, entonces director del Museo de La Plata, le ofrece el cargo de Jefe del Departamento de Pa- Figura 15. Ángel Cabrera en su gabinete del Museo de La Plata (AGN 67.316). Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 41 leontología del Museo y Profesor de paleontología, cargos vacantes desde la muerte de Santiago Roth en 1924. Cabrera acepta y el Museo de La Plata se beneficia al recibir al mastozoólogo hispanohablante más destacado de ese momento. En septiembre de 1925, Cabrera se embarca con su familia para la Argentina. La labor científica de Cabrera fue magníficamente sintetizada por Osvaldo Reig (1929-1992), cuando expresó: “Con igualdad de méritos trabajó con reptiles, anfibios, aves y peces fósiles. Sus propios trabajos de campo… lo pusieron ante la novedad de que nuestro país alberga impor- tantes faunas de vertebrados terrestres y acuáticos del Mesozoico, cuyo es- tudio y descripción aborda con prolijo método y atinada interpretación… Pero la labor de Cabrera tiene su elevada calificación tanto en lo cuantita- tivo como en lo que hay en su obra de contenido teórico y de orientación doctrinaria. A través de ella se da el más lúcido antecedente de una actitud racional hacia nuestros estudios, desde el momento en que ejemplifica las virtudes del rompimiento de las fronteras entre la temática paleontológica y la neontológica en la investigación de los vertebrados” (Osvaldo Reig, 1961). Ángel Cabrera murió en Buenos Aires el 8 de julio de 1960. El Greslebin al que se re- fiere Cabrera no es otro que Héctor Greslebin (1893- 1971), arquitecto y arqueó- logo, profesor de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectu- ra de la UBA; profesor de Prehistoria y Arqueología y Protohistoria Americana en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. Se desempeñó honorariamen- te en el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en el Museo Argentino de Cien- Figura 16. El arquitecto y arqueólogo Héctor Greslebin (a la izquierda) junto al ingeniero Ayerza en los túneles de la Manzana de las Luces, Buenos Aires, 1920 (fuente: Mayochi et al., 1984: Manzana de Las Luces, túneles del siglo XVIII). ALFREDO CASTELLANOS 42 cias Naturales “Bernardino Rivadavia”. Entre sus publicaciones científicas se encuentran: Fisiología y Arqueología de Sayape, Excursión Arqueoló- gica a los Cerros de Sololasta e Intihuasi en la Provincia de San Luis, An- tigüedad del hombre en Sayape, Fisiografía y Noticias Preliminares sobre arqueología de la Región de Sayape, Provincia de San Luis. 1930 - Los acontecimientos en el entonces Museo Nacional de Historia Natural Se produce el evento que Parodiz y Balech (1992) denominan “conato de revolución” y Castello (1992) “rebelión de los paleontólogos”, que se verifi- có en la Manzana de las Luces, en uno de los edificios donde funcionaba el Museo Nacional. Los hechos son resumidamente, los siguientes. Lucas Kraglievich remplazó durante varias oportunidades a Carlos Ameghino en la jefatura de la Sección Figura 17. Lucas Kraglievich en su despacho (archivo AC). Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 43 Paleontología, e incluso fue director provisional del Museo, todo ello debido a la quebrantada salud de Carlos. Ciertamente, esto y la notable actividad como investigador de Kraglievich, condujo a que el mismo se considerara con antecedentes suficientes como para desempeñar un cargo directivo. Sin embargo, en 1928, cuando Hipólito Irigoyen asumió su segunda presidencia del país, Doello Jurado fue confirmado como director del Museo. Posteriormente, los jóvenes paleontólogos de la Sección Paleontología, li- derados por Kraglievich, intentaron aprovecharse del golpe militar que de- rrocó a Irigoyen y es así que el 11 de septiembre de 1930, es decir pocos días después del golpe, Kraglievich, Castellanos, Rusconi y otros, elevaron una nota al ministro de Instrucción Pública y Justicia del dictador José F. Uribu- ru - Ernesto E. Padilla (1873-1951)-, donde efectuaban duros cargos contra Doello Jurado y solicitaban la intervención del Museo. Pero todo terminó mal para los oportunistas ya que el ministro confirmó a Doello Jurado en su cargo, quien reaccionó con una resolución fechada el primero de diciembre de ese año donde en los considerandos señala lo siguiente: “En vista de que la actitud adoptada por los adscriptos ad honorem que han firmado la pre- sentación hecha al Ministerio, referente a la Dirección de este Establecimien- to, implica como se ha informado a la Superioridad, una intromisión abusiva y una injustificada e intolerable falta de consideración hacia la autoridad que les ha dado esa designación... la Dirección resuelve dejar sin efecto la referida designación que había otorgado a los señores...” (Tonni et al., 2000: 78; un listado completo de los firmantes de la aludida nota se encuentra en Castello, 1992). Como consecuencia de los acontecimientos sumariamente relatados, Kra- glievich se traslada a Montevideo, Uruguay, regresando a Buenos Aires en 1932, año en el que muere. Castellanos se trasladó a Rosario, al Museo de Antropología y Anatomía comparada dependiente de la Facultad de Cien- cias Médicas de la Universidad Nacional del Litoral, que había fundado en 1927 (Cornero, 2007). Rusconi siguió en Buenos Aires, sin contacto con el Museo y en 1937 el go- bierno de la provincia de Mendoza lo designa director del Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas “Juan Cornelio Moyano”. Por su parte, Lorenzo Julio Parodi, pasó un período en el Jardín Zoológico de Buenos Aires, y en ALFREDO CASTELLANOS 44 1936 se incorporó a la entonces Sección Paleontológica del Museo de La Plata como preparador, siendo promovido a Jefe de Preparadores de la División Paleontología Vertebrados en 1949. De esta manera se desmembró un des- tacado equipo de paleontólogos, lo cual dio por resultado un importante re- traso en los estudios paleontológicos que se verificó hasta fines de la década de 1950. Carlos Rusconi (atrás) y Lorenzo J. Parodi en el MACN. (fuente: diario La Prensa, Buenos Aires, 9 de julio de 1930; gentileza Mauricio Parodi). Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 45 1936 - Creación del Instituto de Fisiografía y Geología de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales de la Universidad Nacional del Litoral Antecedentes La supresión del Museo Florentino Ameghino retardó en diez años la crea- ción del hoy Instituto de Fisiografía y Geología. (Castellanos, 1938:10) Más de 15 años tardó Castellanos en recuperar, al menos parte, de las colec- ciones de los Museos Universitarios. De acuerdo al Archivo de Correspon- dencia se registra un expediente de solicitud de devolución de 29 páginas entre los años 1929 y 1944. Los materiales habrían sido asignados al Instituto de Anatomía para luego trasladarlos al Museo de Farmacología y Cs. Natu- rales. (Cornero, 2007). “Tiempo después mis colecciones llenaban algunas vitrinas del Museo de Anatomía Descriptiva, pero no disponiéndose de espacio y a pedido de la Dra. Negrette, según informaciones recibidas, el material fue pasado al Mu- seo que ella dirige”. (26 de junio de 1939: 3). Expediente 26/6/1939 (Expedien- te 26/6/1939 en Archivos del Museo F. y C. Ameghino, FCEIA. U.N.R). El último reclamo registrado en Archivo data del 1 de abril de 1944, donde dice que los materiales se encuentran en el Museo de Anatomía. Parte de la colección fue recuperada y hoy se encuentra, de acuerdo a la vo- luntad de Alfredo Castellanos, en el Museo Universitario F. y C. Ameghino, de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura. Por fuentes informales supimos que la parte faltante de los materiales ha- bía sido enviada al entonces museo de la Escuela Constancio C. Vigil y que, a raíz de su desmantelamiento durante la dictadura militar de 1976, éstos habían sido derivados al Museo Provincial de Ciencias Naturales “Ángel Ga- llardo”. Desafortunadamente hoy desaparecidos para siempre con el incen- dio que destruyó el Museo de los Viejos Tribunales en el año 2001 (Cornero, 2007). En 1936 Castellanos propone un proyecto para la formación del Instituto de Fisiografía y Geología, aprobado en 1937, donde el museo, anexado como ALFREDO CASTELLANOS 46 dependencia, recuperaba su espacio institucional, después de un largo itine- rario luego de la intervención del ’29, ahora con el nombre de “Florentino y Carlos Ameghino” (Art. 5, Expediente 1822 C-1937). Conjuntamente formó la Biblioteca del museo integrada por más de 2500 libros y publicaciones especializadas en ciencias evolutivas, antropológicas y paleontológicas que se consolidó con el reconocimiento institucional de la facultad en 1948 (Res. 67/48). “Una Biblioteca de Ciencias Naturales comple- mentará la acción científica y cultural del Museo. Convenientemente organi- zada esta institución enseña el manejo de la bibliografía (...) es una fuente de información en otro aspecto distinto del Museo pero que se complementa”. (Castellanos, 1950). Abocó muchos años de su vida en ampliar el Museo y convertirlo en un gran Museo de Ciencias Naturales. En vano presentó su proyecto ante las autoridades municipales, provinciales y nacionales, procurando un espacio para construir un edificio para el Museo y su Biblioteca. Pero los cambios políticos no ayudaron a la concreción del proyecto de crear un Museo universitario con edificio propio: “En los últimos años las gestiones se han dirigido para conseguir un local a fin de organizar un Mu- seo de Historia Natural con las colecciones existentes en la Universidad, pero todas las gestiones han fracasado” (Castellanos, texto mecanografiado, in- édito). La creación Según consta en su curriculum vitae, el 19 de octubre de 1936 y por su inicia- tiva, el decano de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-químicas y Na- turales (Universidad Nacional del Litoral) hace suyo el proyecto de creación del Instituto de Fisiografía y Geología. Ese día es aprobado por el Consejo Directivo de la Facultad (acta nro.180). El 22 de octubre de ese año, de acuer- do con sus antecedentes científicos y por ser profesor titular de la asignatura Geología, es designado por el Consejo Directivo como director ad-honorem del Instituto de Fisiografía y Geología. El cargo ad-honorem lo mantiene has- ta enero de 1949, fecha en el cual es rentado. Destacamos que este instituto Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 47 es el primero que se creó en la Facultad y el único cuyo director mantuvo un cargo ad-honorem por un dilatado período. Actualmente el Instituto lleva el nombre de Instituto de Fisiografía y Geo- logía “Dr. Alfredo Castellanos” y funciona en el edificio de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario. Las investigaciones se desarrollan en el marco de programas de in- vestigación que incluyen proyectos desarrollados por personal del instituto, en cooperación con investigadores de otras instituciones, nacionales y ex- tranjeras. Publica una revista científica periódica, el Boletín del Instituto de Fi- siografía y Geología. Los recursos del instituto incluyen una importante biblio- teca de revistas científicas periódicas de todo el mundo, obtenidas por canje institucional desde el año 1937. Los archivos de hojas geológicas, topográfi- cas, fotografías aéreas y mapas pueden consultarse públicamente en la Sala Mapoteca y la Biblioteca. Las colecciones de rocas, minerales y fósiles se incrementan continuamente a partir de las muestras que son obtenidas por las investigaciones regulares, por donaciones, y por intercambio de ejem- plares. Estas colecciones son parcialmente exhibidas en una sala apropiada para su consulta por parte de los interesados. Ese año de 1936 es también utilizado por Castellanos para realizar impor- tantes tareas de campaña. En el mes de mayo, en compañía de su esposa Bertha Wyler y de Pierina Pasotti, prospecta en las márgenes del río Tercero, entre Villa María-Villa Nueva y Bell Ville, en la provincia de Córdoba. En julio realiza, en compañía de Emilio R. Wagner y Rafael Delgado Castro, una excursión a Santiago del Estero en la margen derecha del río Dulce, Llajta Mauca, El Bracho y Mistol Paso. Bertha Wyler, realizó estudios arqueológicos, entre ellos uno dedicado a las manifestaciones coroplásticas en el valle de Los Reartes. Wyler (1924) señala allí que: “En marzo de 1918, Alfredo Castellanos, recorriendo el valle de Los Reartes con ·el objeto de practicar estudios geológicos, llegó por in- dicación de un antiguo habitante de la comarca, al ‘’Alto de las Conanas’’’. De la tierra vegetal y de una vizcachera … recogió varios objetos arqueo- lógicos, entre ellos algunos de alfarería: muyunas, fragmentos de yuros, de pucos y de otras vasijas; cabezas de figuras antropomórficas y restos del cuerpo y de las extremidades inferiores…Sólo nos ocuparemos en la ALFREDO CASTELLANOS 48 presente monografía de las figuras antropomórficas, dejando para un tra- bajo posterior el resto del material encontrado” (Wyler, 1924: 141). En 1939, Castellanos dedica a su esposa un nuevo género de gliptodóntido hoplofo- rino al que denomina Berthawyleria, basándose en materiales procedentes de Punta Gorda (Colonia), y de las barrancas de San Gregorio (San José), en la República Oriental del Uruguay (Mones y Francis, 1973). Pierina Pasotti (1902-1996), fue una geóloga y geógrafa argentina gradua- da en la Universidad de Turín (Italia) como doctora en Ciencias Naturales, revalidando su título en la Universidad Nacional de Córdoba, en la espe- cialidad Mineralogía y Geología. En 1930 inicia su carrera como docente universitaria en la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales Aplicadas a la Industria, de la Universidad Nacional del Lito- ral y en 1936 se incorpora al Instituto de Fisiografía y Geología. Cuando en diciembre de 1951, el Poder Ejecutivo Nacional (decreto 25941) da por finalizada las funciones de Castellanos como profesor titular de Fisiografía, Mineralogía y Petrografía y director del Instituto de Fisiografía y Geología, Pasotti ocupa esos cargos. Emilio Roger Wagner (1868-1949), quien acompañó a Castellanos en su campaña santiagueña, era hermano de Duncan Ladislao Wagner (1864-1937). Estos dos intelectuales franceses pasa- ron gran parte de su vida en América del Sur y sus últimos años en Santiago del Estero, en la Argentina, donde am- bos murieron. Sus trabajos arqueológicos en la provincia mencionada --de por cierto muy cuestionados por Serra- no (1934) y otros colegas con- temporáneos--, se cristaliza- ron en el libro La Civilización Chaco Santiagueña y sus corre- Figura 19. Duncan Wagner (izquierda) y Emilio Wagner (derecha) (fuente: E. Lazzari en https://www.elliberal.com. ar/noticia/santiago/537533/hermanos-wagner-pioneros- ciencia?utm). https://www.elliberal.com.ar/noticia/santiago/537533/hermanos-wagner-pioneros-ciencia?utm https://www.elliberal.com.ar/noticia/santiago/537533/hermanos-wagner-pioneros-ciencia?utm https://www.elliberal.com.ar/noticia/santiago/537533/hermanos-wagner-pioneros-ciencia?utm Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 49 laciones con las del Viejo y Nuevo Mundo, publicado en 1934 en Buenos Aires, con el apoyo del gobierno de la provincia de Santiago del Estero y del estado francés. Otro de los acompañantes en el periplo santiagueño de Castellanos fue Rafael Delgado Castro (1889-1957). Nacido en España, llegó a la Argentina alrededor de 1910 y en 1912 se radicó en Santiago del Estero, donde inició una reconocida y amplia tarea escultórica, que continuaron su hijo y su nieto. Recorrió casi todo Santiago del Estero y realizó importantes prospecciones arqueológicas vinculadas con la cultura chaco-santiagueña. Las piezas arqueológicas recolec- tadas durante sus campañas, en compañía entre otros de Alejandro Gancedo (1888-1962), fueron la base para la creación del Museo Arcaico (1917), actual- mente Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales “Emilio y Duncan Wag- ner” de la capital santiagueña. Integraron su equipo el alemán Federico Hennig, curador de la colección y compañero de campañas, Cazzioli su dibujante científico, extraordinario artis- ta y caricaturista, quien elaboró todos los dibujos de fósiles, mapas y perfiles estratigráficos de las publicaciones; en los últimos años se incorporaron Ro- berto Desana, como maquetista, Vicente Ruiz como técnico no docente, Héctor Antonello como asistente técnico y de cátedra y Oscar Pavanetto como dibu- jante técnico y artístico. Entre las décadas de 1930 y 1940, Alfredo Castellanos realiza expediciones por todo el país siendo ésta su etapa de mayor producción académica, de co- lección de fósiles y de actividades docentes. Figura 20. Fotografías de campaña y de cuaderno de campo en Yocavil (archivo AC). ALFREDO CASTELLANOS 50 En 1939 el gobernador de la provincia de Santa Fe, Manuel María de Iriondo (1873-1958), designó una comisión para que tratara la creación del Museo de Historia Natural de Rosario. El cambio de gobierno no mostró interés por la iniciativa. En 1942 un grupo de diputados santafesinos (A. Rodríguez Araya, F. Beris- tain, A. Delacroix, F. Casiello, R. Dietrich, P. Pandolfo y F. Seabarino) presen- tan un proyecto al Congreso de la Nación para la creación del Museo de Cien- cias Naturales a realizarse con las colecciones del Museo F. y C. Ameghino. (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, junio de 1942, pp. 433-437). Figura 21. Museo Florentino y Carlos Ameghino en 1948. A. Castellanos, P. Pasotti, F. Hennig, R. Cazzioli, J. Benvenutti y Cattalano. Un hombre de acción por la ciencia y la cultura 51 Este proyecto no alcanzó a aprobarse por la disolución del Congreso de la Nación (golpe de estado del 4 de junio de 1943). Castellanos versus Frenguelli: la mediación de Adolfo Doering Gioacchino (Joaquín) Frenguelli, fue un médico y naturalista italiano naci- do en Roma, Italia, en 1883 y fallecido en Santa Fe en 1958. Estudió en la Uni- versidad de Roma, donde se doctoró en medicina y cirugía (1909), luego se dedicó a las investigaciones geológicas bajo la dirección del profesor Enrique Clerici (1862-1938). En 1911 llega a la Argentina, radicándose en la ciudad Figura 22. Joaquín Frenguelli en su despacho de director del Museo de La Plata (fuente: archivo MLP). ALFREDO CASTELLANOS 52 de Santa Fe, donde se desempeñó como médico del Hospital Italiano de esa capital y luego como director y cirujano del Hospital Italiano de Córdoba. Ya tempranamente en nuestro país continúa con su pasión por las ciencias de la tierra, especializándose en geología, paleontología (en particular paleobotá- nica), protistología (en particular diatomeas fósiles y vivientes) y paleonto- logía americana. En 1920, es designado profesor de Geología y Paleontología en la Universidad Nacional del Litoral y en 1930 fue encargado del curso de Geología en la Facultad de Química Industrial y Agrícola de la misma universidad. En 1931, se lo designó profesor de Geografía física y Geología y Paleontología en la Escuela Normal Superior de Paraná, Entre Ríos. Sobre la llegada de Frenguelli a La Plata, dice Teruggi: “Su venida a La Plata desde la ciudad de Santa Fe donde residía habitualmente, se debió al historiador Ricardo Levene, que era Presidente de la Universidad y estaba interinamente a cargo del Museo, donde Frenguelli fue nombrado Secretario en 1933. Al año siguiente fue designado Director, desempeñándose en ese cargo hasta 1946” (Teruggi, 1994: 9). Continua Teruggi sus referencias sobre Frenguelli: “Desde su arribo al país, Frenguelli - hombre de la montuosa Italia - se sintió fascinado por la inmensidad pampeana, su flora, su fauna y sus sedimentos. Su contribución geológica es notable, dado que se zambulle en el gran problema del origen de los loess de nuestra gran llanura y, sobr