Arqueología del valle medio del Río Negro [provincia de Río Negro] Prates, Luciano Doctor en Ciencias Naturales Dirección: Politis, Gustavo Gabriel Co-dirección: Martínez, Gustavo A. Facultad de Ciencias Naturales y Museo 2007 Acceso en: http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar/id/20120126000019 Naturalis Repositorio Institucional http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar Universidad Nacional de La Plata Facultad de Ciencias Naturales y Museo Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional Powered by TCPDF (www.tcpdf.org) http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar http://www.tcpdf.org A mi hermano y hermanas: Guido, Anto, Ade y Popi AGRADECIMIENTOS Desde el comienzo de esta investigación, e incluso antes, numerosas personas contribuyeron de diferente forma para que el proyecto pueda concretarse. A todas ellas mi profundo reconocimiento. En primer lugar, agradezco a mis directores, Gustavo Politis y Gustavo Martínez, no solo por su compromiso y permanente guía durante cada una de las etapas del trabajo y rigurosa lectura de la tesis, sino por haberme proporcionado todas las herramientas necesarias para su realización. Agradezco también a Mariano Bonomo quién, además de haber leído la totalidad de los capítulos, estuvo presente desde los inicios de mi formación como arqueólogo. Debo mencionar la inmensa solidaridad del resto de los compañeros del equipo de investigación del que formo parte (Patricia Madrid, Rodrigo Angrizani, Catriel León, Alejandra Matarrese y Clara Scabuzzo). Sin el acompañamiento cotidiano y colaboración permanente y desinteresada de todos ellos hubiera sido difícil conseguir los objetivos alcanzados. Para la realización de los trabajos de campo fue sustancial el aporte de mucha gente. La infinita generosidad y cordialidad de Walter Bini, en General Conesa, y permanente colaboración de Carlos Montobbio, en Choele Choel, permitieron resolver la mayoría de los problemas de organización y logística en Río Negro. A todos los propietarios y encargados de los campos por su buena voluntad y predisposición con los integrantes del equipo. Entre ellos debo destacar la inestimable cooperación de Henry Quini (y familia), Ricardo Dailoff (y familia) y Mario Mora, en cuyas propiedades se llevó a cabo la mayor parte de las de prospecciones y excavaciones. Debo mencionar la dedicación y el esfuerzo de quienes participaron en los trabajos de campo: Catriel León, Nicanor Marsans, Violeta Di Prado, Rocío Scalice, Elena Bergé, Leire Carrascosa, María Martha Sarmiento, María José Cigorraga, Marilén Fernández, Giovanna Salazar Siciliano, Julia Trovato López, Florencia Roesler, Rocío Blanco, Víctor Cudemo, Virginia Linch, Julieta Linch y Ariel Ziaurriz. Agradezco especialmente a Catriel León que colaboró intensamente en las prospecciones y excavación de los sitios Angostura 1 y Negro Muerto y a Leire Carrascosa, Nicanor Marsans, Daniela Mansegosa, Violeta Di Prado y Rocío Scalice, quienes además participaron con entusiasmo y compromiso en los trabajos de gabinete. A través de sus informes, numerosos investigadores de diferentes disciplinas colaboraron en temas específicos que enriquecieron el contenido de esta tesis. En la determinación y análisis de los restos faunísticos participaron Mariano Merino, Germán Moreira, Luciano De Santis, Francisco Prevosti, Eduardo Tonni, Carolina Acosta Hospitaleche, Francisco Zangrando, Mercedes Azpilicueta, Alberto Cione, Mónica Tassara y Estela Martín. Aylén Capparelli realizó la determinación de los vestigios vegetales y Claudia Di Lelo el análisis de los cortes petrográficos de las materias primas líticas. Alejandra Matarrese colaboró en el análisis de algunos instrumentos de molienda y Heidi Luchsinger describió el contexto geomorfológico de los sitios y efectuó el análisis micromorfológico de los sedimentos. A esta última debo fructíferos debates e intercambios de ideas. Agradezco también a Rodrigo Angrizani por su incansable ayuda con las imágenes y a Diego Gobbo por su paciente colaboración en el procesamiento informático de los datos. Varias personas colaboraron desinteresadamente en esta investigación a través de sus sugerencias y aporte de material bibliográfico (en algunos casos inédito) y por facilitarme el acceso a materiales de colecciones. Entre ellos debo incluir a Jorge Rabazza, Carlos Merg, Luis Spalletti, Cristián Favier Dubois, Caudine Karlin, Jacques Pelegrin, Cristina Bayón, Ramiro Barberena, Mikel Zubimendi, Amalia Sanguinetti de Bórmida, Salomón Hocsman, Alberto Cimino, Nora Flegenheimer, Alicia Castro, Luis Borrero, Eduardo Tonni, Iván Pérez, Agustina Massigoge, Victoria Pedrotta, Máximo Farro, Laura Miotti, Luis Orquera, Marcela Leipus, Diego Verzi, Pablo Teta, Ulyses Pardiñas, Marina Aguirre, María Delia Arenas, Roxana Cattáneo, Elena Bergé, Guadalupe Klich, Victoria Coll, Silvina Pérez y Salatino Mazzulli. También mi agradecimiento para quienes realizaron la lectura crítica, total o parcial, de versiones preliminares de algunos capítulos: Constanza Pedersoli, Soledad Marciani, Walter Bini, Aylén Caparelli y Violeta Di Prado. Sus diferentes miradas contribuyeron significativamente al mejoramiento de este trabajo. Esta investigación ha sido realizada con el apoyo de CONICET, de quién recibí una beca interna doctoral. Asimismo, la mayor parte de los medios económicos e instrumentales que hicieron posible su realización fueron obtenidos de varios proyectos de investigación (UNLP, CONICET y Fundación Antorchas) dirigidos por mis directores. Agradezco a la Sociedad Rural de Choele Choel y a la Municipalidad de General Conesa (provincia de Río Negro) por la provisión de parte del combustible utilizado en las campañas. A Alejandro Santos y Amanda Isidori por la gestión de pasajes para el traslado de algunos estudiantes que participaron en las excavaciones y a Guillermo Malvino por proporcionar su bote para la realización de las prospecciones fluviales. Finalmente, mi agradecimiento a toda mi familia por su apoyo incondicional y a Constanza por su constante compañía e infinita paciencia. RESUMEN En esta tesis se presentan los resultados de las investigaciones realizadas en los últimos 5 años en el sector norte del valle medio del río Negro (provincia de Río Negro), entre la localidad de Choele Choel y el paraje Boca de la Travesía. Hasta ahora, la información arqueológica disponible sobre este sector de Norpatagonia era escasa y fragmentaria. Mediante esta investigación se busca, por un lado, caracterizar los modos de vida de las sociedades humanas que ocuparon el área en momentos pre-hispánicos y, por otro, determinar sus posibles vinculaciones con las establecidas contemporáneamente en áreas vecinas. Asimismo, se discute sobre la forma en que dichas sociedades utilizaron los distintos sectores del paisaje, sobre las estrategias tecnológicas empleadas para la explotación de los recursos y sobre los patrones generales de movilidad de los grupos. A partir de esta información se formulan algunas hipótesis referidas a la dinámica y adaptación de las poblaciones aborígenes en el valle medio del río Negro y se discuten algunos de los supuestos planteados con anterioridad por otros autores para el sector inferior de la misma cuenca y para el litoral marítimo norpatagónico. La información contenida en la tesis se organiza en ocho capítulos. En los primeros tres se resume y analiza la información ambiental, etnográfica y arqueológica producida por otros investigadores y considerada relevante para el tema de investigación. En el capítulo 4 se dan a conocer los resultados de las prospecciones sistemáticas (terrestre y fluvial) realizadas en el área de estudio. A partir de ellos, se discute sobre el uso diferencial de los distintos sectores del paisaje y se evalúa la importancia de los procesos post-depositacionales en la preservación y visibilidad del registro arqueológico. El capítulo 5 está dedicado al estudio de los materiales arqueológicos superficiales. Se exploran varios aspectos vinculados con la tecnología lítica a nivel regional y, a partir de las características de los materiales identificados en los sitios, se infieren las actividades realizadas en ellos (actividades de talla y actividades de obtención, procesamiento y consumo de alimentos) y el tipo de contexto en que fueron generados (áreas de actividades múltiples y de actividades específicas). En los capítulos 6 y 7 se presentan los resultados del estudio de los sitios en estratigrafía excavados en el valle medio (Negro Muerto y Angostura 1). En ambos casos se sintetiza la información estratigráfica y cronológica, se describen los datos correspondientes a los distintos tipos de materiales registrados (líticos, faunísticos y cerámicos) y se infieren las actividades realizadas en ellos. En el último capítulo se integra la información de toda la tesis y se propone un modelo arqueológico general para el área de estudio. Los aspectos principales de esta discusión se sintetizan en los siguientes puntos: Aunque probablemente el valle del río Negro fue ocupado a lo largo del todo el Holoceno, las evidencias arqueológicas corresponden al Holoceno tardío. Este sesgo habría sido generado por el efecto de diversos agentes naturales sobre la visibilidad y preservación del registro. Los grupos humanos establecidos en el área durante los últimos dos milenios aprovecharon sistemáticamente los espacios ribereños para instalar sus campamentos residenciales, principalmente la costa de los canales de inundación y brazos del río y de las lagunas formadas en el sector bajo de la planicie aluvial. Los espacios inter-ribereños del valle y los sectores altos de meseta se utilizaron para la realización de actividades específicas fuera de los campamentos. La subsistencia se basó en una marcada diversificación de la dieta incluyendo numerosas especies de animales y vegetales (terrestres y fluviales). Cerca de los campamentos residenciales se aprovechó recurrentemente la fauna fluvial (moluscos, peces, aves y mamíferos pequeños). En los sectores altos se obtuvieron las especies de fauna que más volumen de alimento aportaron a los grupos, en especial guanaco (Lama guanicoe) y venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus). Los grupos se habrían desplazado por el espacio a través de un patrón de alta movilidad residencial. Luego de períodos cortos de ocupación de sectores ribereños, los campamentos habrían sido mudados a lugares con características similares dentro de la misma cuenca. Desde las bases residenciales se habrían utilizado tres estrategias básicas de movilidad para la obtención de los recursos: desplazamientos continuos en el área inmediata de los campamentos, partidas diarias realizadas a los sectores altos del valle y/o mesetas adyacentes (daily foraging trips) y partidas logísticas de más de una jornada a lugares alejados ubicados fuera de la cuenca. Aunque las sociedades que habitaron el área de estudio no exhiben características de un modo de vida “fluvial”, el uso del espacio, los recursos explotados y la movilidad sugieren una marcada adaptación a la vida en el valle. La combinación de diversos aspectos de la cultura material refleja una mayor interacción de los grupos del área con los establecidos en otras micro-regiones ubicadas al norte de la cuenca que con los típicamente patagónicos ubicados al sur. Aunque esto no implica negar la fluida circulación de ideas, bienes y personas entre el norte y sur del río Negro a lo largo de todo el Holoceno, sobre todo en momentos cercanos y posteriores a la conquista. ÍNDICE Tomo I INTRODUCCIÓN GENERAL 1 CAPÍTULO 1 ASPECTOS AMBIENTALES DEL ÁREA DE ESTUDIO 1. Introducción 7 2. Geología 9 2.1. Antigua planicie aluvial disecada 9 2.2. El valle del río Negro y sus formas asociadas 10 2.2.1. Cambios de ubicación del cauce del río 12 2.2.2. Formación de lagunas dentro de los paleocauces 14 2.3. Estratigrafía 15 3. El río Negro actual 16 4. Biogeografía 19 4.1. Fitogeografía 20 4.2. Zoogeografía 24 5. Climatología 26 5.1. Clima actual 26 5.2. Paleoclima 27 6. Consideraciones finales 30 CAPÍTULO 2 LOS RECURSOS UTILIZADOS POR LAS SOCIEDADES ABORÍGENES SEGÚN LAS FUENTES DE INFORMACIÓN ETNOGRÁFICA 1. Introducción 32 2. Agua 35 3. Recursos faunísticos 37 4. Recursos vegetales 51 5. Recursos minerales 56 5.1. Líticos 56 5.2. Otros 58 6. Consideraciones finales 61 CAPÍTULO 3 ANTECEDENTES DE LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS REALIZADAS EN EL ÁREA DE ESTUDIO 1. Introducción 64 2. Investigaciones realizadas en Norpatagonia 66 2.1. Las primeras investigaciones realizadas en la región 67 2.2. Investigaciones realizadas entre principios del siglo XX y los años ’40 71 2.2.1. Trabajos referidos a materiales específicos 72 2.2.2. Trabajos sobre regiones 74 2.3. Investigaciones realizadas entre los años ‘40 y ’70 y el auge de la escuela histórico-cultural austro-alemana 76 2.4. Investigaciones realizadas desde principios de la década de 1980 hasta la actualidad 79 2.5. Los últimos 5 años y la incorporación de nuevas líneas de investigación 85 3. Consideraciones finales 88 CAPÍTULO 4 PROSPECCIONES Y DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO 1. Introducción 91 2. Metodología 94 2.1.1. Prospección terrestre 95 2.1.2. Prospección fluvial 97 2.2. Relevamiento de fuentes naturales de materias primas líticas para la talla 99 3. Sectorización del área de estudio 101 3.1. Sectorización longitudinal 101 3.1.1. Sectores estrechos del valle 102 3.1.2. Sector amplio del valle 103 3.2. Sectorización transversal 104 3.2.1. Sector bajo del valle 105 3.2.2. Sector intermedio del valle 106 4. Resultados de las prospecciones 107 4.1. Prospecciones realizadas entre Choele Choel y Bajada del Negro Muerto 108 4.1.1. Fuentes naturales de materias primas líticas 108 4.1.2. Observaciones arqueológicas superficiales y sondeos estratigráficos 110 4.1.3. Resultados de las prospecciones fluviales 111 4.2. Prospecciones realizadas entre la bajada del Negro Muerto y General Conesa 113 4.2.1. Fuentes naturales de materias primas líticas 113 4.2.2. Observaciones arqueológicas superficiales y sondeos estratigráficos 115 4.2.3. Resultados de las prospecciones fluviales 117 4.3. Prospecciones realizadas entre General Conesa y Boca de la Travesía 118 4.3.1. Fuentes naturales de materias primas líticas 118 4.3.2. Observaciones arqueológicas superficiales 119 4.3.3. Resultados de las prospecciones fluviales 121 5.1. Los depósitos naturales de materia prima lítica 122 5.2. Los sitios arqueológicos y las fuentes de agua 124 5.3. Los sitios arqueológicos y los sectores ancho y estrecho del valle 127 5.4. Los sitios arqueológicos y los sectores bajo, medio y alto del valle 129 5.5. Los hallazgos aislados y su distribución en el espacio 131 6. Consideraciones finales 132 CAPÍTULO 5 EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE 1. Introducción 135 2. Metodología 136 3. Descripción de los sitios arqueológicos 141 3.1. Primer Bajo (PB) 141 3.1.1. Materiales líticos 142 3.1.1.1. Materia prima 142 3.1.1.2. Desechos de talla 142 3.1.1.3. Núcleos 143 3.1.1.4. Instrumentos 143 3.1.2. Otros hallazgos 144 3.2. El Lecho (EL) 144 3.2.1. Materiales líticos 145 3.2.1.1. Materia prima 145 3.2.1.2. Desechos de talla 145 3.2.1.3. Núcleos 145 3.3. El Ausente (EA) 146 3.3.1. Materiales líticos 146 3.3.1.1. Materia prima 146 3.3.1.2. Desechos de talla 147 3.3.1.3. Núcleos 147 3.3.1.4. Instrumentos 148 3.3.2. Otros hallazgos 148 3.4. El Retorno 1 (ER1) 148 3.4.1. Materiales líticos 149 3.4.1.1. Materia prima 149 3.4.1.2. Desechos de talla 149 3.4.1.3. Núcleos 149 3.4.1.4. Instrumentos 150 3.4.2. Otros hallazgos 150 3.5. El Retorno 2 (ER2) 150 3.5.1. Materiales líticos 151 3.5.1.1. Materia prima 151 3.5.1.2. Desechos de talla 151 3.5.1.3. Núcleos 151 3.5.1.4. Instrumentos 152 2.5.2. Otros materiales 152 3.6. La Costa (LC) 152 3.6.1. Materiales líticos 154 3.6.1.1. Materia prima 154 3.6.1.2. Desechos de talla 154 3.6.1.3. Núcleos 154 3.6.1.4. Instrumentos 155 3.6.2. Otros materiales 155 3.7. La Herradura 1 (LH1) 156 3.7.1. Materiales líticos 157 3.7.1.1. Materia prima 157 3.7.1.2. Desechos de talla 157 3.7.1.3. Núcleos 158 3.7.1.4. Instrumentos 158 3.7.2. Otros hallazgos 159 3.8. La Herradura 2 (LH2) 159 3.8.1. Materiales líticos 160 3.8.1.1. Materia prima 160 3.8.1.2. Desechos de talla 160 3.8.1.3. Núcleos 161 3.8.1.4. Instrumentos 161 3.9. La Victoria 1 (LV1) 162 3.9.1. Materiales líticos 162 3.9.1.1. Materia prima 162 3.9.1.2. Desechos de talla 163 3.9.1.3. Núcleos 163 3.9.1.4. Instrumentos 164 3.9.2. Otros hallazgos 165 3.10. La Victoria 2 (LV2) 165 3.10.1. Materiales líticos 165 3.10.1.1. Materia prima 165 3.10.1.2. Desechos de talla 166 3.10.1.3. Núcleos 166 3.10.1.4. Instrumentos 166 3.10.2. Otros hallazgos 167 3.11. La Victoria 3 (LV3) 167 3.11.1. Materiales líticos 168 3.11.1.1 Materia prima 168 3.11.1.2. Desechos de talla 168 3.11.1.3. Núcleos 168 3.11.1.4. Instrumentos 169 3.11.2. Otros hallazgos 170 3.12. La Victoria 4 (LV4) 170 3.12.1. Materiales líticos 170 3.12.1.1. Materia prima 170 3.12.1.2. Desechos de talla 171 3.12.1.3. Núcleos 171 3.12.1.4. Instrumentos 172 3.12.2. Otros hallazgos 172 3.13. Salitral de La Victoria (SV) 172 3.13.1. Materiales líticos 173 3.13.1.1. Materia prima 173 3.13.1.2. Desechos de talla 173 3.13.1.3. Núcleos 174 3.13.1.4. Instrumentos 174 3.13.2. Otros hallazgos 175 2.14. Segundo Bajo (SeB) 175 3.14.1. Materiales líticos 175 3.14.1.1. Materia prima 175 3.14.1.2. Desechos de talla 176 3.14.1.3. Núcleos 176 3.14.1.4. Instrumentos 177 3.15. Loma de los Chañares 1 (LCH) 177 3.15.1. Materiales líticos 177 3.15.1.1. Materia prima 177 3.15.1.2. Desechos de talla 178 3.15.1.3. Instrumentos 178 3.15.2. Otros hallazgos 178 3.16. Ojo de Agua (OA) 178 3.16.1. Materiales líticos 180 3.16.1.1. Materia prima 180 3.16.1.2. Desechos de talla 180 3.16.1.3. Núcleos 181 3.16.1.4. Instrumentos 181 3.16.2. Otros hallazgos 182 3.17. Rincón (R) 183 3.17.1. Materiales líticos 184 3.17.1.1. Materia prima 184 3.17.1.2. Desechos de talla 184 3.17.1.3. Núcleos 184 3.17.1.4. Instrumentos 185 3.18. Rincón del Palo 1 (RP1) 185 3.18.1. Materiales líticos 186 3.18.1.1. Materia prima 186 3.18.1.2. Desechos de talla 186 3.18.1.3. Núcleos 187 3.18.1.4. Instrumentos 187 3.19. Rincón del Palo 2 (RP2) 187 3.19.1 Materiales líticos 188 3.19.1.1. Materia prima 188 3.19.1.2. Desechos de talla 188 3.19.1.3. Núcleos 189 3.19.1.4. Instrumentos 190 3.19.2. Otros hallazgos 191 3.20. San José 1 (SJ1) 191 3.20.1. Materiales líticos 192 3.20.1.1. Materia prima 192 3.20.1.2. Desechos de talla 192 3.20.1.3. Núcleos 193 3.20.1.4. Instrumentos 193 3.20.2. Otros hallazgos 194 3.21. San José 2 (SJ2) 195 3.21.1. Materiales líticos 196 3.21.1.1. Materia prima 196 3.21.1.2. Desechos de talla 196 3.21.1.3. Núcleos 197 3.21.1.4. Instrumentos 197 3.21.2. Otros hallazgos 198 3.22. San José 3 (SJ3) 199 3.22.1. Materiales líticos 199 3.22.1.1. Materia prima 199 3.22.1.2. Desechos de talla 200 3.22.1.3. Núcleos 200 3.22.1.4. Instrumentos 201 3.22.2. Otros hallazgos 201 3.23. San León (SL) 202 3.23.1. Materiales líticos 202 3.23.1.1. Materia prima 202 3.23.1.2. Desechos de talla 203 3.23.1.3. Núcleos 203 3.23.1.4. Instrumentos 203 3.23.2. Otros hallazgos 204 3.24. Blanco (SB) 204 3.24.1. Materiales líticos 205 3.24.1.1. Materia prima 205 3.24.1.2. Desechos de talla 206 3.24.1.3. Núcleos 206 3.24.1.4. Instrumentos 207 3.24.2. Otros hallazgos 208 2.25. Conesa (SC) 208 3.25.1. Materiales líticos 209 3.25.1.1. Materia prima 209 3.25.1.2. Desechos de talla 209 3.25.1.3. Núcleos 210 3.25.1.4. Instrumentos 210 3.25.2. Otros hallazgos 211 4. Descripción de los hallazgos aislados 211 4.1. Materiales líticos 211 4.1.1. Materia prima 211 4.1.2. Desechos de talla 212 4.1.3. Núcleos 212 4.1.4. Instrumentos 213 5. Discusión 214 5.1. La tecnología lítica 214 5.1.1. Abastecimiento y reducción inicial de la materia prima 214 5.1.1.1. La explotación de los rodados según su composición litológica 216 5.1.1.2. La explotación de los rodados según su tamaño 219 5.1.1.3. La explotación de los rodados según su forma 220 5.1.1.4. Tipos de núcleos: explotación intensiva vs. explotación extensiva 221 5.1.2. Los productos finales: los instrumentos 227 5.1.2.1. Instrumentos de filo manufacturados mediante talla 228 5.1.2.2. Artefactos modificados por uso y formatizados por picado abrasión y pulido 237 5.1.3. Trayectoria de reducción de las diferentes materias primas líticas 241 5.2. Actividades humanas inferidas a partir del registro arqueológico superficial 246 5.2.1. Actividades de talla 246 5.2.2. Obtención, procesamiento y consumo de alimentos 251 5.2.3. Otras actividades 255 5.2.4. Tipos de sitios según las actividades representadas 258 6. Consideraciones finales 261 Tomo II CAPÍTULO 6 RESULTADOS DE LAS EXCAVACIONES EN EL SITIO ARQUEOLÓGICO NEGRO MUERTO 1. Introducción 264 2. Metodología 266 3. Contexto cronológico y estratigráfico 269 3.1. Estructuras sedimentarias cementadas 273 4. Descripción y análisis de los materiales arqueológicos 277 4.1. Materiales líticos 278 4.1.1. Materias primas 279 4.1.2. Desechos de talla 279 4.1.3. Núcleos 282 4.1.4. Instrumentos 283 4.2. Restos faunísticos 287 4.2.1. Mamíferos grandes 288 4.2.2. Mamíferos medianos 290 4.2.3. Mamíferos pequeños 291 4.2.4. Aves 295 4.2.5. Reptiles 297 4.2.6. Peces 298 4.2.7. Moluscos 299 4.3. Materiales cerámicos 301 5. Discusión 304 5.1. La formación de estructuras de combustión 305 5.2. Contexto de producción y empleo de artefactos líticos 307 5.3. El aprovechamiento de recursos faunísticos 310 6. Consideraciones finales 317 CAPÍTULO 7 RESULTADOS DE LAS EXCAVACIONES EN EL SITIO ARQUEOLÓGICO ANGOSTURA 1 1. Introducción 319 2. Contexto cronológico y estratigráfico 322 3. Descripción y análisis de los materiales arqueológicos 328 3.1. Componente superior 328 3.1.1. Materiales líticos 329 3.1.1.1. Desechos de talla 330 3.1.1.2. Núcleos 331 3.1.1.3. Instrumentos 331 3.1.2. Restos faunísticos 331 3.1.3. Materiales cerámicos 332 3.2. Componente inferior 333 3.2.1. Materiales líticos 334 3.2.1.1. Materias primas 335 3.2.1.2. Desechos de talla 336 3.2.1.3. Núcleos 338 3.2.1.4. Instrumentos 338 3.2.1.5. Elementos ornamentales elaborados sobre materia prima lítica 344 3.2.2. Restos faunísticos 346 3.2.2.1. Mamíferos grandes 348 3.2.2.2. Mamíferos medianos 351 3.2.2.3. Mamíferos pequeños 353 3.2.2.4. Aves 357 3.2.2.5. Reptiles y anfibios 358 3.2.2.6. Peces 359 3.2.2.7. Moluscos marinos 360 3.2.2.8. Moluscos de agua dulce 361 3.2.2.9. Elementos ornamentales manufacturados sobre valvas de bivalvos 364 3.2.3. Restos vegetales 368 3.2.4. Materiales cerámicos 370 4. Discusión 374 4.1. Inferencias realizadas a partir de los materiales arqueológicos del componente superior 374 4.2. Inferencias realizadas a partir de los materiales arqueológicos del componente inferior 375 4.2.1. Manufactura de artefactos líticos 375 4.2.2. Cadena operativa de elementos ornamentales 378 4.2.3. Aprovechamiento de recursos animales 385 4.2.3.1. Mamíferos grandes 385 4.2.3.2. Mamíferos medianos 386 4.2.3.3. Mamíferos pequeños 389 4.2.3.4. Aves 392 4.2.3.5. Reptiles y anfibios 393 4.2.3.6. Peces 394 4.2.3.7. Moluscos 395 4.2.4. Aprovechamiento de los recursos vegetales 396 4.3. Inferencias sobre algunos procesos de formación del sitio 398 5. Consideraciones finales 402 CAPÍTULO 8 DISCUSIÓN GENERAL Y CONCLUSIONES 1. Introducción 405 2. Cronología de las ocupaciones humanas en el área de estudio 406 3. Tecnología lítica 408 4. Uso del espacio y patrón de asentamiento 414 5. Explotación de recursos alimenticios y subsistencia 419 6. Movilidad 425 7. Conclusiones 430 BIBLIOGRAFÍA 439 INTRODUCCIÓN GENERAL Las primeras informaciones arqueológicas del sector noreste de la región patagónica fueron dadas a conocer en la segunda mitad del siglo XIX (p. ej. Moreno 1876; Strobel 1867, 1868). Si bien a partir de ese momento se publicaron numerosos trabajos, estos tuvieron como foco principal de interés el sector de litoral marítimo, la laguna del Juncal -ubicada cerca de la desembocadura del río Negro- y, más recientemente, el valle inferior del río Colorado. En el valle del río Negro, por el contrario, los estudios fueron muy aislados y poco sistemáticos. Esta escasez de información arqueológica en la principal cuenca fluvial de la Patagonia y su potencial importancia en la dinámica de las sociedades humanas del pasado, constituyeron los principales estímulos para la realización de esta tesis. En este trabajo se presentan los resultados de las investigaciones llevadas a cabo en el sector norte del valle medio del río Negro, entre la localidad de Choele Choel y el paraje Boca de la Travesía (provincia de Río Negro). Los objetivos generales propuestos en este estudio regional fueron: a) caracterizar los modos de vida de las sociedades humanas que ocuparon el área durante el Holoceno tardío y b) determinar sus posibles vinculaciones con las establecidas contemporáneamente en áreas vecinas. Para el cumplimiento de estos objetivos generales se plantearon tres objetivos específicos: a) establecer la forma de uso de los distintos sectores del paisaje, b) identificar los tipos y procedencia de los recursos y las estrategias tecnológicas utilizadas para su explotación y c) caracterizar los patrones principales de movilidad de los grupos a través del espacio. El corpus de información generado en esta tesis provee diferentes líneas de evidencia que permiten comenzar a discutir sobre algunos de los interrogantes más generales referidos a las sociedades aborígenes establecidas en el área durante el Holoceno tardío. Entre dichos interrogantes pueden señalarse los siguientes: ¿cuál fue el rol desempañado por el valle del río Negro en la dinámica de los grupos humanos?, ¿presentaban estos grupos una adaptación específica a la vida en ambientes ribereños o eran cazadores-recolectores que aprovechaban complementariamente los recursos fluviales como parte de un patrón adaptativo más amplio? Aunque estas preguntas aún 1 no han sido explícitamente respondidas desde la arqueología, algunas hipótesis generales formuladas con anterioridad por otros autores para el litoral marítimo y valle inferior del río Negro resultan relevantes para la discusión. El primer modelo explicativo de la ocupación humana de Norpatagonia en tiempos prehispánicos fue propuesto en la década de 1960 desde la escuela histórico- cultural austro-alemana (Bórmida 1964 y 1969). La premisa principal de este modelo fue que tanto las características distintivas del registro arqueológico del área como las diferencias identificadas entre los sitios ubicados en la misma región eran el producto del avance, retroceso e interacción de diferentes grupos étnicos. Desde esta perspectiva, se consideró que dichos grupos tenían correlatos materiales arqueológicamente identificables (las “industrias”) caracterizados por asociaciones recurrentes en los conjuntos artefactuales (p. ej. tipos de artefactos representados, materias primas utilizadas para su fabricación y técnicas de manufactura aplicadas). Aunque en las décadas de los ‘80 y ‘90 esta postura teórica siguió prevaleciendo en la mayoría de los trabajos de síntesis (p. ej. Sanguinetti de Bórmida 1981; Sanguinetti de Bórmida 1999; Sanguinetti de Bórmida et al. 2000), algunos estudios se efectuaron desde visiones críticas de las hipótesis y categorías analíticas histórico- culturales (véanse p. ej. Borrero y Nami 1996a y b; Caviglia y Borrero 1981; Eugenio 1998 y Nami 2000a). En estos trabajos el énfasis fue puesto en aspectos tecnológicos procesuales, sin hacer referencia a las industrias y componentes étnicos inferidos a partir de ellas. La diversidad de los sitios no fue atribuida a las particularidades culturales de los grupos, sino a la combinación de otras variables complejas vinculadas con la conducta humana (contexto espacial de los sitios, actividades realizadas en ellos, características de las materias primas disponibles localmente, etc.). La tercera de las hipótesis relevantes para la arqueología del área de estudio es el modelo regional planteado recientemente por Barrientos (2001) y Barrientos y Pérez (2004). Sobre la base de información bioarqueológica, estos autores proponen un aumento de la densidad demográfica, de la circunscripción espacial y de la competencia territorial entre los grupos, principalmente en los ambientes del este de Norpatagonia con mayor productividad y disponibilidad de agua (valles fluviales y litoral marítimo). Este proceso estaría vinculado con el arribo de poblaciones procedentes de otros 2 sectores de la Patagonia hace alrededor de 1.000 años, posiblemente durante el episodio denominado anomalía climática medieval. Para el cumplimiento de los objetivos formulados en esta tesis y para la discusión de las hipótesis planteadas con anterioridad por otros autores, las investigaciones en el área de estudio fueron realizadas desde un enfoque regional. Esto requirió la implementación de múltiples escalas de análisis: trabajos de campo en un área extensa (prospecciones), trabajos de campo en puntos específicos (sondeos estratigráficos y excavaciones sistemáticas) y trabajos analíticos de gabinete (análisis de distinto tipo de restos arqueológicos: líticos, faunísticos, cerámicos, etc). La diversidad de escalas requirió, paralelamente, la utilización de diferentes herramientas metodológicas. Estas herramientas no se sintetizan en un apartado especial sino que se describen separadamente, según corresponda, en los diferentes capítulos. En el mismo sentido, y con el objeto de lograr una directa articulación entre los aspectos teóricos y la información empírica de base, estos tampoco se resumen en un capítulo aparte sino que se discuten de manera continua a lo largo de la tesis. Asimismo, debe señalarse que en la mayor parte de las discusiones de este trabajo se utiliza sistemáticamente la abundante información etnográfica recopilada por los cronistas y viajeros que recorrieron la región, principalmente, durante los siglos XVIII y XIX. Esto no se realizó para establecer analogías directas entre el registro arqueológico y etnográfico, sino como mecanismo para dimensionar la complejidad de los hechos sociales y, sobre todo, evitar la construcción de modelos sobre la base -exclusivamente- de la lógica occidental de construcción de la realidad (véanse discusiones en Bourdieu y Wacquant 1995; Gallay 1992; Karlin y Julien 1994 y Politis 2003). La información contenida en esta tesis fue organizada en ocho capítulos. En los primeros tres se resume, discute y analiza información de distinta índole (ambiental, etnográfica y arqueológica) producida por otros investigadores pero considerada de importancia central en el desarrollo de la tesis. En el capítulo 1 (Descripción ambiental) se dan a conocer los aspectos ambientales del área de estudio, con énfasis en aquellos que podrían considerarse más relevantes en la toma de decisión de las sociedades humanas y en los procesos de formación del registro arqueológico. En apartados separados se describen la geología (evolución de los rasgos principales del paisaje 3 geomorfológico), las características principales del río Negro actual, la biogeografía (fito y zoogeografía) y la climatología (clima actual y paleoclima). En el capítulo 2 (Los recursos utilizados por las sociedades aborígenes según las fuentes de información etnográfica) se presenta un compendio de los datos referidos al uso de los diferentes tipos de recursos por parte de cazadores-recolectores post-hispánicos en Patagonia, principalmente en el sector norte. Estos recursos son agrupados en cuatro grandes grupos: agua, vegetales, animales y minerales. En el capítulo 3 se describen sucintamente los principales estudios arqueológicos realizados en Norpatagonia. Para su organización fueron separados en varias etapas cronológicas, comenzando con las primeras descripciones publicadas en la segunda mitad del siglo XIX. En el capítulo 4 se dan a conocer los resultados de las prospecciones sistemáticas (terrestre y fluvial) realizadas en el área de estudio. En primer lugar, se describen las características generales y distribución espacial de las fuentes de aprovisionamiento de materias primas líticas en el ámbito local (rodados y arenisca). En segundo lugar, se plantean las principales tendencias en cuanto a la distribución en el espacio de los restos arqueológicos, a partir de la identificación de asociaciones recurrentes entre ambientes topográficos específicos y conjuntos artefactuales con similares características. Sobre la base de esto se evalúa y discute el uso diferencial de los distintos sectores del paisaje por los grupos humanos y la importancia de los procesos post-depositacionales en la preservación y visibilidad de los conjuntos. Debe agregarse también que la mayor parte de los trabajos de prospección se realizaron en estrecha articulación con las investigaciones geoarqueológicas conducidas en un sector de la misma zona por Heidi Luchsinger (A&M Texas University). Por lo tanto, muchos de los resultados obtenidos en ambas investigaciones no solo son el fruto del trabajo y esfuerzo individual de cada uno, sino también de las discusiones y reflexiones realizadas en conjunto. El capítulo 5 está dedicado al estudio del registro arqueológico superficial, en el que se incluyen tanto los sitios como los hallazgos aislados. Se exploran varios aspectos vinculados con la tecnología lítica a nivel regional como los criterios utilizados para la selección de las materias primas (según su composición litológica, tamaño y forma), las estrategias tecnológicas empleadas para su explotación y las trayectorias principales seguidas durante su reducción. A partir de las características de los materiales identificados en los sitios, se infieren las actividades realizadas en ellos (actividades de 4 talla y actividades de obtención, procesamiento y consumo de alimentos) y el tipo de contexto en que fueron generados (áreas de actividades múltiples o de actividades específicas). El estudio de los sitios arqueológicos en posición estratigráfica excavados en el área de estudio (Negro Muerto y Angostura 1) es abordado en los capítulos 6 y 7. En ambos casos se presentan, en primer lugar, los aspectos estratigráficos y cronológicos. Luego se describen en apartados separados los datos correspondientes a los distintos tipos de materiales registrados (líticos, faunísticos, cerámicos) y, por último, las interpretaciones referidas a los agentes antrópicos y naturales que participaron en su formación. En estos dos capítulos se incorporan diversos análisis específicos llevados a cabo en colaboración con especialistas de diferentes disciplinas (biólogos, paleontólogos, geólogos y botánicos). Finalmente, en el último capítulo, se integra la información generada a partir de las diversas líneas de evidencia tratadas a lo largo de la tesis. La argumentación se articula en dos niveles de análisis diferentes: uno areal y otro regional. En el primero se discuten las tendencias generales reconocidas en el área de estudio en relación con: a) la cronología de las ocupaciones humanas, b) los rasgos característicos de la tecnología lítica, c) el uso del espacio y el patrón de asentamiento, d) la explotación de recursos y subsistencia y e) la movilidad. En el segundo, el enfoque de la discusión adopta una perspectiva más amplia que integra problemas a una escala espacial mayor. En ese sentido, se discuten algunas de las hipótesis planteadas por otros investigadores para otras micro-regiones de Norpatagonia, principalmente la faja litoral. En términos generales, se propone que, durante el Holoceno tardío, el área de estudio fue ocupada por grupos cuya subsistencia movilidad y asentamientos se organizaron, al menos durante parte del año, sobre la base de una marcada adaptación a la vida en el valle. Aún no pudo determinarse en que medida las mismas poblaciones aprovecharon otros ambientes en otros momentos de su ciclo anual. Los campamentos se instalaban principalmente junto a los cuerpos de agua y, desde allí, se aprovechaban diferentes ambientes topográficos. Aunque la mayoría de los recursos utilizados proviene de los sectores bajos del valle, el alimento más importante en términos de biomasa (guanaco) habría sito obtenido en los sectores altos ubicados fuera de la 5 cuenca. La ausencia de registro de ocupaciones correspondientes al Holoceno medio y tardío se atribuye a problemas de visibilidad y preservación. 6 CAPÍTULO 1 ASPECTOS AMBIENTALES DEL ÁREA DE ESTUDIO “...Contemplando del lado del río, es difícil creerse en la Patagonia, porque se descubren, por todas partes, tupidos bosques de sauce y una fresca y vigorosa vegetación; pero, del lado de la campaña, siempre los mismos terrenos secos, erizados de espinas...” (d’Orbigny [1828-29] 1999: 347). “...Las márgenes e islas del río están pobladas de sauces colorados indígenas y matorrales de chañares, piquillines y jumes; pero a manera que uno se aparta de ella, acercándose a las mesetas, el valle forma un aspecto árido y triste...” (Lista 1880: 12). 1. Introducción El medio ambiente constituye uno de los múltiples marcos de referencia que necesitan ser considerados para la comprensión del comportamiento de las poblaciones humanas del pasado. Su importancia reside principalmente en dos aspectos. En primer lugar, todas las esferas de la vida de estas poblaciones -materiales e ideacionales- se organizaron y desarrollaron sobre la base de un profundo conocimiento y manejo del ambiente. En segundo lugar, la preservación, visibilidad y accesibilidad del registro arqueológico producido por ellas se encuentran mediatizadas por variables ambientales específicas que definen los procesos de su formación. En este sentido, la calidad de la información registrada y de las interpretaciones realizadas a partir de ella dependerá, en parte, de cuan exhaustivo sea el conocimiento del medio ambiente y de su dinámica durante el Holoceno. El área de estudio de esta tesis se ubica en la costa norte del río Negro e incluye toda la superficie comprendida entre el lecho actual del río (al sur) y la meseta patagónica (al norte)1, entre la localidad de Choele Choel (al oeste) y el Paraje Boca de la Travesía (al este). Tiene una longitud de ca. 170 km y un ancho medio de 3,4 km, lo 1 Cabe agregar que se incluyó en el área de estudio la faja de meseta de 2 km de ancho que corre paralela al límite norte del valle. 7 que representa un área aproximada de 600 km² (Figura 1.1). El valle del río Negro, como todas las cuencas que discurren por regiones con climas áridos, constituye un espacio atractivo para las sociedades humanas (Berón 1997; Huckleberry 2001: 67); en estos ámbitos los recursos son más variados y presentan mayor concentración que en los ambientes circundantes. Los ciclos anuales de estas poblaciones habrían incluido una región más amplia que la considerada aquí y debieron ser organizados y modificados en función del balance complejo entre variables socioculturales y naturales. Por tal motivo, en la descripción ambiental y de los recursos que se presenta en este apartado se hará referencia permanente a una región que excede los límites estrictos del valle medio del río Negro. Figura 1.1. Mapa del área de investigación El objetivo principal del presente capítulo es describir los aspectos ambientales y paleoambientales de la región de estudio que resulten relevantes para la investigación arqueológica. En primer lugar se describen los aspectos geológicos generales del área: las diferentes geoformas presentes, sus características estratigráficas y los rasgos principales del río Negro en la actualidad y de sus formas asociadas. Luego, se abordan 8 las características biogeográficas regionales, incluyendo fitogeografía y zoogeografía, y las del clima actual y del pasado. Finalmente se sintetizan los puntos más importantes del ambiente y paleoambiente para el estudio de las sociedades que en el pasado ocuparon la región. 2. Geología Desde el punto de vista geológico, el área de estudio forma parte de la región septentrional de la provincia de Río Negro y constituye, al igual que la central y la austral, una unidad geomórfica regional (González Díaz y Malagnino 1984: 10). Se encuentra limitada al norte por el río Colorado y al sudoeste por una línea que une las localidades de Cipolletti y San Antonio Oeste (véase Figura 1.1). Dentro de esta región se diferencian cinco unidades menores: Antigua planicie aluvial disecada Valle del río Negro y sus formas asociadas Valle del río Colorado y sus formas asociadas Bajos de la antigua planicie aluvial Planicies estructurales por arrasamiento del noroeste rionegrino 2.1. Antigua planicie aluvial disecada La antigua planicie aluvial disecada se originó por procesos aluviales y cubre la mayor parte de la región norpatagónica (véanse Fidalgo y Porro 1981; González Díaz y Malagnino 1984 y Sepúlveda 1983). Forman parte de dicha planicie toda el área inter- fluvial de los ríos Colorado y Negro y parte del territorio ubicado al sudeste de este último. La planicie está interrumpida por los grandes valles norpatagónicos y por numerosos bajos cuyos fondos suelen estar ocupados por salinas o lagunas efímeras (González Díaz y Malagnino 1984: 12). La mayor parte de la superficie de la planicie está cubierta por la formación de Rodados Patagónicos. En muchas de las zonas donde la continuidad de la planicie ha sido interrumpida (p. ej. valles de los ríos Colorado y 9 Negro) aflora una formación sedimentaria (formación Río Negro) conformada por areniscas grises friables (Figura 1.2). Figura 1.2. Afloramiento de areniscas grises de la formación Río Negro 2.2. El valle del río Negro y sus formas asociadas En algún momento del Pleistoceno y como resultado de la elevación de las planicies, el cauce del río comenzó a erosionar la antigua planicie aluvial descripta en el punto anterior. Este proceso dio origen a la formación del valle del río Negro (véase Suriano et al. 1999). El área ocupada por el valle actual es muy variable y adquiere mayor desarrollo, alternativamente, de uno y otro lado del cauce. Cuando el río se recuesta sobre el borde izquierdo, la porción norte del valle es relativamente estrecha, en cambio, cuando lo hace sobre la costa opuesta se forma una extensa planicie. 10 Asimismo, se registra una disminución de su profundidad a medida que se acerca al océano Atlántico (Reboratti 1982). Las planicies aluviales son geoformas muy dinámicas que se encuentran expuestas a procesos de erosión y depositación permanentes (Brown 1997; Waters 1992). Sin embargo, ciertos sectores pueden estabilizarse como resultado del cambio de nivel de base y la consiguiente formación de terrazas (Huckleberry 2001: 76). En distintos sectores del valle del río Negro han sido identificadas una o más terrazas por encima de la actual planicie de inundación. Windhausen (1922) identifica en el alto valle dos terrazas altas, una a 100 m y la otra a 50 m por debajo de la planicie antigua (véase también Lizuain 1983). A pocos metros del fondo de valle actual se encuentran las terrazas aluviales inferiores, aunque en ciertos sectores la acción antrópica ha eliminado sus características originales (González Díaz y Malagnino 1984: 19). En relación con esto, Luchsinger (2006a) realizó una completa actualización de la información, teniendo en cuenta sus propias investigaciones y los aportes realizados previamente por otros autores. En la Figura 1.3, se muestran los diferentes niveles de terraza en un esquema general y completo de la estratigrafía del valle medio del río Negro. Las terrazas más altas (T2 y T3) corresponden al Pleistoceno y están cubiertas por una capa de sedimentos eólicos de variable espesor (entre 0,5 y 2 m) (Luchsinger 2006a). Los niveles de terraza más altos del valle del río Negro solo pueden interpretarse en relación con las grandes variaciones de caudal y carga acaecidas durante el Pleistoceno como producto de las glaciaciones. Durante ese período, las cuencas andinas que actualmente ocupan los lagos fueron excavadas por extensos glaciares, constituyéndose el río Negro en emisario de una gigantesca cuenca hídrica. Luego de los cambios climáticos ocurridos a finales del Pleistoceno, el caudal transportado disminuyó considerablemente; hecho que se tradujo en una marcada desproporción entre el volumen de agua del río y el tamaño de la cuenca. Desde ese momento hasta la actualidad se formaron diferentes niveles o terrazas, constituidos por sedimentos fluviales (gravas, arenas, limos y arcillas) y eólicos (arenas y limos en forma de mantos y medanos). Las terrazas inferiores cercanas al piso actual del valle se habrían formado durante tiempos post-glaciales (González Díaz y Malagnino 1984: 20). 11 Figura 1.3. Estratigrafía del valle medio del río Negro (modificado de Luchsinger 2006a) En lo referido específicamente a la parte del valle correspondiente al área de estudio, deben destacarse dos aspectos principales. Por un lado, se preservan casi exclusivamente superficies de terrazas post-glaciales, con excepción de un pequeño remanente de T2. Es decir, solo se encuentra representada la primera terraza de inundación (T1) y la planicie aluvial actual (T0); según Luchsinger (2006a), T1 se formó entre el Holoceno temprano y medio y está constituida por sedimentos de grava arenosa depositados por el río. Por otro lado, en un sector del área de estudio la misma autora reconoció dos rasgos geomorfológicos de significativa importancia paleoambiental y arqueológica: a) la existencia de varios cauces abandonados (paleocauces) y b) la presencia de numerosas lagunas y paleolagunas formadas en el interior de dichos paleocauces. 2.2.1. Cambios de ubicación del cauce del río El cambio repentino en la localización del canal de un río, conocido como avulsión del canal, puede producirse de dos formas principales: avulsión de primer 12 orden y avulsión de segundo orden. Una se caracteriza por el cambio hacia una nueva posición y la otra por el cambio hacia una posición previamente ocupada por el río, es decir, hacia un paleocauce (Nanson y Knighton 1996). Luchsinger (2006a) identificó tres episodios de avulsión de primer orden en el valle del río Negro, posiblemente ocasionados durante eventos de inundación de gran magnitud y/o como producto de los avances neo-glaciales ocurridos durante el Holoceno (véase también Luchsinger y Prates 2006). Como resultado de estos cambios, se formaron sobre la planicie aluvial tres grandes paleocauces: paleocauces 1 (P1), 2 (P2), y 3 (P3), cuya localización y cronología se muestran en la Figura 1.4. En este sector del valle, también se habrían producido episodios de avulsión de segundo orden, sobre todo luego de crecidas excepcionales del río (Luchsinger 2006a). Figura 1.4. Mapa con los paleocauces identificados en el área de estudio (modificado de Luchsinger y Prates 2006) 13 2.2.2. Formación de lagunas dentro de los paleocauces Las lagunas formadas dentro de los paleocauces, constituyen otro rasgo del paisaje de gran importancia para las interpretaciones arqueológicas. Fueron identificadas durante las prospecciones geoarqueológicas 28 formaciones de este tipo, nueve en el P1, diez en el P2 y nueve en el P3. En la mayoría de los casos, están ubicadas en el vértice de los meandros y presentan extensos depósitos de rodados en la porción distal (río abajo) (Luchsinger y Prates 2006). Las lagunas pudieron ser originadas por la acción fluvial ejercida durante las grandes inundaciones en el interior de los paleocauces. Los estudios geoarqueológicos permitieron reconocer que cuando ocurrieron estos episodios, el agua utilizó los viejos cauces para su drenaje, excavando sobre ellos profundos canales. La mayor energía del agua conducida por dichos canales se habría registrado en los codos de los meandros, donde la remoción de material habría contribuido con la formación del lecho de las futuras lagunas. En el paisaje actual, las lagunas se presentan bajo dos formas: efímeras y permanentes. Las primeras alimentadas por las crecidas excepcionales del río y las segundas, por encontrarse a mayor profundidad, reciben el aporte directo del nivel freático (Figura 1.5). Figura 1.5. Laguna formada en un paleocauce del río 14 2.3. Estratigrafía La secuencia estratigráfica básica del área que contiene al valle del río Negro ha sido descripta en varios trabajos (entre otros Gonzáles Díaz y Malagnino 1984; Suriano et al. 1999; Teruggi 1964; Trebino 1987; véase síntesis en Luchsinger y Prates 2006), sin que entre ellos puedan reconocerse diferencias significativas. El basamento (o “roca base”) sobre el que se desarrollaron todas las geoformas descriptas en el acápite anterior es la formación Río Negro de areniscas azuladas (o formación Belén sensu Kaaschieter 1965) (véase Angulo et al. 1979: 15). La formación Río Negro está constituida por psamitas de grano medio a fino entre las que suelen intercalarse limolitas rosadas y crema (véanse Andreis 1965; Wichman 1918 y Witte 1916); el grado de consolidación es variable y depende de la cementación por carbonatos o los procesos diagenéticos participantes. En determinados sectores, esta formación puede alcanzar los 150 m de potencia (Andreis 1965). En cuanto al origen de esta formación las opiniones son diversas. Algunos autores plantean que se formó principalmente como resultado de la acción fluvial (Andreis 1965; Angulo y Casamiquela 1982; De Ferrariis 1966). Otros, sin embargo, le atribuyen un origen predominantemente eólico (Witte 1916; Zabala y Freije 2001) o eólico y marino (véase Groeber 1949). Sobre las areniscas apoya el gran manto de rodados patagónicos (también denominados rodados tehuelches o Patagonian Shingle Formation). Esta formación incluye un tipo de depósito de grava arenosa ubicado en distintos niveles topográficos de la región patagónica (Teruggi 1982), exhibe espesores muy variables y puede presentarse fuertemente cementada por material calcáreo en la parte superior (Cortelezzi et al. 1965, 1968). Desde fines del siglo XIX se ha discutido sobre el origen de estos depósitos (p. ej. Roth 1899; Witte 1916), sin embargo, desde los primeros trabajos sobre el tema (Cortelezzi et al. 1965, 19682; Teruggi 1964) existe cierto acuerdo en cuanto a que los rodados patagónicos fueron formados por agentes diversos (Fidalgo y Riggi 1970; Trebino 1987). Cortelezzi et al. (1965, 1968), quienes realizaron sus investigaciones sobre muestras recuperadas muy cerca del área de estudio -entre los ríos Colorado y Negro-, sostienen que los rodados patagónicos están formados por clastos 2 Estos autores sostienen que si bien los ríos fueron los principales responsables de la acumulación de los rodados patagónicos, habrían participado varios agentes en este proceso. 15 redondeados de hasta 5 cm de diámetro. La mayoría de los clastos está compuesta por rocas volcánicas -andesitas y basaltos- y en menor medida piroclásticas, granitos, calcedonias, lava vesicular y piedra pómez. Por encima de los rodados patagónicos aparecen en el área varias formaciones cronológicamente recientes. Estas formaciones adquieren características diferentes según la unidad geomorfológica en que se encuentren. En la planicie tienen reducido espesor, predominando la fracción arena, seguida por la arcilla. Con frecuencia se encuentran sepultadas por un sedimento arenoso posiblemente eólico. En los bajos sin salida se depositan sedimentos por el derrame de las aguas de escurrimiento superficial y en el fondo generalmente se forman salitrales y/o lagunas temporarias (Angulo et al. 1979: 26). En el valle, sobre el basamento de areniscas, aparece una cubierta dendrítica formada por sedimentos coluvio-aluvionales, de textura arenosa y moderada proporción de rodados procedentes de la formación de Rodados Tehuelches (Angulo et al. 1979: 31). La potencia y tamaño de grano de estos sedimentos es diferente en los distintos sectores geomorfológicos del valle. En la terraza de erosión aparece una cubierta sedimentaria delgada y de tamaño de grano grueso (gravas y arenas); en el glacis coluvial de mayor pendiente, un sedimento arenoso con moderado porcentaje de rodados y en el glacis coluvial de menor pendiente una cubierta arenosa o incluso más fina (Angulo et al. 1979). 3. El río Negro actual El río Negro constituye la cuenca hídrica más importante de la Patagonia y tiene su origen en la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Desde este punto discurre en dirección este-sudeste, atravesando la porción norte de la región, hasta desembocar en el océano Atlántico luego de un recorrido de ca. 630 km. La pendiente longitudinal disminuye hacia el este (Frangi y Malacalza 1978) y el ancho del cauce varía entre 200 y 800 m según el lugar y el nivel de las aguas (Figura 1.6). En determinados sectores, el río está constituido por un único cauce, mientras que en otros, se separa en dos o más brazos formando una o varias islas en las que predomina el bosque en galería (véase 16 apartado sobre fitogeografía). A causa del hábito meandriforme que presenta, son comunes las lagunas en collera que se forman como resultado de la reasección del cuello de los meandros, por derrames laterales o por cortes en saetín (González Díaz y Malagnino 1984: 20). En estas lagunas la fauna ornitológica es muy abundante y variada (véase apartado sobre zoogeografía) siendo la más extensa la laguna del Juncal, disecada intencionalmente en el año 1930 (Quiroga 1992). Figura 1.6. Vista del río Negro El río Negro es de régimen permanente y su caudal está influenciado por precipitaciones pluviales y por la fusión de hielo y nieve en el área de sus colectores cordilleranos (los ríos Limay y Neuquén). Dado que solo recibe caudal desde esta región, es considerado un río alóctono. El Limay constituye el afluente más importante, con un aporte medio anual de ca. 700 m³ / seg, con máximas de ca. 1.700 m³ / seg en junio -producto de deshielo y lluvias invernales- y mínimas de ca. 300 m³ / seg en abril. El derrame anual del Neuquén está sujeto a las alternativas de lluvias y deshielos y 17 registra una media de ca. 300 m³ / seg (con máximas de ca. 600 m³ / seg en noviembre y mínimas de ca. 100 m³ / seg en abril). Aunque su caudal medio en el valle medio es cercano a los 1.000 m³ / seg (Quiroga 1992: 23), registra periódicamente crecidas que superan los 4.000 m³ / seg (Cuevas Acevedo 1981: 70). Como resultado del origen diferente de las crecidas anuales (lluvias en invierno y deshielos en verano), estas no siempre muestran el mismo comportamiento. Generalmente, las inundaciones generadas por las lluvias son las que ocasionan los cambios más abruptos en el nivel de las aguas, mientras que las producidas por deshielo lo hacen de manera más gradual (Carlos Merg comunicación personal 2005). La condición esencial para que las crecidas alcancen valores excepcionales es que se produzcan simultáneamente las de ambos tributarios. Estas crecidas pueden alcanzar los 10.000 m3 / seg y su frecuencia fue estimada en dos veces por siglo (Soldano 1947). Es importante tener en cuenta que el régimen natural del río Negro ha sido alterado, primero, mediante la desviación de los caudales de crecida del Neuquén hacia un lago artificial, el lago Pellegrini (obra realizada entre 1910 y 1929), y luego por la construcción y puesta en marcha de varios complejos hidroeléctricos (p. ej. complejo Chocón-Cerros Colorados). Con ellos se controlan las grandes crecidas estacionales del río que, de otra manera, inundarían periódicamente miles de hectáreas depositando una delgada capa de limos y arcillas (Quiroga 1992). En la actualidad, el caudal se mantiene entre los 480 y 1.700 m³ / seg (Walter Bini comunicación personal 2005). El régimen del río hasta aquí descripto rige hasta proximidades de San Javier. Desde este punto hasta la desembocadura, localizada ca. 66 km río abajo, alcanza su influencia la marea, adquiriendo el río en todo este tramo un régimen fluvio-marítimo (Soldano 1947). La mayor parte del lecho actual y de los brazos del río está cubierta de rodados de tamaños diversos. Aunque el origen de estos depósitos aún no ha sido clarificado en la literatura, los rodados fluviales encajonados en los valles de los ríos -entre los que se encuentran los del río Negro- no deberían ser incluidos en la categoría general de rodados patagónicos (Luis Spalletti comunicación personal 2005). Este término debería restringirse a los rodados de las mesetas, desvinculados en su génesis de las redes de drenaje modernas y que fueron depositados durante un período cronológico previo y en un paisaje muy diferente del actual (Jorge Rabassa comunicación personal 2005; Bonomo y Prates 2006) (Figura 1.7). 18 Figura 1.7. Rodados fluviales 4. Biogeografía Como fue señalado con anterioridad, uno de los aspectos más característicos del área de estudio es la presencia de rasgos fisiográficos que la diferencian significativamente de las zonas circundantes. Esto puede ser entendido como resultado de dos situaciones principales. En primer lugar, las condiciones desarrolladas en las cuencas fluviales generalmente no son las mismas que las exhibidas en las planicies adyacentes, lo cual se acentúa cuando se trata de cursos de agua que, como el río Negro, atraviesan extensos territorios áridos (véase Brown 1997). Esto se traduce en que la variabilidad y distribución de especies faunísticas y florísticas en las planicies sean diferentes a las registradas en el valle. En segundo lugar, tanto desde el punto de vista fitogeográfico como zoogeográfico, el área de estudio se encuentra en un amplio ecotono, resultante de las condiciones climáticas transicionales (véase apartado sobre climatología). En ella se superponen áreas de distribución de poblaciones vegetales y 19 animales propias de diferentes regiones. Estos ambientes ecotonales son altamente dinámicos dado que cualquier pequeño cambio en las condiciones ambientales (p. ej. climáticas y/o ecológicas) podría implicar el avance y/o retracción de especies. 4.1. Fitogeografía Desde el punto de vista fitogeográfico, el área de estudio está comprendida en la región Neotropical, dominio Chaqueño y en el ecotono entre las provincias del Monte y del Espinal (Cabrera 1976) (Figura 1.8). Ambas regiones presentan amplias áreas de ecotono y la del Espinal nunca alcanza la ribera sur del río Negro (Cabrera 1976: 36). En un trabajo sobre la provincia del Monte, Morello (1958: 131) considera que todo el valle medio e inferior del río Negro se encuentra en una zona de mezcla de elementos de ambas provincias. Dicho autor sostiene que el límite del ecotono entre estas puede ser llevado más al sur y al oeste que su posición actual, dado que la distribución más septentrional de Prosopis caldenia (caldén) -actualmente a pocos kilómetros al sur del río Colorado- pudo ser desplazada hacia el norte producto de la tala. Estas consideraciones parecen pertinentes puesto que, durante los trabajos de campo realizados en el marco de esta tesis, fueron identificados abundantes especímenes de esta especie en la costa norte del río Negro (p. ej. Estancia Rincón del Palo; véase Figura 1.9.). La vegetación es uniforme en los sectores altos del valle y en las planicies adyacentes y, salvo en las márgenes del río y lagunas, predominan las plantas xerófilas (Cabrera 1976). Donde las riberas del río son elevadas, la flora típica de las planicies desciende incluso hasta la costa. A diferencia del Monte, característico de las regiones localizadas al norte del río Colorado, están presentes aquí solo especies arbustivas que raramente superan los 2 m de altura (Hauman-Merck 1913). Fisonómicamente corresponde a un arbustal estépico, perennifolio, microfilo, con una altura media del estrato superior de 2 m, siendo el jarillal la comunidad más típica o climax (Cabrera 1976). Las especies arbustivas más frecuentes son Larrea divaricata (jarilla), Chuquiraga erinacea (uña de gato), Prosopis alpataco (alpataco), Prosopis denudans (algarrobillo o algarrobo patagónico), Condalia microphylla (piquillín), Schinus polygamus (molle), entre otras. Hauman-Meck (1913: 391) señala la presencia de Prosopis juliflora (algarrobo) en el valle inferior. Coincidiendo con lo observado 20 previamente por Zizur ([1781] 1973) y Burmeister (1883-91: 182), Morello (1958: 76) sostiene que estos árboles forman algunos bosquecillos en el sector comprendido entre los ríos Colorado y Negro. Es probable que las especies arbóreas que encuentran en el área de estudio su límite distribucional meridional (p. ej. algarrobo), hayan sufrido avances y retracciones en forma alternativa frente a cambios en las condiciones ambientales. Las especies graminosas más abundantes son Stipa tenuis (flechilla blanca) y Schismus barbatus (pasto blanco) y entre las estacionales más comunes se encuentra el Erodium cicutarium (alfilerillo). Aunque todas las hierbas y gramíneas están muy generalizadas en toda el área, su abundancia y tamaño están fuertemente influenciados por las características topográficas y edáficas del terreno (Balmaceda 1979). Figura 1.8. Provincias fitogeográficas (tomado de Cabrera 1976) 21 Figura 1.9. Grupo de caldenes en el valle del río Negro En las islas del río y las partes más bajas del valle, la cubierta vegetal es muy diferente dado que predominan especies higrófilas y mesófilas. Si bien el clima del Monte no permite el desarrollo de grandes masas boscosas, existen comunidades edáficas sobre suelos húmedos que se presentan como bosques marginales (Cabrera 1976: 40; Morello 1958: 89). El sauzal es el tipo de bosque marginal típico del sur de la provincia del Monte y es en el valle del río Negro donde alcanza mayor extensión y desarrollo. En este predomina generalmente una sola especie arbórea: Salix humboldtiana (sauce colorado, véase Figura 1.10). Este tipo de bosque fue caracterizado como bosque de inundación sin espinas, con densa cubierta de pastos (Morello 1958: 90) y se distribuye a lo largo de toda la ribera del río, salvo en sectores con excesiva actividad antrópica. Desde los últimos 30 años los sauces colorados han sufrido una fuerte retracción por el efecto de varios factores. Entre ellos se destacan, por un lado, el avance de una especie introducida muy competitiva, Hyalis argentea (olivillo) y por el otro, la disminución de las superficies inundadas en las cuales mejor se reproducen (Morello 1958). 22 Figura 1.10. Bosque de Salix humboldtiana en el sector bajo del valle En el ámbito del valle, aunque no en el sauzal, aparecen aisladamente otras formas arbóreas ausentes en la planicie o solo presentes en forma arbustiva. Las que alcanzan mayor desarrollo, principalmente en sectores bajos con mayor humedad, son Geoffroea decorticans (chañar) (Balmaceda 1979) y Prosopis fluxosa (algarrobo) (Frangi y Malacalza 1978) de las cuales fueron identificados ejemplares de gran tamaño en las Estancias “San Carlos”, “Loma de los Chañares” y “Rincón del Palo” (Figura 1.11). También son comunes diferentes tipos de vegetación asociados a terrenos topográfica y edáficamente específicos. Tal es el caso de los amplios pajonales que se desarrollan en lugares con agua subterránea cercana a la superficie; de la vegetación típica de las áreas medanosas; de los matorrales ribereños próximos al río y a las lagunas y de las comunidades halófitas que crecen sobre superficies salinas. Para mayor detalle en cuanto a las especies y comunidades desarrolladas en estos ámbitos se sugiere consultar Angulo et al. (1979), Hauman-Merck (1913) y Morello (1958). 23 Figura 1.11. Grupo de chañares en el sector bajo del valle 4.2. Zoogeografía Desde el punto de vista zoogeográfico, el valle del río Negro forma parte de la sub-región Andino Patagónica, dominio Patagónico (Ringuelet 1961) aunque la proximidad con el dominio Central le confiere al área cualidades zoogeográficas de ecotono. Al igual que en lo referente a la flora, en las zonas con influencia directa del cauce actual del río, habitan especies faunísticas que no aparecen en la planicie. Entre los mamíferos que ocupan el área se encuentran Lama guanicoe (guanaco), Dolichotis patagonum (mara), Chaetophractus villosus (peludo), Zaedyus pichiy (piche patagónico), Didelphys albiventris (comadreja común), varias especies de murciélagos (entre ellas Histiotus montanus y Lasiurus borealis), varias especies de ratones (Oryzomys longicaudatus, Akodon longipilis, Eligmodontia typus, entre otros); Myocastor coypus (nutria), Microcavia australis (cuis chico), Lagostomus maximus (vizcacha), Ctenomys sp. (tuco tuco), Lyncolor patagonicus y Galictis cuja (hurones), Conepatus castaneus y Conepatus chinga (zorrinos), Felis concolor (puma), Felis 24 colocolo, Felis geoffroyi, Felis yagouarondi (gatos monteces), Dusicyon griseus (zorro gris), Dusicyon gimnocercus (zorro pampeano) y Dusicyon culpaeus (zorro colorado). Si bien las áreas de distribución de Lama guanicoe y de Dusicyon culpaeus incluyen el noreste de Norpatagonia, la paulatina retracción registrada por ambas especies condujo a que en la actualidad solo aparezcan excepcionalmente. Tanto Lepus capense (liebre europea) como la subespecie no doméstica de Sus scrofa (jabalí) fueron introducidas en tiempos posteriores a la conquista, naturalizándose y ocupando masivamente esta y muchas otras regiones del país (Navas 1987). Las aves son muy abundantes en la región. A las formas terrestres se le suman numerosas especies acuáticas que habitan el curso del río y las lagunas adyacentes. Entre muchas otras que no se enumeran aquí habitan Rhea americana (ñandú) y Pterocnemia pennata (ñandú petizo o choique). También es frecuente Eudromia elegans (martineta), Nothura darwini (perdiz) y Cyanoliseus patagonus (loro barranquero). En el bosque en galería habitan dos especies de paloma (Columba maculosa y Zenaida maculata) y en el río y lagunas habitan Cygnus melanocoryphus (cisne de cuello negro), varias especies de pato (Querquedula cyanoptera; Querquedula flavirostris; Erismatura ferruginea; Mareca sibilatrix, entre otras), Phonicopterus ruber (flamenco), Fulica sp. (gallareta) y Egretta alba (garza blanca). Durante el invierno arriba en grupos muy numerosos Chloephaga poliociphala (avutarda o cauquén). Los peces que habitan el río, algunos también las lagunas adyacente, incluyen componentes brasílicos y australes (Menni 2004: 252). Entre los primeros aparecen Jenynsia multidentata (madrecita de agua), Cnesterodon decemmaculatus (madrecita de agua) y Odontesthes bonariensis (pejerrey bonaerense). Entre los segundos: Galaxias maculatus (puyén), G. platei (puyén grande), Odontesthes hatcheri (pejerrey patagónico), Diplomystes viedmensis (bagre otuno) y tres especies diferentes de truchas (Percichthys trucha -criolla-, P. vinciguerrai y P. colhuapiensis). En las épocas en que se retiran las aguas de las crecidas pueden reconocerse varias especies de moluscos entre los que se destaca Diplodon patagonicus (almeja nacarífera de agua dulce), muy abundante a lo largo de toda la cuenca. Para mayor información sobre la fauna actual se sugiere consultar los trabajos de Cabrera (1976) y Ringuelet (1961). 25 5. Climatología 5.1. Clima actual En las regiones atravesadas por el río Negro el clima no es uniforme. En el alto valle y parte del valle medio es árido mesotermal (Thornthwite 1948) o templado-árido de meseta (Iglesias 1981), mientras que en el bajo valle medio y valle inferior es semiárido mesotermal o templado-semiárido de meseta. La zona está ubicada en un área denominada “diagonal árida”, que atraviesa gran parte de Sudamérica -desde el noroeste hasta el sudeste- y constituye el espacio intermedio entre dos grandes dominios climáticos: el dominio Atlántico -por el este- y el Pacífico -por el oeste- (Iglesias 1981), asociados con los anticiclones del Atlántico sur y del Pacífico sur, respectivamente (Clapperton 1993). El volumen anual de las precipitaciones y su distribución estacional varían según predominen los vientos del oeste o las masas de aire del Atlántico. La influencia del anticiclón del Pacífico sur es estable en las laderas andinas, en las que las precipitaciones superan -en algunos casos ampliamente- los 1.000 mm anuales. La intercepción que provoca la cordillera sobre dichas masas de aire húmedo tiene como resultado el descenso del volumen de las precipitaciones hacia el este, que se acentúa abruptamente alcanzando valores inferiores a los 200 mm al este de Confluencia. Las precipitaciones comienzan a aumentar nuevamente cerca del litoral marítimo, donde alcanzan su influencia las tormentas atlánticas (Fidalgo y Rabassa 1984; Schäbitz 2003). En el centro de Norpatagonia (p. ej. alto valle del río Negro) el clima es templado-árido, predominan los vientos del oeste y las precipitaciones, que tienen lugar principalmente en invierno, son escasas (menos de 200 mm anuales). Desde el valle medio y en dirección noreste, el clima se vuelve templado-semiárido y las precipitaciones aumentan gradualmente alcanzando ca. 300 mm anuales en Choele Choel, ca. 400 mm en Río Colorado y ca. 500 en la desembocadura de dicho río. Aquí las lluvias se producen mayormente en otoño y primavera, cuando son más frecuentes las masas de aire húmedo del Atlántico (Páez et al. 2001). 26 Al igual que las precipitaciones, los valores medios anuales de temperatura y de cantidad de días con heladas varían de un extremo al otro de la región. En Cipolletti (alto valle) se registra una media anual de 13,9º C de temperatura y de 53 días con heladas; en Choele Choel (valle medio) la temperatura media es de 14,2º C y los días con heladas alcanzan una media de 49 y en Viedma (valle inferior) las temperaturas y días con heladas alcanzan los 14,2º C y 30, respectivamente. Las temperaturas extremas pueden alcanzar los –14º C de mínima y 42º C de máxima. Los vientos son muy frecuentes en toda el área y predominan los del oeste, aumentando su intensidad hacia la parte inferior del valle (Frangi y Malacalza 1978). 5.2. Paleoclima Sobre los cambios climáticos ocurridos durante el Holoceno se llevaron a cabo numerosas investigaciones en el área de estudio y regiones adyacentes. Se realizaron abundantes aportes en la región pampeana (Fidalgo 1992; Fidalgo y Tonni 1978; Nieto y D’Antoni 1985; Prieto 1996; Tonni et al. 1999; entre muchos otros), en la región andino-patagónica septentrional (Heuser 1974; Heuser y Streeter 1980; McCulloch et al. 2000; Rabassa et al. 1978; Wenzens 1999) y en las planicies de la “diagonal árida” norpatagónica (Garleff et al. 1994; Schäbitz 1994, 2003; Schäbitz y Liedricht 1998). En estas investigaciones se utilizaron diferentes líneas de evidencia: geológicas, palinológicas y zoogeográficas. Aunque no siempre coincidentes, constituyen el marco a partir del cual puede obtenerse un esquema general de la evolución paleoclimática en la región. El estudio de los registros polínicos y de las secuencias sedimentarias de algunos bajos sin salida, muestra que las condiciones climáticas variaron de modo diferente en las distintas sub-regiones de Norpatagonia (Schäbitz 1994, 2003). Los cambios en las precipitaciones ocurridos durante el Holoceno habrían sido producidos por la alternancia entre la influencia del anticiclón del Atlántico sur y el avance hacia el Norte de los vientos del oeste. En el primer caso, se habrían generado condiciones de mayor humedad en el este y, en el segundo, un aumento de las precipitaciones en el centro y de mayor aridez en el sector costero. 27 Hacia finales del Pleistoceno (ca. 18.000 años AP) el retroceso de los glaciares en la Patagonia dio fin a la última gran glaciación. Sin embargo, no existe un acuerdo generalizado en cuanto al momento en que comenzó el intervalo post-glacial, durante el cual el clima devino más templado que el actual. Mercer (1976) considera que luego de 11.000 años AP y antes de 4.600 años AP no hubo avances de los glaciares más allá de sus límites actuales. Sin embargo, estudios palinológicos realizados en el sector cordillerano chileno (Heuser 1974; Heuser y Streeter 1980) indican que entre 11.300 y 9.400 años AP las temperaturas habrían sido tan bajas como en el final de la última glaciación. Un considerable aumento de las mismas se habría registrado recién alrededor de los 9.000 años AP (Heusser et al. 1981) (véase también Clapperton 2000). Antes de que se produzca el retroceso de los glaciares, los vientos del oeste predominaban en Norpatagonia, generando condiciones de mayor humedad en el oeste y centro de dicha región (Garleff et al. 1994). Como resultado de esto, de las temperaturas aún bajas y de la moderada evaporación, el nivel de los lagos era alto (Garleff et al. 1994: 222). Los mismos vientos que generaron condiciones húmedas en los sectores central y occidental produjeron mayor aridez en el este. El cinturón de dunas que ocupa el triángulo formado entre las localidades de Río Colorado (provincia de Río Negro), Monte Hermoso (provincia de Buenos Aires) y el valle de Utracán (provincia de La Pampa) indicaría que las bajas precipitaciones alcanzaron también el sur de la región pampeana (Garleff et al. 1994; Zárate y Blasi 1993). Sobre la base de evidencias zoogeográficas, principalmente de la presencia de especies típicas de los dominios Patagónico y/o Central en ámbitos pampeanos (p. ej. Lama guanicoe, Lyncodon patagonicus, Zaedyus pichiy y Dolichotis patagonum) varios autores plantearon que: “...during most of the Late Pleistocene and Holocene climate in the Pampas seems to have been arid and cold with (very?) short wetter periods…” (Tonni et al. 1999: 259; véase también Tonni y Cione 1995). En la región ubicada entre el río Negro y el sur de la región pampeana los valores de paleoprecipitación durante el Holoceno medio (ca. 7.000-5.000 años AP), estimados a partir de perfiles polínicos, muestran valores de 210-290 mm anuales (Schäbitz 2003). Estas condiciones se correlacionan con la fase del Hypsitermal local (óptimum climaticum), en la que se habrían verificado temperaturas más altas que la 28 actual (Fidalgo y Rabassa 1984: 305). El dominio de los vientos del oeste no habría permitido que las masas de aire húmedo del océano Atlántico penetren en el continente (Schäbitz 2003). A partir de este momento se reconoce un cambio de rumbo en la evolución de las condiciones climáticas en los diferentes sectores de Norpatagonia. Este cambio no se registró con la misma intensidad en toda la región sino que experimentó mayor magnitud en el sector este (Schäbitz 2003). En el oeste y centro de Norpatagonia, el mayor volumen de precipitación media anual registrado a partir de estudios polínicos para el Pleistoceno final (estimada entre 210-340 mm anuales) descendió en el Holoceno medio (190-300 mm) y tardío (210-280 mm), probablemente como consecuencia del debilitamiento de la influencia de los vientos del oeste (Schäbitz 1999). Aunque se reconoce un incremento de las condiciones de aridez desde los últimos 4.000 años, este proceso no habría sido muy significativo, registrando una interrupción entre 5.000 y 4.000 años AP, momento en que se produjo un aumento transitorio de las precipitaciones (Garleff et al. 1994). Con posterioridad al Hipsitermal, se habrían registrado en la región andino-patagónica septentrional tres episodios con condiciones algo más frías y húmedas que las actuales, con precipitaciones medias hasta 150% superiores. El primero se habría ubicado en el período 5.000-3.100 años AP, el segundo alrededor de 2.000 años AP y el tercero entre el 350 y 200 años AP. En este último, la temperatura media habría estado cerca de 4º C por debajo de la actual (Heuser y Streeter 1980). En la región este de Norpatagonia, el proceso de aridización registrado en el centro parece haberse interrumpido hace 4.500 años. Los perfiles polínicos analizados muestran un marcado incremento de la precipitación desde el Holoceno medio (Schäbitz 2003: 295). Esto se tradujo en un paulatino aumento del tamaño de las acumulaciones de agua en las salinas de los bajos sin salida (Schäbitz 1994: 293). Esta transición hacia el establecimiento de condiciones semiáridas culmina hacia los 2.500 años AP, momento en que se establecen las condiciones climáticas actuales. Hacia los 3.000 años AP también en el extremo noreste de la Patagonia y sudeste de la región pampeana las condiciones habrían sido templado-áridas y con predominio de ambientes eólicos (Melo et al. 2003). A medida que se avanza hacia la región pampeana, el establecimiento de las condiciones semiáridas se registra más temprano. En la salina de Anzoategui, ubicada a 29 pocos kilómetros al norte del río Colorado, Schäbitz (1994, 2003) ubica el comienzo de dicho proceso alrededor de 5.200 años AP y el de las condiciones actuales hacia 3.900 años AP. Sin embargo, en la Salina Piedra -ubicada a 40 km al noreste de Carmen de Patagones- el mismo autor señala que la transición hacia condiciones semiáridas se habría producido a partir de 4.300 y el de las actuales alrededor de 2.500 años AP. Los estudios paleoclimáticos realizados en el este de Norpatagonia no han permitido identificar eventos importantes de aridización durante el Holoceno tardío, como el registrado en el sector andino por Villalba (1994) y Boninsegna (1995). Por el contrario, los registros polínicos indican un aumento sostenido de las precipitaciones durante este período (Schäbitz 2003). No obstante, la evolución de las investigaciones en áreas más estudiadas muestra que, a medida que se incrementa el volumen de información y la variabilidad de líneas de evidencias consideradas, es posible identificar fluctuaciones climáticas menores. Las escalas de cambio reconocidas dependen, en gran medida, de los indicadores utilizados y de las metodologías aplicadas. La incorporación de nuevos datos permitirá reconocer la importancia local de procesos ocurridos a escala global como la Pequeña Edad del Hielo, que habría provocado condiciones frías, secas y semiáridas alrededor de 500-350 años AP (véanse Politis 1984; Rabassa et al. 1985 y Tonni et al. 1999), o la Anomalía Térmica Medieval producida ca. 1.000 años AP (Broecker 2001; Stine 1994), cuyos efectos habrían sido variables de una región a otra (Agosta et al. 2005). En este sentido, la incorporación de datos procedentes de los registros faunísticos de los sitios arqueológicos constituirá un aporte sustancial. 6. Consideraciones finales La descripción de los aspectos ambientales desarrollada a lo largo de este capítulo permite puntualizar una serie de aspectos geológicos y fisiográficos relevantes para la investigación arqueológica de la región. La importancia de dichos aspectos no solo radica en su potencial influencia sobre la adaptación de las sociedades humanas, sino también en su participación como agentes influyentes en la preservación y visibilidad de los productos materiales de las poblaciones. 30 En primer lugar, el río Negro es un rasgo prominente del paisaje y fisiográficamente contrastante con las zonas de planicies altas patagónicas. Esto pudo constituir un factor influyente para que el registro arqueológico adquiera también características particulares. Puede reconocerse que los hábitats acuáticos -lato sensu- son extremadamente variables en sí mismos; que con ellos se yuxtaponen hábitats continentales igualmente variables y que juntos ofrecen un mosaico medioambiental muy diverso (Erlandson 2001). Al mismo tiempo las cuencas norpatagónicas conforman un eje (este-oeste) que une ambientes fisiográfica y biogeográficamente muy diversos y que, principalmente en el sector oriental, se comporta como un gran espacio ecotonal. En segundo lugar, la cuenca media e inferior del río Negro y las planicies ubicadas entre esta y la del río Colorado, evidencian una evolución geológica diferente a la observada en la mayor parte de las mesetas patagónicas. En estas últimas, el predominio de fenómenos erosivos muy intensos tuvo como resultado la exposición de sedimentos muy antiguos (Román y Sisul 1984) y, por lo tanto, resultan poco frecuentes las condiciones para el enterramiento de contextos arqueológicos a cielo abierto. En los valles, por el contrario, la sedimentación eólica y fluvial se desarrolló en forma más o menos continua (Luchsinger 2006a), alcanzando varios metros de espesor en determinados sectores (Román y Sisul 1984). Estos paquetes sedimentarios pueden constituir una matriz óptima para la preservación de depósitos arqueológicos en posición estratigráfica. No obstante, y a diferencia de otros valles patagónicos, la ausencia de abrigos rocosos disminuye las posibilidades de formación y/o detección de sitios arqueológicos con múltiples ocupaciones diacrónicas. 31 CAPÍTULO 2 LOS RECURSOS UTILIZADOS POR LAS SOCIEDADES ABORÍGENES SEGÚN LAS FUENTES DE INFORMACIÓN ETNOGRÁFICA “...La economía ortodoxa ignora el hecho de que las prácticas puedan tener otros principios que las causas mecánicas o la intención conciente de maximizar la utilidad...” (Bourdieu y Wacquant 1995: 82). “...The ideological and moral dimension of relativism, for example, could be incorporated into a moderate postpositivist scientific perspective. This implies a recognition that our modern ideological views do influence our perspectives on the past, and that we need to recognize and remove this bias if we wish to improve our scientific reconstructions...” (Whitley 1998: 11). 1. Introducción La diversidad, abundancia y distribución de los recursos en una región son algunas de las variables tenidas en cuenta por las poblaciones humanas del pasado para la planificación y realización de sus actividades. Sin embargo, el modo en que las distintas sociedades definen, conciben y se comportan frente a los recursos, no responde a patrones universales, sino que está mediatizado por un complejo y particular sistema de prácticas y creencias. Dichos patrones son influenciados tanto por las características del recurso en sí mismo y las necesidades energéticas de las poblaciones humanas, como por el orden ideacional y trayectoria histórica social y política de quienes los utilizan (véanse entre muchos otros David 1992; Hernando 2004; Politis 2004, 2006a; Politis y Saunders 2002 y Sahlins 1977). Comprender el rol de los recursos en la vida de las sociedades del pasado implica, por lo tanto, considerar la forma en que ellos se articulan en esa compleja trama. En contra de las tendencias surgidas en los debates intelectuales de otras ciencias sociales (véase p. ej. Bourdieu y Wacquant 1995), este aspecto de las sociedades humanas ha sido tenido en cuenta de manera desigual en el desarrollo de la arqueología contemporánea (véase discusión en Politis 2006a). Por un lado, desde una visión positivista del comportamiento -predominante en las últimas décadas-, se consideran 32 claves los factores ecológicos y adaptativos e irrelevantes los simbólicos para la interpretación del registro arqueológico. Por otro lado, y desde una visión crítica de esta postura, varios autores cuestionan la frecuencia con que se interpreta la economía y la dinámica de las poblaciones del pasado mediante la aplicación de los marcos de referencia tecno-económicos propios de la sociedad occidental (Godelier 1976; Hernando 2004; Pfaffenberger 1992; Politis 2004). Según dichos autores, esta forma de razonamiento conduce a la elaboración de complejos modelos sobre la base de una conceptualización de la realidad cuya lógica no es compatible con la de las sociedades que se pretende explicar. Para una comprensión más precisa del registro arqueológico, por el contrario, los arqueólogos necesitan tomar conciencia de la extrema diversidad y complejidad de los hechos sociales (véanse entre otros Gallay 1992 y Karlin y Julien 1994). Una de las estrategias de investigación que se ha mostrado más útil para dimensionar la diversidad de los fenómenos sociales e incorporarla a las interpretaciones arqueológicas es la etnoarqueología (entre muchos otros véanse Hernando 2004; Politis 2002 y Sillar 2000). La observación y estudio de sociedades no occidentales desde una perspectiva arqueológica fue conformando una valiosa fuente de analogías y generación de hipótesis. La información etnoarqueológica de las sociedades cazadoras-recolectoras fue generada a partir del estudio de poblaciones donde aún se conservan los modos de vida tradicionales. Sin embargo, en muchas regiones del mundo -como Pampa y Patagonia- los planes de exterminio masivo implementados por los estados nacionales eliminaron la mayoría de dichas poblaciones y sus modos tradicionales de vida. Frente a esta situación, dos tipos de información adquieren particular relevancia en los trabajos arqueológicos. En primer lugar, los estudios realizados sobre poblaciones actuales -de otros lugares del mundo- cuyos modos de vida son similares a los de los pueblos estudiados. En segundo lugar, las observaciones directas realizadas por cronistas, naturalistas y viajeros sobre las poblaciones humanas originarias de la región. Aunque esta última fuente carece de la sistematicidad y control que caracteriza a los estudios etnoarqueológicos debido a la imposibilidad de realizar trabajos de campo (Politis 2002: 93), provee una valiosa fuente de datos (Politis 2004; Sillar 2000). Aún reconociendo estas limitaciones metodológicas y considerando que los grupos humanos 33 observados por los cronistas no representan las mismas sociedades estudiadas a través del registro arqueológico, la procedencia local de esta información y la posibilidad de continuidad histórica de las sociedades etnográficas, la convierten en una fuente de datos insustituible. A pesar de que las narrativas etnográficas se organizan a partir de categorías analíticas de la sociedad occidental, permiten ampliar el espectro de las interpretaciones posibles (Politis 2006a). Por los motivos esgrimidos en los acápites anteriores, en este capítulo se presenta un esquema general sobre la disponibilidad y posibles modos de explotación de los recursos en el área de estudio tomando como base, principalmente, la información etnográfica disponible. Es decir, no solo se consideran los datos estrictamente ambientales, sino también las observaciones directas de las sociedades aborígenes realizadas por los cronistas, naturalistas y viajeros que recorrieron la región. Se parte de la premisa de que la mayoría de las poblaciones patagónicas compartieron gran parte de las formas de pensamiento y conceptualización de la realidad y que, en ciertos casos, estaban adaptados a un ambiente similar y explotaron la misma gama de recursos. En este sentido, la información etnográfica de primera mano, independientemente del período y lugar en el cual fue recogida, constituye una fuente de analogías e hipótesis muy valiosa. Si bien aquí se presta especial atención a las observaciones realizadas en el centro y norte de la Patagonia entre finales del siglo XVIII y finales del XIX (principalmente por Basilio Villarino, Alcides d’Orbigny, Auguste Guinnard, Guillermo Cox, Jorge Claraz y George Musters), se consideran también otras efectuadas en un amplio espectro geográfico y cronológico. Desde el extremo norte de la Patagonia hasta la provincia de Santa Cruz y desde momentos previos a la incorporación generalizada del caballo a la vida de las poblaciones aborígenes (1712-14)1 hasta mediados del siglo XX. Aunque la incorporación de este y otros bienes introducidos luego de la colonización española, indujeron significativos cambios en la economía, movilidad y organización social de las poblaciones aborígenes (Mandrini 1999), no se considera que esto disminuya la calidad de la información aportada por las fuentes analizadas. Dado que la discusión sobre dichos cambios no se aborda en esta tesis, se sugiere consultar 1 La primera referencia sobre el uso del caballo europeo en sociedades patagónicas corresponde a Bulkeley y Conmis ([1712-14], en Embón 1949). 34 los planteos que sobre este tema han realizado otros autores (entre otros Casamiquela 1985; Mandrini 1992; Nacuzzi 1998; Pedrotta 2006). Este capítulo comienza con la discusión sobre la disponibilidad y distribución del agua en el área de estudio y sus posibles implicancias en la dinámica y forma de vida de las sociedades. A continuación se presenta, en apartados diferentes, la información vinculada con los recursos faunísticos, vegetales y minerales. En estos apartados se sucede el tratamiento de los diferentes ítems considerando la abundancia relativa en que cada uno aparece en las fuentes consultadas. Por ejemplo, en el caso de los recursos faunísticos se comienza con los animales que según las crónicas fueron más importantes y explotados con mayor frecuencia como el guanaco y el ñandú, continuando con los menos referenciados (mamíferos medianos y pequeños, aves, reptiles, etc.). Finalmente se discuten las principales implicancias de la información presentada para el estudio arqueológico del área. 2. Agua El este y centro de Norpatagonia es una inmensa región con déficit hídrico permanente. La evapo-transpiración sobrepasa en promedio a las precipitaciones, alcanzando en el medio y alto valle del río Negro un déficit de 600 mm anuales (Frangi y Malacalza 1978). Fuera de las grandes cuencas de los ríos Colorado y Negro no existen fuentes de agua permanentes (Quiroga 1992: 24); la red de drenaje superficial es temporaria y suele desembocar en bajos salitrosos (Figura 2.1). La mayor parte de las lagunas efímeras localizadas en las planicies, así como las fuentes subterráneas, presentan concentraciones salinas elevadas (Rimoldi y Turazzini 1984: 693; Román y Sisul 1984: 565) y, por lo tanto, no son aptas para el consumo humano. Los únicos lugares con fuentes permanentes de agua dulce en esta zona son los valles de los ríos Colorado y Negro y la región de Valcheta. 35 Figura 2.1. Bajo salitroso ubicado entre los ríos Colorado y Negro Los cronistas que transitaron y describieron la región dan cuenta de esta situación al referirse a las dificultades para encontrar agua dulce, tanto al sur del río Negro como en el inter-fluvio formado entre este y el Colorado (véanse Viedma [1780- 83] 1972 y Villarino [1782-83] 1972). El ámbito más crítico era la región litoral del golfo de San Matías, que solo podía ser transitada en invierno y durante los 20 o 30 días posteriores a las precipitaciones (Goycochea 1779, en Ratto 1930; Moyano 1931). Aún considerando la posibilidad de aprovechamiento del agua de lluvia acumulada debajo de la superficie de los médanos costeros, su escasez habría permitido sostener solo pequeños asentamientos (Casamiquela 1985: 92). Además de las referencias directas sobre la escasez de agua dulce en la región, muchos cronistas señalan sus implicancias en la movilidad de las poblaciones humanas. Los desplazamientos de los grupos durante esos tiempos estaban restringidos a unas pocas rutas o “veredas” ubicadas “tierra adentro” y establecidas en función de la disponibilidad del recurso hídrico (Deodat 1958-59). Estas rutas eran utilizadas con 36 frecuencia y por diferentes grupos étnicos (Nacuzzi y Pérez de Micou 1994). En este marco, el arroyo Valcheta constituía un centro estratégico de la “radiación caminera del norte patagónico” donde confluían varias vías de comunicación (Deodat 1958-59: 395). Entre las “veredas” más conocidas y frecuentadas por los aborígenes durante los siglos XVIII y XIX se encuentran las denominadas “Travesía de Valcheta” (Burmeister 1883- 91; Claraz [1865-66] 1988; Lista 1880) y “ruta del Chancho” (Musters [1869-70] 1997); ambas partían desde el río Negro (a la altura de Fortín Castre y Sauce Blanco, respectivamente) y confluían en la zona de Valcheta. La disponibilidad de agua ha operado, seguramente, como agente restrictivo de la versatilidad del rango de acción de los grupos humanos (Binford 1980: 9; Gómez Otero 1995: 83). En ambientes áridos y semiáridos como la región extra-andina de la Patagonia, donde el régimen de lluvias excepcionalmente alcanza los 300 mm anuales, este recurso debió ser estratégico, independientemente de las pequeñas variaciones en las condiciones climáticas. En este sentido, el río Negro debió constituir siempre un factor aglutinante de población y recursos dado que, además de agua dulce permanente, ofrece una cantidad y diversidad de especies florísticas y faunísticas mucho mayores que las zonas circundantes. 3. Recursos faunísticos Varias especies de animales fueron utilizadas por las poblaciones humanas que habitaron la Patagonia en el pasado, no solo para la alimentación sino también para la construcción de viviendas, para la confección de prendas de vestir, instrumentos, ornamentos y colorantes, entre muchos otros elementos. La información más completa de estos usos procede de las descripciones de los cronistas y viajeros que observaron directamente a dichas poblaciones, principalmente durante los siglos XVIII y XIX. El recurso alimenticio más importante para la mayoría de los grupos de la región fue el guanaco (Lama guanicoe). La organización social y económica de estas sociedades no puede entenderse sino en estrecha vinculación con esta especie. El guanaco no solo fue explotado intensivamente por su carne, sino también por el cuero, la grasa, los tendones, las vísceras, la sangre y los huesos. Dado que la información 37 etnográfica disponible al respecto es muy abundante, se presenta a continuación una breve síntesis (Tabla 2.1). Tabla 2.1. Utilización del guanaco según fuentes de información etnográficas Parte anatómica Utilidad Referencia bibliográfíca2 Bezoar Medicinal Musters ([1869-70] 1997: 154). Elaboración de charqui Entre muchos otros, Claraz ([1865-66] 1988: 116); Guinnard ([1856-59] 1947: 82); Musters ([1869-70] 1997: 99, 184). Carne Alimento fresco Entre muchos otros, Aguerre (2000); Bórmida y Casamiquela (1958-59); Claraz ([1865-66] 1988); Cox ([1862-63] 2005); d’Orbigny ([1828-29] 1999); Guinnard ([1856-59] 1947); Musters ([