Procesos locales de selección cultural en poblaciones frutales de la familia Rosaceae, originarias del Viejo Mundo utilizados por comunidades rurales del Noroeste argentino Lambaré, Daniela Alejandra Doctor en Ciencias Naturales Dirección: Pochettino, María Lelia Co-dirección: Vignale, Nilda Dora Facultad de Ciencias Naturales y Museo 2015 Acceso en: http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar/id/20150504001396 Naturalis Repositorio Institucional http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar Universidad Nacional de La Plata Facultad de Ciencias Naturales y Museo Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional Powered by TCPDF (www.tcpdf.org) http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/legalcode.es http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar http://www.tcpdf.org UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE CIENCIAS NATURALES Y MUSEO PROCESOS LOCALES DE SELECCIÓN CULTURAL EN POBLACIONES FRUTALES DE LA FAMILIA ROSACEAE ORIGINARIAS DEL VIEJO MUNDO UTILIZADOS POR COMUNIDADES RURALES DEL NOROESTE ARGENTINO LIC. DANIELA ALEJANDRA LAMBARÉ DIRECTORAS: MARIA LELIA POCHETTINO Y NILDA DORA VIGNALE TESIS PARA OPTAR AL GRADO ACADEMICO DE DOCTORA EN CIENCIAS NATURALES (FCNyM-UNLP) 2015 2 A Gina, Tany y Dorita por su enseñanza, apoyo y confianza día a día 3 AGRADECIMIENTOS A los pobladores de Juella, en especial a las mujeres de la comunidad, sin su colaboración y experiencias trasmitidas, compartidas y vividas, estas palabras no estarían aquí. Al Sr. Agente Sanitario del puesto de Salud de Juella. A la Escuela nº 241 de esta localidad, su directora Srta. Viviana del Carmen Cejas, a los docentes, en especial a la Srta. Ana Elisabeth Vilte, a los alumnos de 4to, 5to, 6to y 7mo grado con los que realizamos el trabajo, y a todo el personal que trabaja en la escuela. Que la lucha del pueblo en contra de la minería a cielo abierto y sin garantías se escuche. A los pobladores de Yacoraite y paraje San José, a la Señora Carmela de Maimará por el valioso aporte que brindaron durante el A la Dras. Tany Pochettino y Dorita Vignale, por su invalorable apoyo y dedicación para mi formación personal y profesional. INFINITAS GRACIAS!. A mis compañeras y compañero del Laboratorio de Botánica Sistemática y Etnobotánica (LABOSyE) y Cátedra de Botánica Sistemática (FCA-UNJu), en especial a la Lic. Gabriela Entrocassi, Lic. Marina Acosta, Lic. Estela Flores y Lic. Leila Giménez por su valioso aporte durante la realización de este trabajo. A mis compañeros “lejanos” del Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada (LEBA, FCNyM UNLP) por su compañía y apoyo incondicional en estos últimos meses, a Lic. Pablo Stampella, Dra. Verónica Lema, Dra. Patricia Arenas, Lic. Natalia Petrucci, Lic. Patricia Riat, Lic. Laura Pérez, Lic. Belén Doumecq, Lic. Jeremías Puentes y Dra. Aylén Capparelli. A la Dra. Grabriela Sica, Unidad de Investigación en Historia Regional Nodo UNIHR-ISHIR. Investigaciones Socio-Históricas Regionales Unidades en Red CONICET. A la Lic. Natividad González y Lic. Antonela Centanni (FHyCS-UNJu), Dra. Paola Silvia Ramundo y Lic. Milagros Criquet, FFyL- Museo Etnográfico "J. B. Ambrosetti"- UBA, Lic. Mara Sato, Finca experimental La Posta (Maimará, Jujuy). Ing. Dante Aramayo. FCA- UNJu, a todos gracias por el aporte que supieron brindar en la realización de esta tesis. Al Consejo de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) y Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Jujuy. 4 A las evaluadoras de esta tesis, Dras. María Fernanda Rodríguez, Mariana Quiroga Mendiola y Ana Ladio, por sus atinadas sugerencias que contribuyeron al mejoramiento de este trabajo. A mi familia y amores, Gina, Orli, Adri, Lía, Leo, Fede, tía Kali y a mis sobrinos, Mateo, Olivia, Candela, Martina, Ema, Isabela y Luciano por acompañarme y siempre darme su amor. Es un anhelo que mis niños y los niños del futuro lleguen a ver los cielos de mi Jujuy como yo los vi durante la realización de este trabajo. A mis amigos queridos, Sole, Guada, Lau, Maru, Pablito tilcareño, Cele, Maga, Jime y Luz simplemente por estar. A la Pachamama, por los cerros, las flores, el cielo!. 5 INDICE RESUMEN, 10 ABSTRACT, 13 PARTE I INTRODUCCIÓN CAPITULO I. 1.1 Introducción General, 17 1.2 Hipótesis de Trabajo, 19 1.3 Objetivo General, 20 1.3.1 Objetivos Específicos, 20 1.4 Antecedentes, 20 1.4.1 Antecedentes de las Rosaceae en el Noroeste de Argentina, 21 1.5 Marco Teórico 23 CAPÍTULO II. 2. 1 Área de Estudio, 28 2. 2 Historia de la comunidad y características de la población, 31 2.3 Paisaje biocultural: la Población actual de Juella, 33 CAPITULO III. 3.1Metodología General, 38 3.2 Consentimiento previamente informado, 38 3.3 Entrevistas, 38 3.4 Material vegetal, 40 6 3.5 Búsqueda de fuentes bibliográficas e información etnohistórica, 41 3.6 Exomorfología y endomorfología, 41 PARTE II RESULTADOS CAPITULO IV. ETNOHISTORIA DE LA INTRODUCIÓN Y APROPIACIÓN DE CULTIVOS EUROPEOS Y SU ROL EN LA CONSTRUCCIÓN DEL PAISAJE CULTURAL EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA 4.1 INTRODUCCIÓN, 43 4.2 MATERIALES Y MÉTODO, 45 4.3 RESULTADOS, 46 4. 3. 1 Primeros ingresos de cultivos en el continente, 46 4.3.2 Historia de ingreso, evidencias etnohistóricas de la introducción de frutales en el Noroeste de Argentina, 46 4.3.3 Siglo XX algunas notas sobre el cultivo de duraznos modernos en la Quebrada, 51 4.4 DISCUSIÓN, 52 CAPITULO V. DIVERSIDAD Y PRÁCTICAS AGRÍCOLAS ASOCIADAS AL CULTIVO TRADICIONAL DE DURAZNOS, PRUNUS PERSICA (ROSACEAE), EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA 5.1 INTRODUCCIÓN, 54 7 5.2 ÁREA DE ESTUDIO, 57 5.3 MATERIALES Y MÉTODOS, 57 5.3.1 Análisis de datos, 57 5.4 RESULTADOS, 58 5.4.1 Los duraznos y su clasificación local, 58 5. 4.2 Caracterización de la riqueza de “duraznos” identificada localmente, 65 5.5 DISCUSIÓN, 66 CAPITULO VI. MANEJO DE VARIEDADES LOCALES DE PRUNUS PERSICA (ROSACEAE) Y SU RELACIÓN CON LOS SISTEMAS AGRÍCOLAS TRADICIONALES EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA 6.1 INTRODUCCIÓN, 69 6.1.1 La Agricultura Prehispánica en el Noroeste de Argentina, 70 6.2 AREA DE ESTUDIO Y AGRICULTURA, 71 6.3 MATERIALES Y MÉTODOS, 71 6.3.1 Información histórica y arqueobotánica, 71 6.3.2. Relevamiento de datos, 72 6.3.3 Análisis de datos, 72 6.4 RESULTADOS, 72 6. 4.1 El contexto arqueológico, 72 6.4.2 Sistemas agrícolas tradicionales y manejo histórico de Prunus, 74 6.4.3 Manejo actual de los “duraznos” de la Quebrada, 77 6.4.3.1. Calendario agrícola y preparación del terreno, 77 8 6.4.3.2. Tipo de suelo, abono, 78 6.4.3.3. Fenología de los durazneros y actividades locales, 79 6.4.3.4. Cosecha y almacenamiento, 80 6.4.3.5. Propagación y selección de semillas, 81 6.4.3.6. Manejo de plagas, 84 6.4.3.7. El agua y estructuras de riego, 86 6.4.4 Espacios o zonas agroecológicas, 88 6.4.5 Formas de selección, propagación y relevancia de variedades locales, 92 6.5 DISCUSIÓN, 97 CAPITULO VII. LOS FRUTALES INTRODUCIDOS EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA: SU IMPORTANCIA EN EL PATRIMONIO ALIMENTICIO LOCAL 7.1 INTRODUCCIÓN, 100 7.2 ÁREA DE ESTUDIO Y ALIMENTACIÓN, 102 7.3 MATERIALES Y MÉTODOS, 103 7.4 RESULTADOS, 103 7.4.1 Preparaciones y productos elaborados, 103 7.4.2 Usos y su valor como elemento de intercambio: El festival del durazno, 106 7.5 DISCUSIÓN, 109 CAPITULO VIII. ¿LA EXOMORFOLOGÍA CLÁSICA Y EL MÉTODO MICROGRÁFICO EVIDENCIARÁN DIFERENTES ESTRATEGIAS DE MANEJO DE LOS DURAZNOS DE JUELLA? 8.1 INTRODUCCIÓN, 112 9 8.2 MATERIALES Y MÉTODOS, 113 8.2.1 Materiales estudiados, 113 8.2.2 Métodos, 114 8.2.2.1 Etnobotánico, 114 8.2.2.2 Morfología (Exomorfología), 114 8.2.2.3 Endomorfología (Micrografía), 115 8. 3 RESULTADOS, 116 8.3.1 Exomorfología, 116 8.3.2 Endomorfología, 122 8. 4 DISCUSIÓN, 126 PARTE III DISCUSIÓNES Y CONCLUSIÓNES GENERALES CAPITULO IX. DISCUSION GENERAL, 128 CAPITULO X. CONCLUSIONES GENERALES, 132 PARTE IV BIBLIOGRAFÍA Y ANEXOS BIBLIOGRAFÍA, 135 ANEXO I, 152 ANEXO II, 154 ANEXO III, 155 10 RESUMEN Actualmente la agricultura es considerada un eje central del conocimiento botánico tradicional (CBT) el cual está relacionado a la estructura social de una comunidad y a los factores ambientales presentes en una región. Entre las características que distinguen el CBT se encuentra su relación directa con el medio natural, en donde se ponen en práctica, entre otras cosas, criterios de selección y toma de decisiones, factores culturales y simbólicos que permiten definir a una población como particular y distinta de otra. Esta tesis plantea el caso de frutales introducidos como los “duraznos” -Prunus persica (L.) Batsch-, cultivo que actualmente- y desde el período colonial- forma parte del paisaje biocultural de la Quebrada de Humahuaca, no sólo como elementos conspicuos sino también como parte de los sistemas tradicionales de manejo, selección, clasificación y apropiación que se visualizan a través de términos tales como “duraznos de la Quebrada”. El objetivo principal de esta tesis fue identificar y analizar, desde un abordaje etnobotánico, la diversidad de variedades frutales del género Prunus y las pautas culturales asociadas a la selección y manejo de dichas variedades locales. Además, siguiendo un abordaje etnohistórico, se buscó contextualizar la dinámica cultural relacionada con su introducción, incorporación y apropiación a un paisaje que es resultado de más de 400 años de interacción entre los saberes y recursos locales y foráneos. De ello se desprende que la metodología utilizada fue interdisciplinaria. A través de la búsqueda bibliográfica en literatura histórica y arqueológica se identificaron las introducciones tempranas, rutas de ingreso e incorporación al sistema agrícola local. Para el relevamiento de la diversidad de “duraznos”, así como prácticas actuales de manejo se utilizó la metodología etnobotánica cualitativa, con estrategias de observación y entrevista, así como caminatas y mapeo de los espacios productivos en compañía de los pobladores. Con el fin de identificar las variedades y detectar las diferencias morfológicas resultantes de los procesos de selección cultural se utilizó la metodología botánica, con observaciones exo y endomorfológicas y aplicación de estudios micrográficos. En un primer momento estos elementos foráneos ingresaron en el NOA de manera forzada, favorecidos por las condiciones ambientales que la definen y con el deseo de los europeos de recrear lo que ocurría en los terrenos de cultivo al sur de España. 11 Entender el contexto histórico local en el que se desarrolló el ingreso, instauración, manipulación y el cultivo efectivo de los “duraznos”- y de otras especies introducidas y de importancia como es el “trigo”- resultó una instancia que permitió reconstruir el camino que recorrió este cultivo hasta su incorporación como parte de los espacios agrícolas junto a cultivos de origen americano. El análisis de las distintas fuentes históricas permite postular que los “duraznos” ingresaron a Jujuy a la zona de los valles secos en el período colonial, desde rutas provenientes del Perú. Las características ambientales y culturales de la zona en estudio permitieron el establecimiento y mantenimiento de este cultivo, a saber el ciclo agrícola prehispánico coincidente con la poda y cosecha de “duraznos”, así como las actividades de labranza y regadío con una red de acequias que permitió el aporte hídrico indispensable. Esto se refleja en la existencia de una diversidad –conformada por un conjunto de 9 etnovariedades que son diferenciadas de los “duraznos” comerciales a nivel local y regional-. Estas etnovariedades se diferencian entre sí fundamentalmente por el carácter de adherencia del endocarpo y pilosidad del epicarpo. Asimismo las distintas variedades presentan usos específicos tales como consumo directo, elaboración de dulces y conservas o deshidratado. Por otra parte, estas variedades se diferencian de las variedades comerciales por su menor tamaño y sabor más dulce. La identificación y comprensión de las estrategias de gestión in situ mencionadas – las que apuntaron a promover su permanencia y estabilización en el tiempo como alternativa alimenticia que otorgó y sigue otorgando a las comunidades rurales parte de su autonomía nutricional-, permite plantear que este elenco de etnovariedades con particularidades propias y usos definidos no son sólo es el resultado de prácticas de cultivo sino también de aspectos históricos locales, donde procesos de selección de variedades (fenotipos), establecidos desde pautas culturales y que opera como mecanismo domesticador, fueron guiados por las preferencias en el consumo y, hoy en día, por alguna instancia de comercialización, lo que puede ser tomado como un ejemplo de la conformación de un paisaje cultural. Desde una primera instancia y a lo largo de esta tesis –con el desarrollo de cada capítulo- se intenta revelar el sentido de identidad que tiene el cultivo de “durazno” para los pobladores de Juella, alternativa que aporta a la consolidación de su propio sistema 12 productivo (donde se conjuga praxis, corpus, transmisión e innovación) en un patrimonio local. En este sentido, el término “duraznos de la Quebrada” constituye un rótulo que los define hacia el interior de la comunidad y también hacia el exterior. En ese rótulo están contenido las características seleccionadas y/o mantenidas por los lugareños a través de siglos de interacción, y que han resistido el ingreso de otras variedades. 13 ABSTRACT At present, agriculture is considered a central axis of tradicional botanical knowledge (TBK), which is related to both the social structure of a given community and to the environmental factors of the region. Among the features that distinguish TBK, it can be mentioned its direct relationship with natural environment, over which several selection criteria and decission makings are put in practice, involving cultural and symbolic aspects that allow to define a population and to diferentiate it from another one. This thesis approach the case of introduced fruit-trees, specifically peaches - Prunus persica (L.) Batsch-, crop that at present (and since colonial period) is a part of the biocultural landscape of Quebrada de Humahuaca, not only as conspicuous elements, but also as a part of tradicional Management Systems, selection, clasification and appropriation that can be seen in terms as “peaches of the Quebrada”. The main goal of this work was to identify and analize, from the ethnobotanical perspective, the diversity of fruit varieties of genus Prunus and local cultural patterns associated to their selection and management. Besides, from an ethnohistoric perspective, it was intended to give the contex for the cultural dynamic related with their introduction, incorporation and appropiation within a landscape that is the result of 500 years of interaction of local and foreing resources and wisdoms. From here, it is derived that it is necessary an interdisciplinary methodology. Through the use of historic and archaeologic literature, early introductions, ways of access and incorporation to local agricultural systems have been identified. To record peaches diversity, along with present managemente practices, qualitative ethnobotanical methodology was used, applying techniques of observation, interviews, and walks and mapping of productive spaces with the participation of local inhabitants. The identification of varieties and eventual morphological differences resulting from the processes of cultural selection, botanical methodology was uses, by means or exo and endomorphological observations and application of micrographic studies. In a first moment, these exotic elements entered Northwestern of Argentina in a torced way, favoured by environmental conditions that define the region and with the Desire of European of recreate the crop spaces typical of the south of Spain. 14 To be able to understand the local historic context of the entrance, installment, manipulation and the efective cultivation of peaches – as well as other introduced and important species, as “wheat”- constituted an instance that allowed to reconstruct the route that this crop traversed up to its incorporation as a part of agricultural spaces with crops of American origin. The analysis of different historic sources allowed to hypothesize that “peaches” entered to dry valleys of Jujuy during colonial period by routes proceeding from Peru. Both environmental and cultural features of the area permited the establishment an maintenance of this crop, namely the prehispanic agricultural cicle that is coincident with Prunus pérsica pruning and harvesting, as well as farming and irrigation activities with a network of channels that guaranteed the indispensable water supply. These facts resulted in the existence of a diversity – compound by a set of 9 ethnovarieties that are locally and regionally differentiated from commercial peaches-. These ethnovarieties differ mainly in adherence of endocarp and hairiness of epicarp. As well, the diverse varieties have specific uses such as direct consumption, preparations of jams and preserves, or dehydrated. On the other hand, these local varieties differ from the commercial ones in a smaller size and higher sweetness. To identify and understand the mentioned strategies of in situ management that targeted to promote its permanence and stabilization through time as a food alternative that gave and still gives to local communities part of their nutritional autonomy-, allowed to consider this set of ethnovarieties with defined particularities and well established uses are not only the result of cultivation practices but of local historic aspects as well, where processes of varieties selection (phenotypes), rooted in cultural patterns and operating as domestication mechanisms, have been guided by consumption preferences and, nowadys, even by commercialization. So, this can be seen as the configuration of a cultural landscape. From the principle and in each chapter, this thesis tries to enlighten the identity sense that peaches cultivation has for the inhabitants of Juella, being an alternative that contribute to the consolidation of their own productive system (in which praxis, corpus, transmision and innovation are combined) in a local inheritage. In this sense, the term “peaches of the Quebrada” constitute a sign that define people to the interior but also to the exterior from the community. The selected 15 characterists, maintained by local people through centuries of interaction and that have resisted the entry of other varieties, are contained in that sign. 16 PARTE I INTRODUCCIÓN 17 CAPITULO I. 1. 1 Introducción General Históricamente los pueblos que se asentaban en los valles de altura del Noroeste de Argentina eran agrícola-ganaderos, aprovechando las características del ambiente físico que los rodeaba: en las zonas de valles secos que limitan con la Puna eran pastores, mientras que en los fondos de valles y quebradas más protegidas eran principalmente agricultores (Albeck 1994). En este marco, la Quebrada de Humahuaca resulta un escenario donde las actividades agrícolas constituyen la base de la subsistencia de sus habitantes, a partir de productos cultivados propios del área andina meridional (ver Área de estudio: pag. 28). El establecimiento de colonias españolas en América (1492) supuso el inicio de un intercambio de especies vegetales entre ambos continentes que afectarían múltiples aspectos de la realidad cotidiana, así como el modelo agrícola que se desarrollaba en la región. Entre las especies introducidas y rápidamente apropiadas se encuentran frutales europeos que representan en la actualidad no sólo elementos conspicuos del paisaje agrícola de la zona, sino que también lo definen e identifican, a través de términos tales como “duraznos o manzanas de la Quebrada” y “duraznos del Norte” (con respecto a los centros urbanos). Numerosas investigaciones develan el interés de las comunidades rurales en el uso de especies introducidas, que fueron adoptadas e incluidas en las costumbres del lugar y al elenco de especies vegetales para la subsistencia familiar (Casas 2001, Casas et al. 1991- 2003, Gumbo et al. 1990, Berkes et al. 2000, Kennedy 2009). Realizar un análisis de distintos usos, variedades y momentos del proceso de domesticación cultural así como de los criterios, las prácticas de manejo, selección y tecnologías que definen el modelo agrícola de la región en estudio y su permanencia, permitirá percibir cómo fueron evolucionando el recurso introducido y las poblaciones rurales que lo emplean. Actualmente la agricultura es considerada un eje central del conocimiento tradicional relacionado a la estructura social de una comunidad y a los factores ambientales presentes en una región - clima, manejo del suelo, recurso hídrico - (Vidaurre et al. 2006). Sin embargo, en lo que refiere al NOA, poco se ha escrito sobre la introducción de los cultivos en estas tierras en los primeros momentos de la conquista y colonización española. Menos aún sobre introducción, producción y consumo por parte de los distintos grupos 18 nativos que la habitaban, pasando por alto, o sin ser tenidos en cuenta, numerosos factores que actúan al momento de la introducción de un elemento cultural desconocido (Giovannetti 2005). Identificar patrones de uso y la diversidad de variedades locales de frutales presentes en poblaciones rurales, considerando los distintos procesos de domesticación y manipulación, en diferentes períodos de tiempo desde una perspectiva interdisciplinaria y complementaria, permitirá responder a distintos interrogantes: ¿Por qué rutas ingresaron estos cultivos y en qué período se produjo dicho ingreso?; ¿cuáles fueron las causas que condujeron a la permanencia de estos cultivos e inclusión junto a otros cultivos propios de la cultura andina?; ¿la permanencia de estos frutales responde a motivos económicos o a otro tipo de motivación social?; en los últimos años, ¿se está produciendo el ingreso de material genético provenientes de otras zonas? En este sentido, la etnobotánica aborda el tema desde una perspectiva amplia, e intenta -a partir de la interpretación científica de los hechos- realizar comparaciones de los conocimientos asociados a las prácticas y comportamientos que una sociedad posee sobre su mundo vegetal, a través del tiempo y en diferentes ambientes (Hilgert 2007a, Albuquerque y Hurrell 2010). Asimismo, en los últimos años la aplicación de estudios de base anatómico- estructural, como la micrografía, es considerada una herramienta complementaria de diagnóstico para la visualización de los caracteres relevantes de una especie cuando ésta sufre algún proceso de alteración intencional en su estado de integridad natural como puede ser fragmentación, pulverización o descomposición, parcial o total a través de la cocción, deshidratado, fermentación, procesos todos que generan cambios en su exomorfología. Estos estudios también son útiles para identificar características morfológicas derivadas del prolongado operar de la selección cultural, tales como pérdida de estructuras de defensa, modificación en las células de las cubiertas seminales y de los tejidos de sostén, el grosor de las paredes (Lema 2009b). Desarrollar análisis microscópicos en investigaciones etnobotánicas puede aportar datos que permitan esclarecer los procesos locales de manejo de especímenes y poblaciones vegetales, así como también contribuir en la identificación de material etnobotánico procesado cuyo objetivo sea el control de la calidad del mismo (Vignale y Gurni 2000, Lema et al. 2008). 19 Se propone documentar y analizar diversos aspectos naturales y culturales, con el fin de poder presentar una clasificación de las variedades locales considerando diversos enfoques y factores que permitan la diferenciación de estos cultivos. Por otra parte, a través del análisis de factores etnoecológicos, anatómicos y etnoarqueológicos que intervienen en los procesos de domesticación y evolución de los sistemas agrícolas -clasificación y manejo de los recursos naturales- se intenta identificar parámetros que caractericen y diferencien las diversas formas de manejo implementadas por las comunidades rurales del área en estudio. El propósito de este trabajo es describir el ingreso de los duraznos en la Quebrada, analizar las prácticas pasadas que permitieron su establecimiento y su contexto histórico, documentar la diversidad actual de “duraznos de la Quebrada” en la zona de estudio, así como también el conocimiento local acerca de la nomenclatura, usos, percepción de la variabilidad y formas de manejo. Asimismo, se espera evidenciar el efecto que la selección cultural tiene sobre las poblaciones de duraznos manejadas in situ, contribuyendo a la consolidación de un modelo que permita entender los procesos de domesticación actuales y los que en el pasado condujeron al establecimiento y apropiación local de este cultivo. A largo plazo, este estudio constituirá una inmejorable oportunidad para caracterizar los procesos de construcción del Conocimiento Botánico Tradicional, ya que se parte de un material vegetal similar al cultivado en España e introducido a América hace 5 siglos, y se caracteriza el estado actual de esas poblaciones y su vinculación con los seres humanos a partir de procesos locales. 1.2 Hipótesis de trabajo Diferentes procesos locales de domesticación y selección cultural dieron lugar a la diversidad de variedades de frutales introducidos en los valles secos en el extremo Noroeste argentino. Estos procesos, -asociados a la permanencia de su uso en el tiempo y a las estrategias de manejo poscosecha-, se manifiestan en algún atributo o conjunto de atributos morfológico y/o de percepción organoléptica, que permiten su comparación y diferenciación con los “duraznos” cultivados en áreas geográficas y ecológicas distintas y en períodos de asentamientos de grupos nativos también diferentes. 20 1.3 Objetivo General Como objetivo general se propone identificar y analizar, desde un abordaje etnobotánico, la diversidad de etnovariedades pertenecientes a la especie botánica Prunus persica y las pautas culturales asociadas a la selección y manejo de dichas variedades locales. Además, siguiendo un abordaje etnohistórico, se busca contextualizar la dinámica cultural relacionada con su introducción, incorporación y apropiación a un paisaje que es resultado de 500 años de interacción entre los saberes y recursos locales y foráneos. 1.3.1 Objetivos Específicos 1- Recopilar los usos alimenticios y utilitarios de los “duraznos” y los productos obtenidos desde este cultivo. 2- Identificar la diversidad actual y las formas de clasificación local de las etnovariedades de “duraznos”. 3- Conocer las prácticas y técnicas de manejo y pautas de selección empleadas para la conservación de este cultivo en la zona de estudio. 4- Contextualizar la historia de ingreso del cultivo de “duraznos” y su influencia en la construcción del paisaje cultural. 5- Identificar caracteres anatómicos y estructurales, empleando la micrografía, que permitan establecer el grado de dependencia de estas plantas con los seres humanos. 1.4 Antecedentes El intercambio de especies vegetales entre Europa y América constituye uno de los procesos de globalización más interesantes. Sus aspectos etnoecológicos, históricos y sociales son poco conocidos (Hernández-Bermejo y León 1992). Los grupos humanos que poblaban la zona en estudio practicaban una agricultura basada en el uso de valiosas plantas nativas -alimenticias, medicinales, combustibles y tintóreas, entre otros usos-, que se vio modificada con la introducción de otras especies vegetales, a partir del proceso de asentamiento de población europea en América, engendrando la agricultura contemporánea. De este modo sucesivas generaciones han traído hasta nuestros días numerosas variedades 21 autóctonas e introducidas que atestiguan la valiosa composición de aquella antigua flora cultivada (Parodi 1959). Dicho proceso ha llevado a una progresiva percepción y búsqueda de nuevas alternativas en la obtención o producción de alimentos y, en consecuencia, al surgimiento de conceptualizaciones diferentes que orientan los patrones y conductas alimentarias propias de cada grupo social. En este sentido, las condiciones ambientales (como la calidad del suelo, las formas del relieve, la disponibilidad de agua, los factores climáticos, la flora y la fauna) influyen en el diseño y la estructura de los modelos de alimentación y tecnológicos que fueron adoptándose en cada una de las poblaciones. Los seres humanos se desenvolvieron dentro de estos modelos según su propia historia y/o tradición cultural. Este proceso significa una intervención sobre el ambiente, provocando alteraciones de grado variable en las diferentes regiones y generando un paisaje biocultural que a su vez se funda en la percepción social del mismo (Torres et al.1985). El noroeste argentino se caracteriza por el uso de los recursos en diversos pisos ecológicos, haciendo de la complementariedad ecológica-ambiental el modelo básico de su economía (Lorandi 1997). En efecto, el estudio de las comunidades que habitan estos pisos aporta información referida a los diferentes usos de los recursos florísticos tanto nativos como exóticos. Con respecto a la introducción de especies europeas, al analizar la documentación histórica, distintos autores como De la Puente y Olea (1900), López de Gómara (1922), Báez (1947-1949) y Lizárraga (1916) mencionan en sus relatos la instalación efectiva de diversos cultivos (“trigo”, “cebada”, frutales, “vid” y “arroz”) en el seno de las comunidades nativas en diferentes regiones del noroeste argentino, primitivamente como respuesta a la demanda nutricional de los españoles y, a lo largo del tiempo -y en relación con el impacto significativo de su inclusión-, como un elemento presente que acompaña a los cultivos tradicionales de la zona andina. 1.4.1 Antecedentes de las Rosaceae en el Noroeste de Argentina Entre las poblaciones vegetales de origen foráneo que ocuparon los valles secos del noroeste argentino se encuentran los frutales pertenecientes a la familia botánica de las Rosáceas, clasificados económicamente como de pepita: “manzanas” (Malus domestica Borkh.), “peras” (Pyrus communis L.), “membrillos” (Cydonia oblonga Mill.), y de carozo: 22 “duraznos” (Prunus persica (L.) Batsch.) (Dimitri 1972). La diversidad generada por la selección cultural sobre estos frutales ha sido tratada desde la perspectiva etnotaxonómica en España (Rivera-Núñez et al. 1997). El trabajo aquí propuesto, además de tener valor comparativo acerca de las variedades propias de poblaciones americanas, resulta superador en el sentido de que también se abordan los criterios y acciones puestos en juego durante el proceso de selección. El uso alimenticio del fruto de estas especies es considerado y descripto como el más importante, pudiendo ser consumido en forma fresca, deshidratada o en diferentes preparaciones (jaleas, mermeladas o dulces). García et al. (2002) describen viajes de intercambio de productos en época de Cuaresma, entre regiones de Puna y los valles interserranos de Argentina, donde diferentes frutas frescas, entre ellas los “duraznos”, formaban parte del trueque, siendo considerada la golosina de los niños de esas regiones. Estas especies se citan además por sus propiedades medicinales; como emoliente de afecciones cutáneas (“membrillo”), como laxante natural (“duraznos”) o por sus propiedades astringentes (“manzana” y “membrillo”). En la horticultura los “membrillos” son empleados como patrón para injerto de frutales como el “peral” (Muñoz-Garmendia y Navarro 1998). Zardini y Pochettino (1983) describen para los departamentos de Santa Victoria y de Iruya (norte de provincia de Salta) la diversidad de plantas autóctonas cultivadas en huertas familiares o pequeñas parcelas, y citan la presencia de cultivos arbóreos de frutales que crecen junto a ellas. Asimismo Hilgert (1999), Hilgert y Gil (2005) analizan el uso de especies comestibles en comunidades campesinas de Yungas para la misma provincia y entre el elenco de especies se hace referencia a este cultivo. Ramos (2009), para Caspalá en la provincia de Jujuy, se refiere al empleo de los maíces andinos como medio para intercambiar con “duraznos” que provienen de zonas vecinas. Estudios relacionados con las características anatómicas de la madera proponen el uso para la elaboración de artesanías, juguetes, artículos decorativos, torneados o esculturas (Pérez- Olvera et al. 2008). Por otra parte, además de estos aspectos utilitarios, la recuperación de “duraznos” entre restos arqueológicos hallados en un contexto de tipo ritual sería un indicador del uso ceremonial en poblaciones nativas del período Hispano-Indígena (Capparelli et al. 2005). 23 1.5 Marco teórico Este trabajo se inscribe en los lineamientos de la Etnobotánica, entendida desde un abordaje interdisciplinario como el estudio de las interrelaciones entre los seres humanos y el entorno vegetal (Portéres 1966, Crivos 2010), y enfocada desde la perspectiva emic, es decir tomando como categoría y unidad de análisis aquellos conceptos y distinciones que son significativos y apropiados para los actores sociales participantes (Harris, 2004). Los estudios etnobotánicos contribuyen a la documentación y descripción de la gestión in situ de recursos vegetales, donde se pone en evidencia el rol protagónico de las poblaciones locales como promotoras de una agricultura particular o tradicional, que aseguran la selección de material genético y la adecuación a nuevas condiciones agrícolas, a través de las prácticas específicas o innovaciones, lo que a futuro garantiza la permanencia de ese material genético y los conocimientos asociados. Al tomar en cuenta la actividad agrícola no se puede dejar de considerar el corpus de conocimiento que se encuentra ligado a esta actividad y la relación en el tiempo y espacio que el hombre establece. Por esta razón en este trabajo se plantea la presencia de un sistema que conjuga la actividad hortícola y el conocimiento asociado para su práctica, donde se pueden identificar patrones de percepción locales. A todo ello se denomina Conocimiento Botánico Tradicional (CBT). Es entonces que para comprender el CBT es indispensable tener en cuenta como ese conocimiento se desarrolla, como se manifiesta, la acción entre la relación hombre-planta, es decir la dinámica del corpus teniendo en cuenta una escala local. Asimismo es importante identificar que esa acción sea directamente sobre la planta, es decir identificar la praxis, teniendo en cuenta, además, la capacidad de gestión y administración local de los recursos comunales, ya sea por parte de la comunidad como un todo o de los individuos que la componen. El CBT puede considerarse una síntesis de saberes, que se genera tanto a partir del conocimiento producido localmente por práctica y experimentación, así como también por incorporación de información de otras fuentes (Berkes y Turner 2006). Una cuestión importante que plantean Pochettino y Lema (2008) es que las transformaciones, adquisiciones y puesta en práctica del conocimiento sobre el entorno vegetal pueden darse en un lapso breve, y que la escasa profundidad temporal no es obstáculo para considerar como tradicional el conocimiento botánico local. Realizar un estudio comparativo de poblaciones de frutales en distintas comunidades rurales constituye 24 una inmejorable oportunidad para caracterizar la dinámica del conocimiento botánico tradicional que se desarrolló en América a partir de la introducción de estas especies hace 500 años. Al mismo tiempo contribuye al esclarecimiento de las diferentes historias de uso del recurso vegetal en el Viejo y Nuevo Mundo, ya que fueron introducidos con la llegada de los españoles y evolucionaron bajo domesticación según criterios locales de selección cultural que se diferenciaron de los vigentes en otras partes del mundo. Es importante aclarar que en la zona de estudio existen en el presente dos tipos de horticultura, aquella que se desarrolla con fines comerciales y la de tipo familiar (de mayor profundidad temporal), no siendo una excluyente de la otra. Asimismo se define -por los propósitos de este estudio-, que el término huertos familiares hace referencia a un área cultivada con plantas destinadas al consumo familiar (excepcionalmente comercializadas como un recurso complementario para la economía doméstica) ubicada en las proximidades de la vivienda. La horticultura familiar hace referencia a una agricultura a pequeña escala, en espacios cercanos a las zonas de residencia de la unidad productiva que los trabajan, con la presencia de una gran diversidad de especies vegetales cuyo destino no es exclusivamente alimenticio y que poseen además distintos grados de asociación con los seres humanos (Harris 1969), considerando además todas las tecnologías e innovaciones aplicadas en la práctica, producto de la conjunción de saberes locales y novedosos (Pochettino 2010). Al analizar las prácticas de manejo que el hombre realiza sobre el entorno vegetal se debe incluir la concepción del paisaje, el cual es entendido como el medio natural sujeto a intervención y convertido en un ambiente físico cultural e históricamente determinado (Balée 1998). Son diversas las formas mediante las cuales el hombre se vincula o interrelaciona con el paisaje; varían desde la recolección en ambientes silvestres o poco perturbados, hasta el cultivo y domesticación en hábitats transformados por la tecnología agrícola, cambios del ambiente, del hombre y de las propias plantas (Luna-Molares 2004). Una cuestión que se plantea es cómo identificar las formas de gestión del paisaje biocultural cuando se trata de poblaciones cultivadas ya domesticadas, que incluyen especies introducidas reconocidas como locales y son parte de los sistemas tradicionales de manejo, selección y clasificación de las comunidades en estudio. 25 La domesticación -entendida como el producto de la selección cultural-, es un proceso en continuo accionar que opera sobre las plantas en distinto grado de vinculación con los seres humanos, desde aquellas en domesticación incipiente y semi-domesticación hasta aquellas totalmente domesticadas y/o cultivadas. Si durante este proceso se analiza el efecto que tiene la selección cultural sobre poblaciones vegetales de importancia local, se establece que los rasgos deseables o no deseables dependen de las percepciones humanas las que se expresan en las prácticas de manejo in situ y que aprovechan las divergencias morfológicas y genéticas que actúan sobre estas poblaciones (Casas et al. 2007, Aguirre- Dugua et al. 2012). Además, es importante reconocer que la biología de las plantas impone condiciones que impactarán en la elección de las mismas para ciertos usos, de acuerdo con las clasificaciones y lógicas culturales. Luego, las sociedades operan a través de acciones concretas sobre esta materia prima vegetal y la transforman de acuerdo con sus patrones cognitivos, haciendo de las plantas domesticadas artefactos culturales donde se han seleccionado y fijado caracteres, incluso aquellos que serían desfavorables en condiciones naturales (Ford 1979, 1985 en Lema, 2010). Ejemplos de estudio sobre el manejo diferencial en especies silvestres y domesticadas nativas de Mesoamérica son enunciados en el trabajo de Casas (2001); tal el caso de plantas anuales como las “calabazas” [Cucurbita spp. y Lagenaria siceraria (Molina) Standley], con sistemas de reproducción abierta. Asimismo, algunas poblaciones vegetales, una vez alejadas de su centro de domesticación comienzan un proceso de diversificación favorecido por el aislamiento espacial y la selección cultural, sea ésta resultado de acciones deliberadas o no (Hawkes 1983, Doebley et al. 2006). Estudios realizados sobre agricultura indígena en México, indica que estos grupos humanos en la actualidad continúan seleccionando nuevos genotipos de cultivos tradicionales de “maíz” (Zea mays L.) y del “frijol” (Phaseolus vulgaris L.) para adaptarlos a diferentes condiciones climáticas, ecológicas, económicas y tecnológicas (Mapes et al. 1996). Es también el caso de las plantas perennes que no se propagan vegetativamente y que presentan sistemas de reproducción abiertos, como la “chupandilla” (Cyrtocarpa procera Kunth), “guaje” [Leucaena esculenta (DC) Benth. subsp. esculenta] y “aguacate” (Persea americana Miller), las cuales se encuentran también entre las primeras plantas cultivadas en la zona. 26 Cultivos de frutales arbóreos perennes han sido domesticados en distintas partes del mundo, respondiendo a la selección cultural artificial de diversas maneras como es el caso de las plantas anuales (fruta de tamaño mayor, semillas no tóxicas, menos estructuras de defensa). Sin embargo poco se sabe sobre el comportamiento de estas especies (Miller y Gross 2011). Se estima que al igual que ocurre en poblaciones de cultivos anuales, distintos fenómenos (culturales, históricos, ecológicos por nombrar algunos) operan en el sentido de favorecer su incorporación y mantenimiento por comunidades humanas en distintas partes del mundo. Ejemplo de ello son los cítricos presentes en las florestas del NEA, donde se detectan procesos de hibridación, diversificación y especiación bajo cultivo (Stampella et al. 2013 a y b); diferentes frutales de pepita y carozo en la cuenca del río Segura en España, que dieron lugar a formas o variedades locales (Rivera-Núñez et al. 1997), asimismo el caso descripto en los trabajos de Aguirre-Dugua et al. (2012, 2013) para Crescentia cujete L., “la jícara”, donde las diferentes formas de gestión por parte de las comunidades mexicanas permiten la presencia de una diversidad morfológica de la fruta y de los conocimientos asociados a ella, y por último el caso de los “duraznos de la Quebrada” (Lambaré y Pochettino 2012, Stampella et al. 2013a, Lambaré 2014), resultados que se presentan en esta tesis. La diversificación de estos cultivares es a menudo considerada un sinónimo de antiguas y largas interrelaciones entre los humanos y las plantas, donde dichas especies son rápidamente incorporadas al patrimonio local y por lo tanto objeto de selección cultural y manejo (Lambaré 2014). Del análisis actual, desde una perspectiva etnobotánica, se puede establecer que la agrobiodiversidad y las prácticas de manejo dan cuenta de la vigencia y el vínculo que los pobladores mantienen desde el pasado con los recursos introducidos (Lambaré y Pochettino 2012), por lo que realizar comparaciones entre la importancia actual y los datos presentes en el registro histórico, considerando el caso puntual y en una escala regional local, contribuirá a comprender la dinámica de la historia agrícola de este cultivo. La interpretación realizada, desde el enfoque de la etnobotánica actual, se traduce en la consolidación de un elenco de especies que constituyen la cultura agrícola, asociada a técnicas agrícolas y de manejo tradicional, las cuales se ven conjugadas con el uso y como una alternativa en el patrón de alimentación local. Es así que mientras la Etnobotánica se plantea preguntas sobre el vínculo que mantienen las poblaciones actuales con el ambiente 27 cultural, para el caso de la Etnobotánica histórica, se intenta además dilucidar como se proyecta en el pasado esta relación (Ochoa y Ladio 2011). Esta aproximación se utiliza en distintos trabajos de corte etnobotánico tales como Ochoa y Ladio (2011), Kalle y Sõukand (2012), Stampella et al. (2013a), Rosso (2013) y Hilgert et al. (2014). A partir de este enfoque, este trabajo también plantea la importancia de la descripción de los paisajes bioculturales, los que se proyectan como resultado de la intervención y prácticas humanas, que varían con los valores y las percepciones temporales y espaciales que las sociedades realizan, donde la toma de decisiones y el factor económico local asume importancia como modelador de la actividad agrícola. La introducción de un nuevo producto o una nueva decisión espacial es un factor determinante en la evolución futura del sistema. Un paisaje es más que una simple conjunción de procesos, es una construcción histórica y centro de múltiples transformaciones. Por ello, para comprender su dinámica es necesaria una perspectiva integradora (Palma 2000, Merlo et al. 2005, Balée 1998, Capparelli et al. 2011). 28 CAPÍTULO II. 2. 1 Área de Estudio La provincia de Jujuy está ubicada en el extremo Noroeste de la República Argentina. Limita por el norte con Bolivia, por el oeste con Chile, y por el sur y el este con la provincia de Salta. La gran variación ambiental que presenta es resultado de la influencia del relieve en las condiciones climáticas y, en consecuencia en la formación de variadas coberturas vegetales. En el amplio gradiente altitudinal que existe desde las altiplanicies y montañas andinas occidentales hasta las llanuras del “umbral al Chaco”, en el extremo oriental de la provincia, se modifica radicalmente el clima que teóricamente definiría su posición tropical y determina diferentes ambientes naturales a lo largo de su recorrido: desde uno semiárido y frío, con predominio de arbustos dispersos en su extremo norte, hasta otro subtropical húmedo, con selvas de montaña en su sector sur (Reboratti et al. 2003). En el ámbito de la Cordillera Oriental, ubicada al Este y en contacto con la Puna, se encuentran los Valles Medios Secos o Quebradas Prepuneñas, como es la Quebrada de Humahuaca: una depresión intermontana de 180 km de longitud que desciende desde aproximadamente los 3.500 hasta los 1.300 m s.n.m. La Quebrada de Humahuaca se extiende de manera longitudinal en sentido norte-sur y se ubica en la cuenca hidrográfica del Río Grande, a lo largo de los departamentos de Humahuaca, Tilcara y Tumbaya (Reboratti 1997, INTA 2013). La presencia de la provincia fitogeográfica Prepuna está condicionada no sólo por la altura, sino por la disposición y orientación de las quebradas y laderas, las que determinan, a su vez, el microclima local (Cabrera 1971). El relieve es accidentado, con fuertes pendientes, la altitud decrece desde las cumbres que rodean la Quebrada (menores a 4.000 m s.n.m.) hasta el límite sur (1.900 m s.n.m aproximadamente). El tipo de vegetación que caracteriza a esta región, denominada Complejo Prepuna (Morello et al. 2012) incluye cardonales de Trichocereus atacamensis (Phil.) Backeb. y T. terscheckii (Parm. ex Pfeiff.) Britton & Rose presentes en faldeos y derrubios de laderas. En sitios menos escarpados este cactus columnar forma parte de un matorral-arbustal de Opuntia sp., Cercidium sp. y Prosopis sp. Asimismo la comunidad arbustiva climax que acompaña a las especies antes mencionadas está integrada por “sumalahua” [Senna cassirramea (Benth.) H.S. Irwin & Barneb] y “pular” o “tola blanca” (Aphyllocladus 29 spartioides Wedd.). Entre las comunidades edáficas de esta zona son los bosques de “churqui” (Prosopis ferox Griseb.) y, matorrales de “molle” (Schinus areira L.) y de “chilca” [Baccharis salicifolia (Ruiz & Pav.) Pers. (Griseb.) M.A. Spencer & L.B. Sm.] los que predominan (Cabrera 1971). La Quebrada de Juella comparte las características típicas de la Quebrada de Humahuaca antes desarrolladas. Desde el punto de vista fisiográfico, está integrada por una quebrada principal y numerosos torrentes tributarios (Nielsen y Rivolta 1997). Juella alcanza una altitud promedio de 2.700 m s.n.m. El clima es de tipo semidesértico, árido en el sector norte y central y semiárido en el sector sur; la amplitud térmica es elevada y las precipitaciones medias anuales, que varían entre los 120 y 300 mm, son consideradas escasas y de régimen casi estival. Las temperaturas medias anuales oscilan entre una mínima de 2°C y una máxima de 24°C (Difrieri 1978). Fitogeográficamente la localidad de Juella está definida como provincia Prepuñena (Cabrera 1976) o Provincia Boliviano- Tucumana (Navarro y Maldonado 2002). Las variaciones del gradiente altitudinal dan lugar al reemplazo de especies tolerantes a condiciones ambientales de mayor aridez en dirección norte, caracterizado por una vegetación de estepa-matorral que se detallan al inicio de este capítulo. Asimismo constituyen elementos que caracterizan el paisaje del fondo del valle especies introducidas como los “sauces”, Salix babylonica L. y “álamos”, Populus alba L. y P. nigra L., empleadas como cortinas de viento para el cultivo y soporte de márgenes fluviales (Cabrera 1976, Braun et al. 1991, Albeck 1992, Bianchi y Yañes 1992, Cremonte 2003). La Quebrada de Humahuaca reúne una población cercana a los 34.400 habitantes, de la cual el 48% es rural, que se asientan en las proximidades de las ciudades cabeceras, o bien presentando una distribución dispersa. Las localidades más grandes son Humahuaca y Tilcara (12.350 habitantes) (Arzeno 2007, INDEC 2010). Los datos actuales definen a la Quebrada de Humahuaca como zona hortícola de tipo productivo, la que se desarrolla desde los años 90, donde comienza a gestarse un proceso organizativo para el desarrollo local, con la intervención del estado y organizaciones no gubernamentales (Arzeno 2007). Es así que la configuración de los terrenos de cultivo adquiere otras características relacionadas con la agrodiversidad presente y las prácticas y tecnologías de manejo usadas. Entre los principales cultivos que 30 se encuentran, constituyendo el patrimonio fruti-hortícola de la región se puede nombrar: “lechuga” (Lactuca sativa L.), “acelga” (Beta vulgaris L. var. cicla L.), “tomate” (Solanum lycopersicum L.), “zanahoria” [Daucus carota L. subsp. sativus (Hoffm.) Schübl. et. G. Martens], “pimiento” (Capsicum annuum L.) y “perejil” (Petroselinum crispum (Mill.) Fuss.) entre otros. Estos cultivos llegan a distintas regiones de la provincia así como a centros urbanos de mayor amplitud como son los mercados en Buenos Aires. En una segunda y tercera alternativa productiva para la zona se encuentra la floricultura y el cultivo de frutales (Rodríguez 2009, INTA 2013) (Figura 1.). Si bien este trabajo se focalizará en el cultivo de frutales, principalmente de los “duraznos”, que aún se realiza a pequeñas escala o en huertos familiares, es importante mencionar la expansión de la horticultura comercial de la Quebrada en los últimos años. Figura 1. Censo Nacional Agropecuario 2002 (INTA 2013) Las características geomorfológicas y ambientales han incidido en los modos de vida de las sociedades y en sus interacciones con relación a la disponibilidad y acceso diferencial a los recursos presentes en el ambiente (Braun 2001, Cremonte 2003). La posición relativa esta región se ha caracterizado por actuar como nexo entre grupos Hortalizas 60,90%; 61% Forrajeras 23,00%; 23% Frutales 9,30%; 9% Cereales, Legumbres, flores y otros 1,60%; 2% Porcentaje de sup. ocupada en cada actividad productiva 31 altiplánicos y chaqueños en tiempos precolombinos y entre las economías regionales del sur y del norte de la misma desde la conquista española (Sánchez y Sica 1990, Albeck 1994). La Quebrada de Humahuaca ha sido un área de asentamiento indígena importante del país a lo largo del período colonial y nacional; las comunidades originarias fueron perdiendo su control sobre la tierra y surgieron haciendas de las que los indígenas se convirtieron en arrenderos. Aquellas tierras de comunidad indígena que lograron persistir hasta principios del siglo XIX fueron declaradas propiedad del fisco y entregadas en calidad de enfiteusis a sus habitantes u otros interesados en ellas. El proceso enfitéutico dio por resultado una estructura de propiedad de la tierra distinta al caso de la Puna donde se da una estructura profundamente asimétrica en la tenencia y propiedad de la tierra, que persiste en el tiempo, al igual que sus características latifundistas (Teruel 2005). En la Quebrada se conformó un importante grupo de propietarios minifundistas, y un pequeño grupo de haciendas con arrenderos. A mediados del siglo XX el Estado nacional expropió numerosas haciendas de la Puna y la Quebrada y desde entonces son tierras fiscales que nunca fueron entregadas en propiedad a sus habitantes, con excepción de algunos casos (Madrazo 1990, Teruel 1995). La declaratoria como patrimonio de la Humanidad (UNESCO) en el año 2003 de la Quebrada de Humahuaca impactó en la realidad cotidiana de la región y se asoció vertiginosamente a emprendimientos turísticos (Montenegro 2010). 2.2 Historia de la comunidad y características de la población Dentro del sistema denominado Quebrada de Humahuaca, el trabajo de campo se efectuó en la comunidad campesina de Juella (S 23°31.315´ y W 65°24.091´) (Figura 2. y 3). Esta localidad pertenece al departamento de Tilcara y se ubica en el extremo NO del mismo. Para acceder a ella se recorren aproximadamente 9 km desde la ciudad de Tilcara por la ruta Nacional N° 9 y 1,5 km de camino de desvío por camino de tierra. Este pequeño valle se ubica en las márgenes de su río homónimo, tributario del río Grande (Troncoso 2003, Cruz 2008). La población urbana más cercana a esta localidad es la ciudad de Tilcara (12.349 población actual), (INDEC 2010) que constituye el centro de abastecimiento al que los pobladores acceden con frecuencia para la compra de diversos insumos. Los pobladores de Juella son pequeños productores campesinos que se dedican a la producción comercial de “durazno” y a la producción agrícola y ganadera de autoconsumo, 32 como el “maíz”, “papa” (Solanum tuberosum L. subsp. tuberosum), “haba” (Vicia faba L.), quesos y carne de cabra. La escasez de agua es una de las principales limitantes que impide un desarrollo mayor de la horticultura con fines comerciales (Troncoso 2003). La producción de “durazno” reviste cierta importancia dado que es la actividad que permite generar mayores ingresos monetarios por su venta. Además es un producto comercial de larga data en la comunidad y una de las pocas zonas donde se sigue produciendo frutales para la venta. Su particularidad es que sólo genera ingresos entre marzo y abril, de ahí la importancia de la producción de autoconsumo (“papas”, “habas”, “maíz”), cuyos excedentes se comercializan en pequeña escala en la ruta o en Tilcara. El cultivo de hortalizas con fines comerciales, introducido en el momento de expansión de la horticultura en la Quebrada, tiene poca importancia en Juella (Arzeno 2007). La población nativa que habitaba en el pasado la región correspondían a grupo indígenas de los Omaguacas; poco se conoce sobre la lengua nativa ya que no hay registro de ello, algunos autores opinan que hablaban quechua, sin embargo eso recién pudo ser después de la conquista incaica ya que el quechua era la lengua de los incas; asimismo el aymara pudo haber sido la lengua primera, pero tampoco hay evidencias. En resumen, la lengua nativa seguramente desapareció poco después de la llegada de los españoles y fue reemplazada por el quechua, que es probable que ya fuera hablado por parte de la población a causa del contacto con los incas (Lorandi 1984). Toda la población autóctona del NOA se ha mestizado en mayor o menor medida desde la época colonial, tanto con europeos como con descendientes de esclavos africanos. A esta población se le ha agregado población inmigrante nativa o mestizada, principalmente de Bolivia y del norte de Chile. Históricamente estos pueblos eran agrícolas- ganaderos dependiendo de las características del ambiente físico que los rodeaba; es así que en los valles y quebradas eran principalmente agricultores y en las zonas más altas que limitan con la Puna sólo pastores. Dado que practicaban una agricultura de regadío, algunas veces preparaban muy cuidadosamente sus espacios de siembra: construían andenes y terrazas de cultivo. También desarrollaban sistemas de riego, como canales y represas, así como sistemas de almacenamiento. Todo el trabajo se realizaba con el esfuerzo humano (Albeck 1992, 2003- 2005). 33 Para el período de Desarrollo Regional (900 AD–1471 AD) las sociedades agropastoriles se ubican en fondos de valles y asentamientos semiurbanos (pukaras). Los Pukaras de Tilcara, Los Amarillos, La Huerta, Volcán, Huichairas, Angosto Chico, El Perchel, Calete, de Ucumazo y de Juella manifiestan y evidencian esta secuencia del poblamiento de la región del NOA y los cambios que ocurrieron en las comunidades. El Pucará de Juella era un poblado prehispánico ubicado sobre el remanente de una terraza de material aluvional, sobre la margen izquierda del río homónimo, y enfrentando el extremo norte del asentamiento rural disperso del área El sitio presenta muros de contención, accesos delimitados y espacios abiertos que pudieron funcionar como plaza y una notable densidad de recintos de diverso tamaño - de planta rectangular y ángulos rectos - entre los cuales se divisan algunos vanos. En los sectores marginales del asentamiento se identifica lo que probablemente constituyó un muro perimetral. Toda la superficie se halla cubierta por una densa vegetación de “cardones” columnares, árboles achaparrados, arbustos y cactáceas de bajo porte. El sitio se engloba dentro del territorio de los Tilcara y su antiguo nombre fue “Oylla”. Cuenta con fechados radiocarbónicos que lo ubican cronológicamente entre fines del siglo XIII y mediados del siglo XV pero es probable que haya estado poblado desde épocas anteriores (Nielsen 1996, Merlo et al. 2005, Cruz 2004 y 2008). La palabra “Jueya” probablemente deriva de la palabra huella o sendero o también puede inferirse como sinónimo de “juira”, interjección empleada por el poblador nativo para arriar sus tropas. Asimismo, si esta palabra es de origen quichua podría derivar de “huysa”, donde su deformación se pronuncia “juiya”, que significa carnero macho de la oveja (Paleari 1987). 2.3 Paisaje biocultural: La población actual de Juella El pueblo se dispone a lo largo de una calle principal que corre paralela y vecina al río Juella, reconocida por algunos de los entrevistados como Avda. “Crucero General Belgrano”, en cuyos bordes se encuentran las viviendas y edificios públicos. El representante político de la comunidad es el comisionado municipal. El espacio de reuniones y de diversas actividades (copa de leche, en algunas oportunidades el “Festival del durazno y humita”) es el salón de la comunidad. La comunidad de Juella cuenta con la escuela Primaria N° 241 “Provincia de Neuquén”, el 34 centro vecinal, la capilla de “Nuestra Señora del Rosario de Juella” y el puesto sanitario. El edificio más antiguo es la escuela, la que en el año 2007 cumplió su centenario. La religión que predomina es la católica. Se identificó la presencia de evangelistas que llegaron hace poco a la región. La capilla de Juella es un edificio que aproximadamente se comienza a construir en el año 1990 y, al igual que la escuela, fue construido por todos los vecinos de la localidad. Alguno de los elementos de origen vegetal que se encuentran en el interior de la misma son los altares de madera de “cardón” y cuadros (ermitas) elaborados con distintas especies de flores secas, granos de “maíz”, corteza de árboles de yungas como el “nogal” y de especies “abajeñas”, es decir de las zonas bajas como la chaqueña. Entre las festividades religiosas que se celebran se mencionan las de la virgen “Nuestra Señora del Rosario de Juella” (Fiesta patronal), “Todos los Santos” (1 y 2 de Noviembre), “Carnaval” y “Semana Santa y Pascua”. El segundo sábado de Noviembre se realizan los festejos de la Patrona de la comunidad de Juella “Nuestra Señora del Rosario de Juella”. Asimismo, la llegada de algún Santo o Virgen de otra localidad es motivo de celebración para la comunidad creyente. Entre otras festividades menos comunes, celebradas por algunos pobladores, se pueden citar la de “San Isidro Labrador” (Patrono de los Agricultores) y la de la virgen de “Santa Ana” (Patrona de las Artesanas y las Hilanderas). Esta localidad cuenta con una población de 200 personas (101 varones y 99 mujeres) (INDEC 2010) si se considera la población dispersa en el cerro y caseríos alejados del pueblo. Es de destacar que en los últimos años Juella recibió el aporte de personas llegadas de centros urbanos en busca de un modo de vida “en contacto con la naturaleza”, habitantes que si bien son considerados como miembros de la población, no constituyen referentes para este estudio. Se habla un español regional, aunque persisten algunas palabras y estructuras gramaticales propias del quechua. Las migraciones hacia las zonas urbanizadas, en busca de oportunidades laborales o para finalizar estudios, es uno de los factores que regulan la cantidad de habitantes que posee la localidad (Cruz 2008). En los relatos se manifiesta la importancia de las migraciones de los hombres para trabajar en los ingenios (Ledesma y La Esperanza) y en las minas (El Aguilar o Pirquitas); actualmente esta actividad se desarrolla con menor frecuencia. Asimismo muchas de las familias que viven en el pueblo de Juella no son originarias del mismo sino que llegaron a 35 la zona desde distintos pueblos de la Quebrada y Puna por las buenas condiciones ambientales que les permite trabajar la tierra. Sin embargo, como ocurre en la mayoría de las poblaciones alejadas de las ciudades importantes, se produce la migración de la población joven hacia centros urbanos en busca de oportunidades laborales y formación profesional. La práctica agrícola que se desarrolla en la región, como se mencionó, se destina tanto al consumo familiar como, en el caso de algunas especies en particular, para la venta en ferias y mercados regionales. Esta estrategia de subsistencia tiene una larga historia en la zona, y los productos cultivados hasta la llegada de los europeos eran los propios del área andina meridional, donde a la tríada americana (Zea mays – Phaseolus spp. – Cucurbita spp.) se agregaban cultivos locales como Chenopodium quinoa Willd., “papas" y otras especies de “papas andinas”, Oxalis tuberosa Molina, Ullucus tuberosus Caldas; asimismo se practican actividades ganaderas, en la periferia cercana al pueblo principalmente de ganado ovino y caprino- y en los caseríos o puestos (San José, Chuschuy y El Amarillo) ubicados en zonas más altas, se cuida ganado vacuno donde la disponibilidad de pasturas es mayor (Karasik 1984, Troncoso 2003). Las escasas perspectivas de la economía local son causa de las migraciones hacia las zonas urbanizadas ya mencionadas. 36 Figura 2. Ubicación de la localidad de Juella, provincia de Jujuy, Argentina 37 Figura 3. Localidad de Juella, provincia de Jujuy, Argentina. Se observa desde el oeste su ubicación en el fondo de valle, con vegetación prepuneña en los faldeos y Sierra Alta (Enero 2013) 38 CAPITULO III. 3.1 Metodología General 3.2 Consentimiento previamente informado En primera instancia se realizó el pedido formal de consentimiento de los entrevistados, previamente informados de las características de la investigación, para trabajar en el área, acceder a los conocimientos locales y difundir los resultados, según lo establecido en el Código de Ética Etnobiológica (ISE 2006). 3.3 Entrevistas Se trabajó con un total 30 productores (19 mujeres y 11 hombres), lo que representan un 15% de la población total (200 habitantes), pero constituye el 34,88% de los huertos productivos identificados en la localidad. El Censo Nacional Agropecuario del año 2002, establece un total de 86 EAP´s presentes en Juella. El término EAP, hace referencia a la explotación agropecuaria, unidad estadística la cual queda definida como la unidad de organización de la producción, que produce bienes agrícolas, pecuarios y forestales. La edad promedio de los entrevistados oscila en 55 años. El trabajo de campo se realizó mediante campañas semanales a partir del año 2010 hasta abril del 2013. Se emplearon técnicas etnográficas de uso corriente en la metodología etnobotánica principalmente de corte cualitativo: 1) entrevistas abiertas y semi- estructuradas, 2) observación libre y en punto fijo, y por último 3) entrevistas en profundidad con pobladores por su saber especializado (Albuquerque et al. 2010). 1) Las entrevistas semi-estructuradas se realizaron en distintas etapas. En una primera instancia, se indagaron aspectos relacionados a la información personal del entrevistado/a, como el nombre, edad, procedencia. De los temas relacionados con el cultivo del “durazno”, se buscó identificar la diversidad de “duraznos” presentes en los “rastrojos” (término local que designa el espacio de cultivo), la/s denominación/es local/es, usos. En una segunda instancia, se realizaron entrevistas con especial referencia en los atributos y/o apreciaciones locales empleadas para la clasificación, diferenciación y selección de la diversidad presente. Es decir, se buscó indagar en las percepciones desde lo 39 emic, los descriptores, criterios locales y/o culturales que se emplean para la diferenciación y clasificación de la agrobiodiversidad de “duraznos”. Por último, se abordó en temas relacionados con las estrategias que acompañan la gestión, propagación y formas de conservación del cultivo en la región durante el ciclo agrícola así como en la identificación del manejo diferencial a nivel de etnovariedades.Las entrevistas abiertas estuvieron dirigidas a indagar sobre aspectos generales relacionados a este cultivo como una forma establecer un vínculo de confianza con los informantes y familiarizarse con el lenguaje utilizado localmente. Además en esta etapa de trabajo se hizo referencia a costumbres y significancia de este cultivo en la zona, antigüedad del cultivo, adquisición y transmisión de ese conocimiento. 2) La observación directa se realizó en las unidades domésticas y en los terrenos de cultivo, durante las entrevistas y caminatas en compañía de los pobladores. En los campos de cultivo se identificaron las etnovariedades y se realizó la colecta del material vegetal de referencia. Asimismo se pudieron observar prácticas de manejo que los pobladores realizan sobre el cultivo (Cotton 1998, Martin 2001, Martínez y Pochettino 2004). 3) Estrategia de muestreo: Las unidades domésticas y los productores, con los que se trabajó, en una primera instancia, fueron elegidos al azar y a partir de los primeros los siguientes entrevistados se los seleccionó por el método Bola de Nieve (Bernard 2000). Este método está basado en la idea de red social, el cual consiste en ampliar el muestreo partiendo de los contactos facilitados (Salamanca Castro y Martín-Crespo Blanco 2007). 4) Se emplearon como técnicas de registro, principalmente, libreta de campo, fotografía y grabaciones de las entrevistas. 5) Tratamiento de la bibliografía: La información recopilada durante el trabajo con los pobladores fue considerada una fuente más de información utilizada para cumplir con la etapa de contextualizar la historia de este cultivo que se trata en los capítulos IV y V (Ochoa y Ladio 2011). Como actividades complementarias se participó en cuatro instancias (2011, 2012, 2013, 2014) del “Festival del durazno” que se organizaron en la comunidad. Asimismo, en el año 2012 se realizó un trabajo de extensión con la Escuela Primaria N° 241 “Provincia de Neuquén” mediante el desarrollo del tema: “Los Frutales y el Conocimiento Tradicional en la escuela de Juella”. 40 3.4 Material vegetal Se efectuó la colecta del material vegetal de referencia en las parcelas de cultivo durante distintos estadios fenológicos; éste consistió en partes aéreas (ramas floríferas) y fruto, etapa que se realizó en interacción con los pobladores. El material se acondicionó y posteriormente se procedió a su identificación taxonómica. Los frutos se conservaron en alcohol al 90% y en ácido acético. Este último material se depositó en el Herbario de Plantas Útiles y en la Colección de Frutos y Semillas (CFS) del Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, con la asignación de siglas y número de registro personal. Asimismo se adquirieron algunos de los productos elaborados a base de “duraznos” deshidratados (“pelones” y “orejones”), los que se acondicionaron para su conservación en la misma colección en bolsas de plástico multi-uso con cierre hermético. 3.4.1 Materiales estudiados Tabla 1. Ejemplares estudiados de las etnovariedades de “duraznos” reconocidas localmente Grupo de etnovariedades Etnovariedad Durazno común amarillo entero 22 Lambaré (CFS) amarillo corazón rojo 31 Lambaré (CFS) Blanco 52 Lambaré (CFS) Rosado 45 Lambaré (CFS) jorge (=cholo, cholito) 30 Lambaré (CFS) Durazno prisco (=frisco, de partir) Amarillo 46 Lambaré (CFS) Blanco 50 Lambaré (CFS) Rosado 20 Lambaré (CFS) Para la determinación del material se usó bibliografía de uso corriente para el tratamiento de plantas cultivadas, tales como Parodi (1959), Dimitri (1972) y Delucchi (2011). 41 3.5 Búsqueda de fuentes bibliográficas e información etnohistórica Los tipos de fuentes bibliográficas que se consultaron incluyeron: 1- Bibliografía general que permita descripción del tema y el área de estudio; se consultaron publicaciones botánicas, etnográficas, etnobotánicas, arqueológicas, históricas y disciplinas afines que incluyen trabajos del siglo XIX, XX y XXI. Para contextualizar el período histórico que abarca este trabajo, Capítulo IV y VI, se revisaron: 2- Manuales, publicaciones, tesis de historia, etnohistoria y de botánica histórica los que abarcan el período desde el siglo XVII hasta la actualidad. Por último se revisó 3- Documentación histórica: documentación de archivo, evidencias y/ fuentes históricas, crónicas de viajeros y naturistas, desde el siglo XVI. Si bien se consultaron 22 obras originales, sólo 2 de ellas aportaron información original para los siglos XVI-XVII (Lizárraga 1916, Sotelo de Narváez 1987). Dado que este período resulta ser el de mayor vacío de documentación disponible en las bibliotecas consultadas, se incluyeron asimismo citas de crónicas presentes en trabajos actuales de etnohistoria, como se detalla en el capítulo IV. Se considera que el corte temporal y la relación espacio-tiempo, que incluye este trabajo, resulta necesaria y representativa para la contextualización del proceso histórico que acompaña los cambios que ocurrieron y la historia local que siguió este cultivo introducido. 3.6 Exomorfología y endomorfología Con el propósito de identificar particularidades presentes en la agrobiodiversidad local, producto del vínculo que las comunidades tienen desde la antigüedad con el cultivo, se buscó determinar caracteres diferenciales entre “duraznos de la Quebrada” y “duraznos” comerciales, se empleó técnicas de la taxonomía exomorfológica clásica y endomorfológicas como la micrografía del fruto (epi y mesocarpo). 42 PARTE II RESULTADOS 43 CAPITULO IV. ETNOHISTORIA DE LA INTRODUCIÓN DE UN CULTIVO EUROPEO Y SU ROL EN LA CONSTRUCCIÓN DEL PAISAJE CULTURAL EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA 4.1 INTRODUCCIÓN Si consideramos las particularidades de cada grupo social y los cambios que se produjeron en el terreno de la agricultura, la alimentación e incluso en los hábitos o costumbres locales a partir de 1492 con la introducción de plantas y animales del Viejo Mundo, son numerosos los ejemplos que ponen en evidencia de que manera estos elementos de orígenes diversos ingresaron y siguieron distintas rutas e historias evolutivas hasta converger en poblaciones reconocidas como locales. Entre los cultivos que siguieron esta historia para el Noroeste, está el “trigo” (varias especies de Triticum), la “cebada” (Hordeum vulgare L.) y el “centeno” (Secale cereale [L.] M. Bieb.), las “habas” y otras leguminosas, frutales de pepita y de hueso de los géneros Prunus, Cydonia, Malus y Pyrus (“ciruelas”, “duraznos”, “membrillos”, “manzanas” y “peras”, respectivamente), y otros frutales templados, junto con especies aromáticas y flores, que se incorporaron como elementos foráneos en las comunidades, constituyendo en la actualidad el patrimonio fruti- hortícola de la región en la que se enmarca este estudio (García-Paris 1991, Giovannetti y Lema 2005, Stampella et al. 2013a). Esta difusión en América se dio en un marco de fuertes procesos de cambio de la estructura social existente, causados por la explotación, expropiación de tierras y aniquilación de las poblaciones aborígenes por los conquistadores (Capparelli et al. 2005). Entre los objetivos que perseguían estas expediciones estaba la necesidad de encontrar nueva tierras para hacerlas producir con trabajo indígena, es decir recrear los espacios agrícolas españoles, situación que tierras arribas por la elevada población ya no era posible, y establecer la conexión desde los andes centrales con el Noroeste, es decir con la Gobernación del Tucumán (Sica y Ulloa 2010). 44 El ingreso de estos cultivos se ve acompañado por la presencia de instrumentos agrícolas (como el arado) y animales de cría. Todo ello produce cambios en la configuración de los espacios de cultivo, resolviendo de manera novedosa el aprovechamiento de las nuevas especies incorporadas. Es decir, las especies tradicionalmente cultivadas cedieron lugar en el paisaje constituyendo un escenario que había comenzado a experimentar transformaciones, proceso que inicia antes de la definitiva instalación colonial (Sica 2005, 2008). Por largo tiempo se creyó que los cultivos del Viejo Mundo (como el “trigo”, “cebada” y los “duraznos” aquí tratados) fueron introducidos en el NOA en 1550 dC durante la fundación de Barco, y que los aborígenes los incorporaron a su subsistencia casi pasivamente (Báez 1947). A partir de la recuperación de “trigo”, “cebada” y “durazno” de El Shincal, centro administrativo y ceremonial Inka, con ocupación posterior en el período Hispano-Indígena, ubicado en el departamento de Belén provincia de Catamarca (Capparelli y Raffino 1997), se confirmó la presencia efectiva de estas plantas durante el siglo XVII en el NOA, durante la ocupación por parte de la población nativa, siempre en contexto ceremonial (Giovanetti 2005). Capparelli et al. (2005) plantean como posibles rutas de ingreso tres alternativas: desde la zona del Río de La Plata, desde Chile o desde Perú. En este capítulo tendremos en cuenta las dos últimas rutas planteadas por los autores, ya que se entiende que las poblaciones nativas que habitaban en lo que hoy es la provincia de Jujuy mantuvieron contacto directo con las poblaciones presentes en esos territorios. Jujuy, durante la época colonial, fue considerada como zona de paso y frontera con el Tawantisuyo; era empleada tanto por la población nativa como por los españoles como ruta para llegar a Bolivia (Potosí) y a Perú (Lorandi 1988). Este capítulo es una aproximación etnohistórica a la introducción de los “duraznos” y su cultivo, especie introducida pero reconocida como parte del paisaje agrícola presente en los valles secos en el Noroeste de Argentina. En este trabajo de compilación la visión etnobotánica adquiere un papel principal ya que el paisaje actual se presenta como espacio dinámico, cargado de simbolismo y es producto de prácticas humanas (tradicionales o no) que varían con los valores y la percepción temporal y espacial de cada grupo cultural. 45 4.2 MATERIALES Y MÉTODOS Este capítulo se basa en la utilización de fuentes históricas para la comprensión de la relación que los pueblos establecieron con el ambiente teniendo en cuenta la relación espacio-tiempo. La Etnobotánica histórica puede ser entendida como una subdisciplina de la Etnobotánica, ya que las aproximaciones etnohistóricas constituyen unas herramientas, complementarias a los estudios etnobotánicos, para comprender de manera integrada el uso de los recursos naturales en el pasado y el presente (Ochoa y Ladio 2011). Esta sección sigue la estrategia de la Etnobotánica histórica y los documentos son interpelados como informantes, es decir como datos de primera mano (Hernández-Bermejo 1996, Medeiros 2009, 2010). La documentación fue organizada por siglo, teniendo en cuenta el momento histórico (económico- social) y considerando con especial relevancia aquellos relatos que estén relacionados con el cultivo, características o descripciones agrícola y botánicas. Para contextualizar el período histórico que abarca este trabajo se revisaron: 1- publicaciones y tesis de historia, etnohistoria y de botánica histórica, se incluyen trabajos desde el siglo XVII hasta la actualidad, los que totalizaron 40 obras. Además, se revisó: 2- documentación histórica: documentación de archivo, evidencias y/o fuentes históricas, crónicas de viajeros y naturistas, desde el siglo XVI (Sotelo de Narváez 1987 [1583], Lizarraga 1916 [1605], Levillier 1939, Baez, 1947-1949). Es importante aclarar que este período resulta ser el de mayor vacío de documentación disponible, lo que fue evidenciado por distintos autores (Levillier 1939, Capparelli et al. 2005, Sica 2005, 2006, Vitri 2007). Reciben una mención especial las fuentes secundarias donde se encuentran citas de crónicas, tales como trabajos actuales de etnohistoria, los que corresponden a las evidencias tratadas en (1), entre ellos resultaron de especial utilidad, por la calidad de la información que brindan a esta tesis, las contribuciones de Giovanetti (2005), Sica (2005, 2010), Ruiz 2004, Capparelli et al. (2005) y Gentille- Lafaille (2012). Asimismo se consultó el trabajo de De la Puente y Olea (1900), el que permitió contextualizar el proceso de ingreso del frutal aquí tratado, ya que realiza una descripción de lo que ocurría en el continente americano en el momento del ingreso de la población colonial. Estos documentos han sido frecuentemente consultados y analizados para la construcción de la historia del NOA. El objetivo de esta desde la perspectiva dialógica entre 46 la arqueología y la etnohistoria, sumando una perspectiva de interpretación con base en estudios etnobotánicos, tiene como propósito pensar una alternativa de interpretación que se acerque a la que tuvieron las comunidades en la antigüedad (Lema 2009b). Las preguntas que se plantearon responder y que dirigen la organización de la información analizada fueron: ¿Cuál/es son las rutas planteadas por los diferentes autores como posibles para el ingreso las semillas en la historia de las comunidades de la Quebrada de Humahuaca? ¿De qué forma ingresan en estas comunidades? ¿En qué momento histórico el cultivo de frutales dejó de ser una imposición para formar parte de alternativas de cultivo? ¿Qué importancia tuvo en las actividades cotidianas de las poblaciones? ¿Cómo se refleja ello en la actual dieta de estas poblaciones? ¿Qué características imprime esta historia al entorno y a las propias especies vegetales? ¿Qué características y formas de manejo caracterizan el cultivo en el registro bibliográfico?. 4.3 RESULTADOS 4. 3. 1 Primeros ingresos de cultivos en el continente Embarcaciones europeas constantemente intercambiaban germoplasma vegetal entre ambos continentes, desde el primer viaje de Colón (1492). Semillas, frutos y plantas adultas- era común el transporte de “ramas, retoños, varetas y mugrones (ingertos) de algunos árboles (…)” en toneles para vino (Anglería, 1516 en De la Puente y Olea, 1900: 386, 393). Principalmente desde Sevilla fueron llevados con destino principal a las Antillas y posteriormente el continente (“tierra firme”), México y Perú, (siglo XVI) para luego, según citan las crónicas, seguir diferentes ruta de ingreso e instauración. 4.3.2 Historia de ingreso, evidencias etnohistóricas de la introducción de frutales en el Noroeste de Argentina El análisis de las distintas fuentes aquí tratadas permite postular que los “duraznos” ingresaron a Jujuy a la zona de los valles secos en el período colonial, desde rutas provenientes del Perú (Figura 4.). Si bien en la bibliografía existe evidencia que demuestra que podrían haber sido introducidos por Chile (Báez 1947- 1949, Capparelli et al. 2005, Giovanetti 2005), dados los fluidos contactos de Cuyo y el NOA con la región transandina, 47 en concordancia con la propuesta de Sica (2010) resulta lógico plantear que la relación entre el extremo noroeste de lo que hoy es Argentina (actual provincia de Jujuy), dada su pertenencia a la gobernación del Tucumán, fue más estrecha con Perú que con Chile. teniendo en cuenta que la provincia de Jujuy era integrante de la. Esta relación puede entenderse principalmente producto de la ubicación geográfica, propicia para el intercambio y la comercialización (Farberman y Boixadós 2006). El primero en recorrer los caminos de la región del Noroeste en Argentina es Diego de Almagro. En el año 1535 emprende su recorrido por el antiguo camino Inka Kollasuyo, hacia el sur (Chile) con el objetivo de buscar metales preciosos y tierras aptas para el cultivo; su recorrido llega hasta el valle de Copiapó (Chile). Luego de cuatro meses de viaje llega a Tupiza, a 80 km del límite boliviano- argentino. Es en este punto de su viaje que debe decidir qué camino seguir: el de la costa, pasando por Atacama (camino de regreso a Cuzco) o el de tierra adentro (Salas 1945 en Ruiz 2004). Ingresa a este territorio en el año 1536; los datos de las rutas de Almagro son extraídas de la “Carta A.S.M. del Oidor de los Charcas, Licenciado Juan de Matienzo” de fecha 2 de enero de 1566 (Vitri 2007). Durante todo el viaje fue enviando adelantados para que reconozcan el camino más seguro y mejor aprovisionado de pasturas y agua para los animales y lugares poblados donde pudieran obtener alimentos para el ejército (Vitri 2007). Los relatos referidos a esta exploración reflejan la hostilidad de ambiente y del clima, por lo que los poblados eran saqueados para obtener alimentos o bien recurrían a los tambus que se ubicaban a lo largo del camino real y constituían un medio proveedor de agua y alimento. Almagro entró por tampu de Kalahoyo (hoy frontera con Bolivia), planicies de Pozuelos, tampu de Queta, Rincón de las Salinas, Tampu Moreno, otros tampus hasta llegar a las Faldas del Acay (Salta) (Matienzo 1566 en Ruiz 2004), y de allí llegando a los valles Calchaquíes y por puertos de montaña hasta la actual Copiapó en Chile (Ruiz 2004). Ningún cultivo del Viejo Mundo parece haber sido consumido durante el período en el que se lleva adelante esta expedición (Capparelli et al. 2005). En 1549 las autoridades del Perú ordenan a Juan Núñez de Prado, que realice el mismo viaje con el mandato concreto de fundar un pueblo en Tucumán (Levillier 1939). La primera fundación que tuvo lugar en el actual territorio del noroeste de Argentina fue Barco de Ybatín (actual cuidad de Tucumán) fundada en 1550. Según Giovanetti (2005) sería de 48 esperar que los fundadores se hubieran procurado elementos mínimos para la subsistencia, como ganado y especies vegetales, principalmente “trigo” y “cebada” teniendo en cuenta que este resulta ser el primer asentamiento español en el NOA. Producto de este período se fundaron tres villas: 1-Barco (1550 AD) en la actual provincia de Tucumán; 2-Santiago del Estero (1553) en la actual provincia homónima; y Londres de Quimivil (1558) en la actual provincia de Catamarca. La primera fue fundada por Núñez del Prado, un español que venía de Perú, y las dos últimas por españoles que venían de Chile: Francisco de Aguirre y Juan Pérez de Zurita respectivamente (Capparelli et al. 2005). Las evidencias escritas para la Gobernación del Tucumán definen que las fundaciones de 1550 y 1553 resultan ser las posibles fechas de la introducción de cereales y frutales alóctonos. Según los registros de Báez (1947), los “duraznos” ingresaron al territorio argentino desde Chile, provenientes de las rutas del Pacífico: “…en diciembre de 1552 ya surgían exuberantes los frutos de las primeras siembras de los españoles”. Las posibles rutas por la que este cultivo pudo llegar fueron por Santiago del Estero, centro y ruta de comunicación de importancia entre el Perú y el Océano Atlántico. Desde allí, dichas semillas fueron distribuidas al territorio que conformaba el Gobierno Colonial del Tucumán, constituido por las actuales provincias Salta, Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero y Centro (Córdoba). Las evidencias arqueológicas del empleo comestible y ceremonial de los “duraznos” en contextos rituales por poblaciones nativas del 1600 son una evidencia de ello (Capparelli et al. 2005) para el Noroeste. Lizárraga, en un relato original de 1605, retrata a las nuevas ciudades de la Argentina y al llegar a la provincia de Mendoza en el siglo XVI, expresa: “La cibdad es fresquísima, donde se dan todas las frutas nuestras, árboles y viñas, y sacan muy buen vino que llevan a Tucumán o de allá se lo vienen a comprar” (Lizárraga 1916). Sin embargo, como se planteó al principio de este apartado, consideramos que las primeras semillas de este cultivo, para la zona de los valles secos de Jujuy tuvieron entrada por el camino transitado desde el Perú, Bolivia y Puna jujeña (Ruiz 2004) dado que los estudios arqueológicos indican que la Quebrada de Humahuaca, la Puna, los Valles Orientales de Jujuy, el norte de Chile y la región sudoccidental de la actual Bolivia participaron de un intenso tráfico de bienes de larga data (Sica 2010) tanto en época pre 49 como post-europea. Según los registros entre la segunda mitad del siglo XVI y el comienzo del XVII, si bien estos cultivos españoles no formaban parte de lo que los nativos consumían cotidianamente, ya se encontraban en proceso de manipulación e incorporación (Báez 1947, 1949, Giovanetti y Lema 2005). Posiblemente llegaron a manos de poblaciones nativas, ya sea por que fueran robadas o abandonadas en expediciones frustradas (Sica et al. 2010). A finales del siglo XVII el sistema colonial en la región del Tucumán estaba definitivamente consolidado. Las antiguas sociedades prehispánicas se habían transformado en “indígenas coloniales”, y la mayor parte de ellos vivía bajo el régimen de encomienda (Capparelli y Raffino 1997, Sica 2010). Los pueblos de indios producían tanto cultivos tradicionales como foráneos. La incorporación de variedades europeas como el ganado y productos agrícolas por parte de las poblaciones precolombinas fue un verdadero desafío. Animales y plantas, hasta entonces desconocidos, debieron ser integrados a un medio ambiente específico; combinados con las actividades tradicionales y asimiladas y repensadas en los avatares que significaban la nueva ocupación de la tierra en los pueblos de indios y el surgimiento de recientes circuitos comerciales (Sica 2006). En Argentina para este siglo la economía de subsistencia se basaba en la explotación de mano de obra indígena y la introducción de plantas y animales provenientes de Europa, a los que se complementaba con especies nativas, como por ejemplo el “maíz”. En 1590 se produce un proceso de internalización de la circulación comercial; se constituye un comercio integrado desde Potosí a Buenos Aires vía Tucumán; de este modo queda relegada la anterior dependencia que la región del NOA tenía con Chile (Tandeter 1998). La instalación española en esta región estuvo ligada a la capacidad de los conquistadores de hacer producir las tierras con mano de obra indígena a partir de las demandas de un naciente mercado altoperuano con centro en Potosí, con el descubrimiento y explotación de la mina descubierta en 1554. Tras la conquista, los mayores cambios del paisaje agrario de la quebrada de Humahuaca se realizaron en el antiguo espacio de cultivos mesotérmicos. Se abandonaron los grandes sitios agrícolas situados en zonas de altura, para concentrarse en los fondos de valle. En estas franjas menos empinadas y más planas se adaptaron los nuevos cultígenos (sobre todo, cereales como el “trigo”, “cebada” y frutales) (Sica 2010). 50 La fundación definitiva de Jujuy se produce en el año 1593, luego de dos intentos anteriores. Esta fundación, entre otras cosas, asegura la conexión de las provincias que conforman el Tucumán con las minas de Potosí y Perú. Durante este período la actividad minera en Potosí llegaba a su mayor grado. Para la época colonial una red comercial que se extendía con el fin de abastecer a los centros mineros y urbanos andinos define un mercado interno que continúa en el período independiente (Langer y Conti 1991). En ese contexto, Jujuy, durante la época colonial fue considerada como zona de paso y frontera, era empleada tanto por la población nativa como por los españoles como ruta para llegar a Bolivia (Potosí) y a Perú (Lorandi 1988). Los productos europeos se fueron incorporando, tempranamente, a partir de las experiencias de convivencia con poblaciones españolas -que luego resultaban despobladas- y con los contactos que generaba el tránsito de europeos entre la zona del altiplano meridional y la Gobernación de Tucumán (Sica 2006). A. Vázquez de Espinosa describía para la Quebrada de Humahuaca a mediados del siglo XVII: “...Omaguaca es pueblo de indios, el valle es fértil, y abunda el trigo y maíz, papas, con otras raíces y frutas de españa y la tierra esta toda poblado de pueblos pequeños de indios...” (Compendio y descripción de las Indias Occidentales, Washington, Smithsonian Miscellaneous Colecctions, 1948, 622 en Sica 2006). Esta misma autora transcribe el relato de Sotelo de Narváez en los valles Calchaquíes en 1580, antes de la fundación definitiva de Jujuy, relata esta experiencia en los valles: “...hay muchas crias de yegua, vacas, mulas, ovejas y cabras y puercos en abundancia; de todo lo cual tienen los indios y los crian como españoles... Cogese en esta tierra trigo y maiz, cebada y mucha cantidad de frisoles y dasé todo lo de Castilla, por la experiencia que se tiene de haber estado en esta tierra poblado un pueblo de españoles…”. 51 Figura 4. Posible ruta de ingreso de cultivos euroasiáticos al NOA (Tomado de Stampella et al. 2013a) 4.3.3 Siglo XX algunas notas sobre el cultivo de duraznos modernos en la Quebrada Se han encontrado registros periodísticos sobre ingresos modernos de duraznos y otros frutales (ver Anexo III), coinciden en que fundamentalmente esta introducción se produjo entre las décadas de 1920-1930 (Sánchez 1932; Anónimo 1932; Anónimo 1938). Sin embargo, la mayoría de estos artículos coinciden en la dificultad en la producción de fruta de 52 buena calidad, rápida descomposición de la cosecha, entre otros caracteres que la hacen poco deseable, en coincidencia con los planteos de los pobladores actuales (ver capítulo V). 4.4 DISCUSION A través de la bibliografía consultada se pudo acceder a la historia que atraviesan las comunidades nativas de la zona de Jujuy y lo que caracterizó la forma de acceso a los recursos y la organización de la producción comercial mediante la descripción de rutas de comunicación y establecimiento en los nuevos territorios de los recién llegados. La situación de Jujuy en general y de la Quebrada en particular (Tandeter 1998, Sica 2010), hace suponer que los “duraznos” ingresaron por la zona Andina (Figura 4.), es decir desde el Perú, Bolivia y la Puna jujeña y tras el asentamiento y fundación del primer espacio colonial como fue Barco de Ibatín en el siglo XVI. Los colonizadores europeos no solo reorganizaron la economía agrícola y pastoril de la región del noroeste argentino de acuerdo con sus propias concepciones -favoreciendo por ejemplo el cultivo en zonas bajas y llanas en lugar de en los piedemontes serranos como era la costumbre andina- sino que también intentaron con tenacidad introducir muchos de los cultivos que poseían en territorio europeo. La evidencia documental disponible para reconstruir este proceso histórico no es uniforme, existiendo información mucho más cuantiosa para el “trigo” que para otros cultivos como la “cebada” o el “durazno” (Capparelli et al. 2005, Sica 2005, Sica 2006, Giovanetti 2005). Posiblemente por el interés comercial y/o político de los escritos encontrados, estas referencias sean escasas a diferencia de lo que ocurre en otras zonas, por ejemplo los escritos sumamente detallados que dejaron los jesuitas para la zona del NEA en lo que respecta a los cítricos (Stampella et al. 2013). Giovanetti (2005) plantea la imposición de los cultivos europeos por parte de los conquistadores. Este planteo está sólidamente fundamentado en diversas fuentes, y el actual paisaje agrícola del NOA así lo atestigua (Capparelli et al. 2011). Los “duraznos” seguramente fueron introducidos de la misma manera, es decir impuestos a la población. Sin embargo, la historia local que siguió este cultivo tras su introducción, resaltando la situación actual la que permite repensar el pasado, permite establecer que la permanencia de este cultivo en la zona es resultado de una conjunción entre las características inherentes del cultivo que se aclimata perfectamente en la Quebrada, aquellas propias del grupo que 53 seleccionan las características que les resultan deseables (por ejemplo posibilidad de conservar mediante deshidratación para traslado e intercambio)y el resultante ambiente biocultural al que se incluyen (Lema 2009b). Esto concuerda con lo expuesto por Sica (2006) respeto a que la historia local de los grupos humanos durante el período Hispano- Indígena es el resultado de la mixtura de saberes, recursos locales y foráneos, resignificaciones influyentes en una realidad socio-económica y cultural cambiante. 54 CAPITULO V. DIVERSIDAD Y PRÁCTICAS AGRÍCOLAS ASOCIADAS AL CULTIVO TRADICIONAL DE DURAZNOS, PRUNUS PERSICA (ROSACEAE), EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA 5.1 INTRODUCCIÓN En las sociedades tradicionales existe una tendencia a clasificar el ambiente y los recursos vegetales que lo conforman (Casas et al. 1994, Nazarea 1998, Cabrera et al. 2001, Lema 2009a). Entre las características que se emplean para estas clasificaciones se identifican las de tipo morfológico, sensorial, utilitaria, cultural y ecológica, siendo las morfológicas las más empleadas como base de los sistemas de clasificación y para describir la forma en que las sociedades perciben su entorno (Rivera-Núñez et al. 1997, Molares y Ladio 2008, Zamudio y Hilgert 2012). Los elementos que caracterizan la diversidad local de especies y variedades cultivadas, así como los atributos localmente percibidos están mediados por el manejo del entorno que realizan los pobladores y los criterios culturales empleados. Su análisis e interpretación se encuentran enmarcados dentro de estudios que intentan comprender la forma en que los seres humanos ven, perciben y ordenan su entorno natural, es decir la perspectiva “emic”, que a su vez conjuga el conjunto de prácticas, conocimientos y creencias, producto del accionar individual y social (Toledo 2002). Lo significativo de este tipo de estudio se basa en el entendimiento de los principios que regulan la relación (seres humanos-plantas) y que operan directamente sobre el mantenimiento, aumento y/o disminución de la diversidad de especies vegetales cultivadas, los cuales pueden constituir elementos básicos para el desarrollo posterior de alternativas de diseño de uso y manejo de los recursos naturales y agrícolas (Latournerie-Moreno et al. 2005, Sánchez et al. 2007, Pochettino y Lema 2008, Lema 2009b). Al respecto, Berlin (1992) plantea que los grupos de plantas y animales se presentan al observador como series de discontinuidades cuya estructura y contenido pueden ser percibidas por todos los seres humanos esencialmente del mismo modo. Sin embargo, 55 cualquier sistema biológico “folk” sólo reconoce ciertas porciones de la realidad biológica presente en un hábitat local. Se debe tener en cuenta que los procesos de selección cultural se desarrollan sobre dichas discontinuidades percibidas localmente, y consecuentemente los cambios morfológicos y agronómicos son producto de la acción individual, comunal y de las tecnologías implementadas que se hacen evidentes en el tiempo por la presencia de diversidad infraespecífica. Esa diversidad puede estar reconocida oficialmente y a nivel global (cultivares o cultivariedades, según International Code of Nomenclature for Cultivated Plants, 2009) o tratarse de discontinuidades reconocidas localmente (etnovariedades). Estos taxones o etnotaxones son funcionales a las preferencias de uso y elección local y también